¡Papá, mamá: quiero un móvil! Cuatro pautas para un uso responsable
Un móvil hoy en día es todo. Es mejor que una navaja suiza: es una calculadora, una cámara de fotos, de vídeo, una agenda, un periódico, una consola de juegos, una radio y mucho más. Por eso, es una realidad que nuestros hijos lo querrán y cuanto antes. La pregunta fundamental es: ¿cuándo es el mejor momento para comenzar?
Miremos un poco la realidad: Como maestro dando clase a 5º de primaria, es decir a alumnos que tienen 10 y 11 años, veo que de 48 alumnos, 32 tienen móvil, mucho más de la mitad. Eso se confirma mirando los datos de SafetyWeb, según los cuales el 22% de los niños entre las edades de seis y nueve años posee un teléfono móvil. La cifra alcanza el 60% en los preadolescentes de entre 10 y 14 años, mientras que el 84% de los adolescentes ya posee uno.
¿Qué opinan los expertos? La edad que la mayoría de los expertos recomiendan corresponde con la entrada en la secundaria. Es un buen momento: los chicos pasan a ser adolescentes, viven una etapa de cambios, comienzan a salir solos y el grupo juega un rol fundamental en su desarrollo. Hablamos de los doce o trece años. Y bien: una vez tomada la decisión de darle al o la menor un smartphone, hay que tener en cuenta un consumo responsable del teléfono. A continuación se ofrecen cuatro directrices para que el menor haga un uso adecuado del móvil.
1. Dar unas reglas claras
Una vez que nuestro hijo tenga el móvil, hay que establecer ciertas reglas. Hay que recordar que no le estamos regalando un teléfono; le estamos dando un tesoro que le permite descargar música y películas, acceder a toda clase de información de manera inmediata, estar en redes sociales, etc. Una buena idea sería de ponerle un límite de minutos y tiempo de conexión. De esta manera no sólo no podrá estar todo el día con el teléfono, sino que además tendrá que aprender a organizarse.
También hay que dejarle bien claro que cada vez que quiera descargarse una aplición nos tiene que pedir permiso y supervisión. Y, por supuesto, que nunca podrá hacer una compra de un servicio o aplicación sin que antes nosotros podamos tutelar dicha transcacción. Hay no pocos desaprensivos en el mundo de las compras dentro de las aplicaciones y videojuegos, que pretenten incentivar pequeñas transacciones innecesarias en los niños para seguir jugando.
2. Limitar los horarios de uso
Hay que delimitar los momentos de uso, por ejemplo, no es conveniente que nuestros hijos vayan a la cama con el móvil, ya que las relaciones sociales que tengan en las distintas redes pueden excitarles emocionalmente e impedirles dormir relajados, amén de obligarles a forzar la vista. Por otro lado, las horas del estudio son sagradas y se dedicarán exclusivamente a estas tareas, lo que también ayudará al o la menor a concentrarse y evitar la dispersión.
También las comidas deben ser un momento en familia y libre de mensajes, llamadas o consultas en Facebook. En esto, está claro que es fundamental por parte de los padres de dar ejemplo y aplicarse las mismas normas, de modo que ninguno de los miembros de la familia utilice el móvil durante los desayunos, las cenas y las comidas.
3. Ayudarles a gestionar sus relaciones
Gestionar el móvil de nuestros hijos, las aplicaciones, las descargas, etc., es más importante de lo que parece, porque un smartphone supone sumergirlos en un mundo de adultos para el que todavía no están preparados. Por supuesto, tienen derecho a la privacidad, a hablar con quien quieran sin ser escuchados y otras acciones. Pero deben entender y aceptar que habrá cosas que gestionaremos nosotros.
Los expertos advierten de peligros que pueden aparecer asociados al móvil, a parte de la discutida adicción. Por ejemplo, las amenazas a la privacidad del menor, el acceso a contenidos inapropiados, el acoso entre menores, que puede ser mucho más agresivo y dañino en internet, o el acoso de un adulto a un menor con intención sexual. Por lo tanto, hablar con nuestros hijos sobre estos temas, y dejar claras las pautas de actuación si es molestado por compañeros o adultos, es esencial.
4. Enseñar un uso respetuoso
El principio es claro: no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. Tiene que estar claro que lo que se escribe en un mensaje de Whatsapp, o en una red social, es igual de grave que un insulto en persona. Cualquier ataque, humillación, chantaje o broma muy pesada a otra persona -el llamado ciberacoso- puede llegar a ser delito. Este es hoy en día uno de los principales caballos de batalla en los colegios e institutos.
Juan Pedro León es autor del blog Entre Papás: Pensamientos de un padre apasionado.
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