Estudiantes, año IV en el infierno
No hay duda de que cuando llegue el fin de los tiempos y alguien comience a rememorar los grandes hitos del baloncesto europeo, el Estudiantes tendrá, como mínimo, una página para narrar sus hazañas. El club madrileño, con una identidad muy marcada, pues no es fácil hacerse un nombre en la canasta española siendo el vecino de todo un Real Madrid, ha conseguido generar un culto a su alrededor, una demencia, mientras acumulaba en sus vitrinas tres Copas del Rey (1963, 1992, 2000), cuatro subcampeonatos de liga (1963, 1967, 1981, 2004) y casi un título europeo, la Copa Korac de 1999, una épica que cercenó el Barcelona en la final del Palacio de los Deportes de Madrid. Glorioso pasado que nada tiene que ver con lo que ha vivido el club desde el año 2021 , momento en el que un maligno maleficio se posó sobre su escudo. El coronavirus mermó a su plantilla con virulencia, la ventisca Filomena destruyó su histórico campo de entrenamiento, 'La Nevera', y, cuando parecía que no se podía ir a peor, se consumó el primer descenso de su historia tras 73 años de vida . Una degradación que hizo que su abultada deuda económica, de unos 10 millones de euros, tuviese una difícil solución. Le tocó vivir su 75 cumpleaños en la LEB Oro, la segunda categoría del baloncesto español, y falló en los tres intentos de volver a la ACB, cada uno más cruel que el anterior. Y en esas está el Estudiantes. Ya conocida su historia, impresionó ver cómo el pasado miércoles el equipo se presentó de manera oficial para la temporada 2024-25, su año IV en el infierno que comenzará hoy con un duelo ante el Obradoiro. Lo hizo en la Fundación Movistar de Gran Vía, hasta los topes para ver a los estudiantiles, y fueron las sonrisas de los protagonistas el hilo conductor del acto pese a que la situación parece más crítica cada año que pasa. Acompañados de las jugadoras del conjunto femenino y de algunos de los más de 4.500 canteranos que acoge («La cantera más grande de Europa», se encargó de recordar una y otra vez el presidente Ignacio Triana), las estrellas del primer equipo masculino se sometieron al bisturí de los medios de comunicación. Con pose seria, más acostumbrado al chándal y al parquet que al traje y al protocolo, el técnico Pedro Rivero fue el primero en atender a ABC . La charla con el segoviano era casi obligada, ya que es el primer técnico del Estudiantes desde 2018 que no es despedido tras su primer año al mando. «Mi renovación significa que, además de ser ambiciosos, el Estudiantes y yo estamos en una buena dinámica. Queríamos mirar al futuro, aunque el final de la temporada pasada fuera muy duro. El querer construir algo no se consigue de la noche a la mañana». Sabias palabras, pero que evidencian la gran cicatriz del equipo de cara a esta campaña. Con ese «duro final» se refiere Rivero al partido decisivo por el ascenso del pasado junio ante el Lleida . Parecía que todo estaba a favor, pues el duelo se disputó en Madrid y el Estudiantes consiguió atraer a más de 4.000 aficionados a las gradas. Pero antes del final de la primera parte, el resultado era desesperanzador y los catalanes ya ganaban de 34 puntos con solo 17 minutos disputados (14-48). «En el descanso la escena era terrible, en mi vida había visto un vestuario así. Vinieron semanas muy malas, los jugadores estaban desolados durante las vacaciones . Nos va a quedar una marca para toda la vida». Y ya son tres, pues en 2021 lo apeó el San Pablo Burgos en los cuartos y en 2022 el Zunder Palencia en semifinales. «El ansia que teníamos de que todo saliese bien nos pudo». Fue entonces cuando en las entrañas del club se dieron cuenta de que los proyectos galácticos no les sacarían del lío. Es por eso que, esta temporada, cuatro de las diez nuevas caras han sido formadas en la cantera, el gran tesoro del Estudiantes, una fábrica que ha regalado talentos como los de Felipe Reyes, Sergio Rodríguez, Juancho Hernangómez o Darío Brizuela . Ahora, sus representantes son el uruguayo Jason Granger, que vuelve tras una década de carrera internacional, el italiano Lucas Giovannetti, el madrileño Adams Sola y, por supuesto, Héctor Alderete . El ala pívot de 22 años fue el que más interés mediático despertó en la presentación del equipo. «Tengo una historia muy jugosa», asegura con una leve sonrisa. El talento madrileño, que defiende los colores colegiales desde que tenía tres años, apuntaba a jugador referencial hasta que en 2019 acumuló tres lesiones gravísimas que le dejaron muy afectados los ligamentos de la rodilla y el menisco. Aunque lleva casi dos años sin disputar un partido oficial, avisa: «Me encuentro espectacular». Superados los miedos, Alderete está muy agradecido de su ascenso al primer equipo y utiliza su caso para definir qué significa ser canterano del Estudiantes: «Además de mis padres, este equipo es quien me ha educado. Es una gran familia. No somos ni el Barça ni el Madrid, pero tenemos mucho poder de movilización, generamos arraigo . Estamos en la élite, pero seguimos siendo un equipo de patio de colegio», explica. Alderete estuvo en las gradas, aún con la rodilla magullada, mientras el club de su vida se hundía ante el Lleida. Dura imagen y mucho sufrimiento que no consiguieron que la gran promesa, que se considera antes aficionado colegial que jugador, se convirtiese en víctima. «Estaremos aquí hasta que nos merezcamos estar en otro sitio».