Una vida en silla de ruedas, malos tratos y un cáncer terminal: La batalla de Loida Zabala para estar en París 2024
En el estadio de la Porte de La Chapelle , sede de París situada al norte de la capital francesa, ocurrió una escena simplemente maravillosa. Loida Zabala , cacereña de 37 años, participaba en la final de levantamiento de peso . Cuando su nombre sonó por megafonía, las lágrimas empezaron a deslizarse por su rostro. Se acercó a la zona de pesas en su silla de ruedas, se subió a la plataforma, comenzó a golpearse en el pecho y levantó unas pesas por el valor de 60 kilos. Los árbitros validaron su actuación y la delegación española, abundante pese al día de perros que ofreció París este jueves, comenzó a aplaudir sin mesura. Esa marca ni de lejos ayudaría a Zabala a intentar luchar por el podio, pero el mero hecho de estar presente ya era una victoria, un oro a una historia de superación como no hay dos en estos Juegos Paralímpicos. Once meses separan esta brillante actuación del que seguramente es el mayor shock que puede recibir un ser humano. El 28 de octubre de 2023, Zabala estaba en su puesto de trabajo (es teleoperadora del servicio de información y ayuda de la Comunidad de Madrid ) y, sin motivo aparente, se le durmió el brazo izquierdo. Tampoco podía iniciar una conversación cuando alguien estaba al otro lado de la línea telefónica. Rápidamente, sus compañeros llamaron a Urgencias y una vez llegaron los sanitarios, Zabala no podía emitir ninguna palabra salvo su nombre y que era sábado. Ya en el hospital, llegó una noticia devastadora. Se le detectó un cáncer de pulmón que se le había extendido a cerebro, hígado y riñón. La atleta, campeona europea en 2022, comenzó un tratamiento muy concreto de radioterapia, intercalado con radiocirugía, que permitiría combatir de forma exitosa a la metástasis. Pero la cacereña, desde que recibió la noticia, asumió que su vida se apagaba. Como ha recalcado en varias entrevistas, tiene claro que su enfermedad no tiene cura y no gasta ni un segundo del día pensando si le quedan meses o años en este mundo. Lo que más le dolió es que el diagnóstico le impidió continuar con su clasificación para París 2024 , los que serían sus quintos Juegos. Estaba muy cerca de conseguirlo cuando empezó con la quimio y el sueño parecía esfumarse. Sin embargo, el pasado julio recibió un mensaje inesperado. La organización, consciente de su situación e impresionada por su espíritu guerrero, decidió convocarla a la capital gala por invitación. Como ha asegurado Zabala , ese día lloró todo lo que no había descargado en los últimos nueve meses. La española, que cerró su serie levantado 70 y 75 kilos, se acercó a la sala de prensa con un llanto de pura felicidad, su sonrisa dejó emocionados a todos los presentes. «El llegar a París ha sido cumplir un sueño imposible. Cuando me detectaron el cáncer terminal, solo me centré en París , estar hoy aquí se convirtió en mi objetivo más importante. Tenía miedo de no conseguirlo, pero al final ha sido posible», aseguró a los periodistas españoles. También narró cómo las sesiones de sauna para bajar de peso, desde los 61 hasta los 50 que le permitían competir, la dejaron muy débil, tanto que no supo si podría saltar a la pista hasta unas horas antes de la final. Pero hubo final feliz. «No me considero una inspiración para nadie en absoluto. La fuerza interior que veis en mí la tiene todo el mundo. La diferencia es que yo he pasado por ciertas situaciones en mi vida que me han demostrado lo fuerte que soy». Y esa valentía inabarcable, de superheroína inmortal, surgió mucho antes de que le detectaran el cáncer. Con 11 años, pasó varias semanas en el hospital debido a una Mielitis transversa , inflamación de la espina dorsal que le obligó a pasar el resto de sus días en una silla de ruedas. Obstáculo que suavizó entregando su vida al deporte. Siempre tuvo predilección por el kárate , pero en 2005, un exjugador de baloncesto y conocido suyo le habló de la halterofilia adaptada. Reconoció engancharse al instante a la modalidad, lo que la llevó a mudarse a Oviedo en 2007 para entrenar en el Club San Mateo. Tras nueve temporadas de duro adiestramiento e incluso sobreponerse a un caso de malos tratos de su expareja en 2012, en París llegó el oro que tanto había buscado, aunque no fue en forma de medalla. «Ahora me gustaría revalidar el título europeo y sobrevivir hasta Los Angeles 2028 . Nada de vacaciones, cuando haces lo que te apasiona siempre estás de vacaciones».