¿Es posible innovar en la industria del vino?
“En el vino no hay mucho más que tinto, blanco y rosado”, “al vino lo asocio con una persona mayor, con mis abuelos o mis padres”, “a mí no me gusta el vino, lo tomo ocasionalmente con mi familia”. Estas son algunas de las afirmaciones entre jóvenes de 21 a 34 años que, definitivamente, no consideran al vino dentro de sus elecciones.
Sin embargo, esta bebida ancestral que nos acompaña hace más de 8 mil años viene evolucionando junto a nosotros y busca salir del lugar donde es considerada como tradicional, clásica, poco diversa o, incluso, conservadora. Para lograrlo, desde hace casi una década, se registran movimientos que van generando adeptos en esas generaciones más jóvenes que prefieren la diversidad de la cerveza, los aperitivos o la coctelería, tendencias que marcan un cambio de época que narro en detalle en mi libro “Te cuento el vino”, que acaba de salir con el sello Grijalbo, de Penguin Random House.
Uno de los movimientos más recientes es el vino en lata que, desde luego, tiene numerosos detractores en los consumidores clásicos, pero cada vez más adeptos en las generaciones más jóvenes. La lata de aluminio ingresó al mundo de las bebidas en 1959 y desde entonces ha transformado la industria gracias a su fácil elaboración, transporte eficiente y su capacidad para ser reciclada y reutilizada. En un mundo donde la necesidad de inmediatez es una realidad, se han hecho estudios de comportamiento de consumo que indican que los consumidores perciben en este tipo de envase que la practicidad (35 por ciento), el rápido enfriamiento (16 por ciento) y la medida justa (12 por ciento), que es básicamente una copa, son las principales ventajas al momento de elegir el formato. Sin duda una combinación de innovación y modernidad ya presente en las bebidas “ready to drink” o las cervezas, que viene a refrescar una categoría asociada a la tradicional botella.
La segunda sorpresa entre las tendencias de consumo es la creciente oferta de vinos dulces, que llaman la atención y atraen a todos los paladares –solos o usados en coctelería– porque son sinónimo de previa, noche y diversión para los más jóvenes ¿Por qué crecen? Porque son fáciles de tomar, más amables y más versátiles sin dejar de lado la calidad. Entre los más consumidos y más masivos están los cosecha tardía o dulce natural, dos procesos productivos diferentes. También hay vinos dulces de alta gama, de estos mismos estilos y de otros más complejos, como los vinos de hielo (ice wines) o los vinos de uvas botritizadas. En todos los casos, la industria busca satisfacer distintos paladares y diferentes bolsillos con una propuesta amigable y combinable con platos y momentos.
En línea con los vinos dulces, generalmente de menor graduación alcohólica por su proceso, también surgen hace no más de dos años, en Argentina, los vinos secos de baja graduación alcohólica, aportando diversidad en los estilos, pero también una opción de consumo para quienes quieren disfrutar del vino todos los días. Además, frente a una realidad creciente en el mundo en los últimos 10 años, México se sumó a la tendencia mundial de consumir vinos sin alcohol o desalcoholizados.
Entre las tendencias también se abre camino “una caja grande con canillita”, según la describen los consumidores. Estamos hablando del bag in box (bolsa en caja, sería su traducción directa del inglés) que ofrece tres o cinco litros de vino en una bolsa de plástico especial de dos capas, dentro de una caja contenedora, con una válvula de descarga que cierra al vacío y por lo tanto, permite conservar el vino en perfectas condiciones por lo menos durante un mes, según los productores, o hasta dos, según mis propias pruebas. Fácil de cargar, más liviano que las botellas, más económico, más higiénico y más reciclable, todos atributos que buscan los consumidores actuales. Lo más sorprendente es que este sistema de envasado fue patentado en Estados Unidos en 1953 para comercializar líquidos para baterías de autos; hoy es tendencia e innovación en el mundo del vino, además de sinónimo de ahorro en la compra de un producto de buena calidad.
También hay tendencias que no surgen de la oferta, sino de la demanda. Es allí donde nace la coctelería con vino para lograr tragos de menos graduación alcohólica, refrescantes y fáciles de beber. Se encuentran en las barras combinaciones de blancos con gaseosas o jugos, numerosos reversionados de mimosas con espumosos, mezclas con frutas frescas que dan sensación de “bebida natural” y que se pueden hacer en casa, según demuestran numerosos videos de TikTok.
En un mundo en el que hay 85 países productores, donde tres de ellos (Italia, Francia y España) representan más de la mitad de la producción y donde México ocupa el puesto 33, la necesidad de impulsar la innovación como país productor es clave para crecer. Entender las tendencias mundiales, la crisis del vino tinto, el boom del espumante, el crecimiento en el consumo de rosados, la viticultura orgánica y la transición digital es parte de ese proceso y, sin duda, entender al consumidor es la llave para que el vino, esta bebida ancestral, siga junto a nosotros por mucho tiempo más.