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Май
2024

El Nadal más Nadal cede ante Zverev, pero se resiste a decir adiós a París

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PESTAÑA nadal-zverev-roland-garros-2024 Crónica 4 Dos años después, 722 días después, el mismo Rafael Nadal de siempre en la Philippe Chatrier. No por físico, ni por resultado, pero sí por esencia, la de entregarse hasta el límite, la de exprimir sus opciones, la de intentarlo una y otra y otra vez. El Nadal de París, que triunfa gane o pierda. Cede esta vez, en primera ronda, una anomalía que se explica por todo lo que pasado en estos dos últimos años, desde que levantara su decimocuarto título aquí, su Grand Slam 22. Cede esta vez, contra un Alexander Zverev impoluto que no tiembla ni ante la estatua ni ante el nombre ni ante el tenista, ni siquiera ante unan pista central que no esconde sus colores. Cede esta vez, pero muestra Nadal un nivel en ascenso y un tenis más que decente para alargar la esperanza de que lleguen de nuevo grandes cosas no demasiado tarde. Quien llegó demasiado pronto fue Zverev, que obliga a claudicar a Nadal a las primeras de cambio en un Roland Garros que evita el homenaje porque el protagonista así lo ha querido y así lo ha demostrado. Es Nadal, cómo no permitirse soñar con otro baile en la Chatrier, en 2025, después de esta enésima muestra de pundonor y clase en el que parecía que iba a ser su última vez en París.   Roland Garros Primera ronda Alexander Zverev 6 7 6 Rafael Nadal 3 6 3 Tiene razón Nadal, no necesita homenaje impostado alguno porque estos surgen de forma natural desde el corazón de los aficionados, rendidos al héroe de todos, españoles, franceses, ingleses, del planeta tenis; que esto no va de nacionalidades, sino de sentimientos. Los que se pusieron en marcha en cuanto comenzó el partido de los partidos. Porque, de repente, Roland Garros se paraliza, pendiente de su héroe; no hay nada más en estos momentos que esta Philippe Chatrier que atiende con el pulso acelerado porque se disfruta una vez más de Rafael Nadal, que nunca se sabe si será la última. Incluso París recoge ese sentimiento, lluvia torrencial que obliga a cerrar el techo, la Chatrier, una olla de presión. ¿A favor de quién? No se discute: el aplauso a la salida del balear, atronador; los 'Rafa, Rafa, Rafa' iniciados por una fanfarria son multitud. Código Desktop ????????????????????????????????????????????????????????#RolandGarros @RafaelNadal pic.twitter.com/osR2lTujuP— Roland-Garros (@rolandgarros)

May 27, 2024
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May 27, 2024
El sentimiento de cariño y casi pertenencia, que han sido 22 Grand Slams y catorce de ellos aquí, es universal, y se ha ido construyendo desde hace años. Pero hoy, lo que vale es este partido contra Zverev, y por eso, el balear acierta a conceder una actuación de las suyas, que es como atender a la creación de una obra de arte, gane, como ha hecho 112 veces antes, o pierda, como hoy. Incluso cuando el primer juego empieza con break en contra, y en blanco. Un inicio que intenta revertir la grada, sin descanso, que hasta aplaude dobles faltas del alemán, por si hay dudas de a quién se ha venido a ver en este lunes primaveral. Nadal regala todo lo que tiene, y es una locura la Chatrier, llenísima en sus 15.000 butacas y más sitios porque hay gente de pie en las salas colindantes. Es un momento histórico y así lo vive el balear que tiene hasta dos bolas de break para empatar a dos, para euforia del personal, pero este Zverev es dos años mayor que aquel de 2022, y se nota en la cabeza; y este Nadal también es dos años que aquel de 2022, y se nota en el físico. El alemán no tiembla ni padece, una mano firme en la derecha y letal con el revés. No iba a jugar contra una estatua, sino con el modelo real, y así se planta en esa pista de la que salió hace dos años en silla de ruedas. En este 2024 sale triunfante, aunque sabe que el protagonista es su rival. Y así se muestra en la pista: respeto al español porque no concede ni se deja una gota de esfuerzo en cada golpeo, y también después, alabanzas para quien sigue siendo la imagen en la que fijarse. Noticias Relacionadas estandar No Tenis Alcaraz sacude los nervios, los miedos y a Wolf en su estreno en Roland Garros Laura Marta estandar No Tenis 2005, el primer Roland Garros de Nadal: Con Burgsmuller empezó todo Laura Marta A lo Nadal, el español da todo lo que ha sido, todo lo que tiene y un poco más, como siempre, para dejar una huella más en esta pista tan suya. Quién sabe si por última vez. Porque este partido va de eso, de agradecer al balear todo lo que ha sido aquí, por encima de números, marcadores y golpes ganadores. Él, por si acaso, se permite sacar los reveses a pasear para mover a Zverev todo lo que puede, y zanjar algún punto con esa derecha que hasta hace bien poco no podía permitirse, limitado como estaba de movimientos después de un año parado, una cirugía y otra lesión este mismo enero. Es verdad que son 38 años el 3 de junio, y con todo su historial, va pesando en el primer parcial. Se sortea una primera bola de set, y una segunda, pero es imposible la tercera ni recuperar esa rotura inicial al resto porque no se lo permiten las piernas ni el poco rodaje y mucho menos el alemán: piedra va, piedra viene, con un saque que lo sujeta en los momentos de peligro y lo impulsa con viento a favor, y especialmente acertado con el revés. «Hasta el final, vamos Nadal», advierte un espectador. Y así lo cumple el español, que levanta un 15-40 en el cuarto juego del segundo set y lanza la rodilla y el puño al aire. Pide el aplauso y la Chatrier, claro, se vuelca. En pie los 15.000 espectadores, que eso no va de resultado alguno, que va de un trocito más de la historia del tenis construyéndose sobre la pista. Del tirón, es Nadal quien consigue una bola de rotura, completada con una dejada perfecta, esa que no salió en el primer punto del partido. No estaba tan lejos, decía sobre los entrenamientos, y resulta que está cerquísima. Código Desktop Djokovic is watching too ????#rolandgarros pic.twitter.com/vcJAaWQIf9— Roland-Garros (@rolandgarros)

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May 27, 2024
Cómo no creer en Nadal después de catorce títulos aquí, cómo no creer en Nadal después de 112 triunfos, cómo no creer cuando se revuelve y se crece, empujado por la grada, para ceder en su saque, pero seguir peleando hasta el tie break, donde Zverev dibuja sonrisas cuando en 2022 habían sido lágrimas. Son dos horas de juego cuando Nadal choca su derecha en la red y son dos sets abajo. Está cerquísima en nivel de juego, pero no en rodaje físico ni de competición. Ha llegado demasiado pronto este Zverev concienzudo que no se deja engañar por las heridas del español ni por la presión que mete la afición. Está cerquísima el nivel de juego, y con él podría haber despachado a 90 de los primeros cien tenistas de la lista, pero ha llegado demasiado pronto este Zverev, que se muestra fresco en el capítulo definitivo mientras a Nadal le falta el aliento. Una semana más con esta libertad de movimientos, un par de partidos de competición y quién sabe cómo hubiera sido Roland Garros para Nadal. Pero es lo que hay y así lo asume el balear, que entrega otra dosis de esa forma inexplicable que tiene de ser en esta pista, y en todas las pistas. De regalar un día más del más puro Nadal, un sentimiento que prevalecerá en el imaginario colectivo por encima incluso de sus derechas a la carrera, de sus efectos con el liftado o de sus reveses afilados: el esfuerzo, la entereza, la bravura, la capacidad para pelear y pelear y pelear y convertir los imposibles en, al menos, oportunidades. Agotado, dolido en cómo no pudo ganar ese segundo set, con una buena carga de adrenalina en forma de sudor por encima, con dos horas de ejercicio a un nivel que hacía año y medio que no tenía, pero Nadal es Nadal y retuerce la lógica del encuentro para ganarse un break y alimentar las esperanzas de que protagonice otra tarde de las suyas, que no son épicas, sino nadalianas, que es mucho más. Pelea y pelea y pelea en el quinto juego, negándose a claudicar a pesar de las cuatro bolas de rotura en contra: 43 minutos y es apenas un 3-2. Y se cumplen tres horas y tiene Nadal dos bolas de break. Una locura de las suyas, inclemente ante el desaliento, su ADN exprimido a pesar de todo lo que tiene en contra. Ahí, en contra, tiene a un Zverev descomunal que no cede ni un milímetro, que, al revés, crece en confianza con todas las opciones de rotura levantadas y sentencia después al resto. No, Nadal no necesita homenajes impostados porque salen de forma espontánea. Un agradecimiento infinito de las 15.000 almas que celebran haber visto una vez al mejor tenista en estas tierras. Por primera vez en su carrera, Nadal pierde dos partidos seguidos en esta superficie. ¿Cómo explicarlo? Simplemente, Nadal, en París. «No es mi momento, es el de Rafa. Muchas gracias a Rafa, lo he visto durante toda mi infancia y es un honor haber compartido dos grandes partidos con él en París», comentaba el alemán antes de dejarle la palabra al español. «No sé si ha sido mi último día aquí. Si lo es, muchas gracias por el apoyo. Han sido dos años muy duros con las lesiones. Todo este proceso ha sido para conseguir otro sueño en París. Es difícil salir en primera ronda porque es muy pronto. Me he sentido muy bien pero contra Zverev ha sido demasiado pronto. Es posible que haya sido mi último día aquí, pero no lo puedo decir al cien por cien. Me siento mejor físicamente que hace dos meses, me estoy divirtiendo y viajo con la la familia. A lo mejor dentro de dos meses digo que no puedo más, pero quiero prepararme para volver a esta pista en los Juegos Olímpicos», comentó el español. «Esta pista es tan especial, con tantas victorias, algo que nunca habría soñado. Todo lo que me hace feliz en esta pista y la hace especial es toda la gente que trabaja detrás del escenario. También la familia, el equipo, amigos, todos los que me ayudan en todos los momentos de mi vida. Y toda la gente que me entrega estas sentimientos que me llegan y que agradezco desde el fondo de mi corazón. Ojalá pueda veros otro año, pero no lo sé», finalizó antes de que la Chatrier, en pie, con lágrimas en los ojos, despidiera al campeón de los campeones con «Rafa, Rafa, Rafa». Un sentimiento.