Angel Maass: Perspectiva Negativa para México
El reciente cambio de perspectiva de la calificación de México a “negativa” por parte de Moody’s encendió una alarma para la economía nacional. Aunque parece un tecnicismo financiero, esta evaluación puede tener un impacto tangible en la vida de millones de mexicanos. Si México pierde su “grado de inversión”, las consecuencias se sentirán en el bolsillo de todos. Pero, ¿qué significa este grado de inversión y por qué es importante?
El grado de inversión es, en pocas palabras, una “carta de recomendación” que muestra cuánta confianza tienen los mercados en la economía de un país. Cuando Moody’s ajusta la perspectiva de México a negativa desde estable, es como si estuviera advirtiéndole que se está quedando sin crédito. Una degradación podría encarecer el financiamiento para el país y, en consecuencia, afectar la economía general.
¿Qué llevó a Moody’s a este cambio?
La decisión de Moody’s se basa en tres factores clave: el aumento de la deuda pública, la desaceleración económica y los desafíos fiscales. La deuda pública, en términos simples, es el “tarjetazo” del gobierno para cubrir sus gastos. Este gasto, sin respaldo en el crecimiento económico, es como gastar sin tener un aumento de sueldo. Esta situación genera desconfianza en los mercados, especialmente si el país no logra aumentar sus ingresos.
A esto se suma la desaceleración económica, preocupante porque, sin crecimiento, México no genera los recursos necesarios para cubrir sus obligaciones financieras. Finalmente, los desafíos fiscales reflejan la dificultad de hacer más con menos ingresos, un problema creciente que preocupa a agencias como Moody’s.
¿Qué pasa si México pierde el grado de inversión?
Perder el grado de inversión no solo afectaría al gobierno, sino también a empresas y ciudadanos. Imaginen que México es un cliente de banco que ha retrasado pagos y recibe una advertencia de que su crédito está en riesgo. La consecuencia inmediata es que este cliente enfrentará tasas de interés más altas para nuevos préstamos. Para México, esto significa que el financiamiento externo será más caro, afectando tanto al gobierno como a empresas nacionales que buscan expandirse o invertir.
Este encarecimiento del crédito podría limitar el crecimiento en áreas clave, impactar el empleo y, en última instancia, reducir el poder adquisitivo de los ciudadanos. Además, en un contexto de tasas de interés ya elevadas, el gobierno tendría que buscar maneras creativas para financiar sus necesidades sin deteriorar aún más su perfil crediticio.
El rol de Banxico y la reducción de tasas
En este contexto, Banco de México (Banxico) decidió reducir su tasa de interés de referencia en 25 puntos base, dejándola en 10.25%. Esta disminución podría dar un respiro a la economía, que ha operado bajo tasas últimamente altas. Para empresas y consumidores, una menor tasa de referencia significa, en teoría, acceso a créditos más baratos, impulsando el consumo y la inversión.
Una oportunidad disfrazada de advertencia
La perspectiva negativa de Moody’s es una advertencia que, bien gestionada, puede convertirse en una oportunidad para México. Este cambio es una “llamada de atención” para que el país fortalezca su economía, revise sus prioridades y logre un equilibrio entre gasto e inversión. En los próximos meses, el gobierno deberá actuar con prudencia y visión de largo plazo para evitar caer en una espiral de endeudamiento que comprometa el futuro.
Aunque el cambio de perspectiva de Moody’s parezca una mala noticia, también es un recordatorio de que la salud financiera de México depende de decisiones firmes y responsables. Cada ciudadano, empresario e inversionista debemos estar atentos a las próximas decisiones económicas, pues de ellas dependerá que el país siga siendo una apuesta confiable para el mundo. Como en toda buena historia, la clave será ver si México logra darle la vuelta a esta situación y demostrar que, aunque el camino esté cuesta arriba, es posible avanzar con paso firme.
Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.