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Esta es la historia real tras el famoso Expreso de Hogwarts: el tren que inspira el mundo mágico

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El viaje que une Escocia con Hogwarts (y a miles de fans con su infancia)

Ya sabemos cómo será el Hogwarts Express en la nueva serie de Harry Potter: ¿falta de originalidad o fidelidad con los libros?

Pocos sonidos son tan reconocibles para los fans de Harry Potter como el silbido del Expreso de Hogwarts partiendo desde el andén 9¾. Pero lo que muchos no saben es que ese tren —el que llevó a Harry, Hermione y Ron hacia su primer día en el colegio de magia— existe realmente, y sigue recorriendo las Tierras Altas de Escocia con el nombre de The Jacobite.

No vuela ni atraviesa muros, pero sí se mueve entre montañas, lagos y paisajes tan espectaculares que parecen hechizados.

Del vapor al mito: el nacimiento del Jacobite

Aunque hoy es una atracción turística con alma de leyenda, la historia del tren empieza mucho antes de que J.K. Rowling imaginara Hogwarts. El recorrido original se remonta a 1901, cuando se inauguró la línea de West Highland, con el objetivo de conectar la zona rural de Mallaig, en la costa atlántica escocesa, con el resto del país.

En aquel entonces, los trenes a vapor eran el orgullo del Reino Unido, pero con la llegada de las locomotoras diésel, en 1967, el servicio se detuvo. Afortunadamente, en 1984, la compañía decidió revivir parte de la ruta como reclamo turístico: nacía así el “West Highlander”, que después se llamaría “The Lochaber”.

Cuando la red ferroviaria fue privatizada en 1995, West Coast Railways tomó el control del servicio y rebautizó la joya con el nombre que la haría inmortal: The Jacobite.

La historia cambió definitivamente cuando los productores de la saga de Harry Potter buscaron un tren que pareciera salido de otro tiempo. Encontraron exactamente eso en el Jacobite: una locomotora de vapor negra y majestuosa, rodeada de niebla, que parecía esperar su destino en alguna estación encantada.

Las escenas del Expreso de Hogwarts se rodaron en localizaciones reales de la línea escocesa, especialmente en el viaducto de Glenfinnan, con sus 21 arcos de piedra y su entorno de montañas verdes que parecen sacadas de un cuento. Desde entonces, miles de viajeros han peregrinado hasta allí solo para ver pasar el tren, cámara en mano, soñando con escuchar el pitido que anuncia el regreso a Hogwarts.

Un viaje por las Tierras Altas

El recorrido del Jacobite cubre 135 kilómetros de ida y vuelta (unas 84 millas) y está considerado uno de los trayectos en tren más bonitos del mundo. Parte de Fort William, a los pies del Ben Nevis —la montaña más alta del Reino Unido—, y llega hasta Mallaig, un pequeño puerto pesquero con vistas al Loch Nevis, el lago de agua salada más profundo de Europa.

Por el camino, el tren atraviesa algunos de los paisajes más icónicos de Escocia: el río Morar, el Loch Morar y el imponente viaducto de Glenfinnan, donde cada día decenas de fans esperan su paso como si fuera una aparición mágica.

Subirse al Expreso de Hogwarts (de verdad)

Hoy, el Jacobite funciona entre primavera y principios de otoño, con servicios tanto por la mañana como por la tarde. Los billetes oscilan entre las 43 y 65 libras por persona (según la clase), y aunque no hay hechizos que te garanticen plaza, conviene reservar con antelación: las entradas se agotan cada temporada.

Los más fanáticos pueden incluso contratar tours organizados desde Edimburgo, que incluyen el viaje, visitas guiadas y paradas en localizaciones que aparecen en las películas, como el Castillo de Alnwick, donde se rodaron las primeras clases de vuelo de Harry Potter.

Quizá lo más mágico del Jacobite no sea su conexión con Hogwarts, sino su capacidad de transportar a quien lo aborda a otro tiempo. Mientras el tren resopla sobre el vapor y los paisajes escoceses se despliegan tras la ventana, uno entiende por qué Rowling imaginó aquí la frontera entre el mundo muggle y el de la magia.

Al final, el viaje en el Expreso de Hogwarts no está en los libros ni en las películas, sino en la mirada de los pasajeros que aún creen —aunque sea por unas horas— que todo es posible al cruzar el viaducto de Glenfinnan.