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Martí Domínguez, escritor: "El franquismo fue, básicamente, una lucha de clases para mantener las clases"

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El autor reconstruye en 'Ingrata patria mía' las últimas horas de Joan Peset Aleixandre, el rector de la Universitat de València fusilado por la dictadura en la posguerra

Hemeroteca - El fusilamiento del rector Juan Peset Aleixandre, 80 años de un crimen del franquismo contra la medicina

El escritor Martí Domínguez (Madrid, 1966) cierra su trilogía novelística sobre el fascismo con Ingrata patria mía (publicada en castellano por Destino y en valenciano por Proa), la crónica de las últimas horas con vida del rector Joan Peset Aleixandre, fusilado por el régimen franquista en Paterna el 24 de mayo de 1941.

Domínguez, un gran escritor europeo en una lengua minorizada, ha investigado durante años los sumarios de los que compartieron con el doctor Peset sus últimas horas con vida: dos milicianos y un alcalde cuyos huesos aún permanecen en una fosa común. Fruto de las pesquisas, en algunos casos de tintes detectivescos, la novela retrata el mundo carcelario de posguerra en el que Joan Peset, un humanista de la burguesía republicana liberal, fue encerrado por el régimen, amén de los compañeros universitarios que lo denunciaron y que lograron que fuera finalmente fusilado.

El autor, responsable de la revista científica Mètode, propicia una amplia galería de fascinantes personajes, tales como Máximo Cuervo, director general de Prisiones con el lema carcelario de “la disciplina de un cuartel, la seriedad de un banco, la caridad de un convento”; Ramón de Toledo, que creó un ajedrez viviente de reclusos, o el médico que fue alumno de Peset y que modificó su apellido para que, a la postre, nadie detectara la pista de su papel en el fusilamiento, sin prever que el escritor seguiría su rastro en los archivos.

Maestro de varias generaciones de periodistas y afrancesado intelectual volteriano, Martí Domínguez ve en Joan Peset un “símbolo universal de la represión y de la actitud cívica”. En esta entrevista con elDiario.es, celebrada —cómo no— en el Colegio Mayor Rector Peset del barrio del Carmen, Domínguez reivindica el papel cívico de aquella (demasiado breve) ilustración republicana, además de una cierta bonhomía del personaje principal de su novela que el autor siempre hace suya en la realidad.

Esta novela, ¿en qué ciclo de su obra se enmarca?

Realmente es la tercera de la trilogía del fascismo. La primera es La sega, la segunda es El espíritu del tiempo y, finalmente, en esta también vuelvo a trabajar aspectos que me interesan como es la persecución del intelectual, el silenciamiento de la barbarie y toda esta actitud del franquismo de anular a cualquier voz disidente. De alguna forma, Joan Peset representa la intelectualidad y el mundo universitario. Lo que a mí más me chocó —y llevo desde el 2001, que leí el sumarísimo que se hizo una edición por parte de la Universidad en facsímil lo que más me impresionó fue precisamente que fueron sus propios compañeros de la facultad los que hicieron la primera denuncia y, cuando lo condenaron a 30 años de prisión (que el presidente del tribunal consideraba que ya era un buen castigo) fueron precisamente los compañeros los que de nuevo lo volvieron a denunciar y consiguieron que hubiese un nuevo juicio (algo también sorprendente) y una nueva condena, que es a muerte. Todo eso lo que produce es ese deseo de acabar con cualquier posibilidad, cualquier atisbo de en un futuro, de un cierto aperturismo progresista dentro del mundo universitario y cultural valenciano.

¿Tanto le sorprendió, siendo usted catedrático universitario, la inquina de los denunciantes de Peset?

Realmente, la Universidad produce más muertos que la mina. También el periodismo produce muchos muertos, pero en la Universidad hay muchas rencillas y es natural que haya posiciones a veces muy encontradas, pero no conocía ningún ejemplo parecido. Yo diría que incluso en el mundo puede haber pocos ejemplos parecidos de que sean tus propios compañeros de facultad, con los que muchas veces has participado en las mismas orlas de promoción. Hay que pensar que Peset no es que fuese un profesor más: era el rector durante muchos buenos años, vicerrector anteriormente, decano de la misma facultad; es decir, alguien que llevaba 20 años en posiciones oficiales académicas de primerísimo nivel, aparte de ser una persona condecorada por sus propias acciones cívicas en epidemias, como la de la gripe o la del tifus con el doctor Ferrán. Es decir, era un hombre muy señalado desde el puntoá de vista de mérito cívico y un gran reconocimiento personal por parte de la propia sociedad valenciana.

¿Y sus antagonistas?

Marco Merenciano es un señor muy formado, un gran escritor, le llaman el Gregorio Marañón de derechas. Eso es lo que arma la novela. A mí no me interesa reconstruir algo que ya sabemos, aunque en mi novela hay muchísima información nueva. He obtenido los distintos sumarísimos, las tres personas que lo acompañan (y todo eso es nuevo), pero sí que hay un deseo de hacer literatura y de entrar en la psicología de cada personaje. Marco Merenciano sí que hizo una colaboración con Vallejo-Nájera y buscó el 'gen rojo'.

Ahí hay una situación muy decepcionante, de falta de altura intelectual, porque evidentemente habían ganado la guerra y, evidentemente, habían sufrido una represión estas personas conservadoras: Fernando Rodríguez Fornos [rector entre 1941 y 1951] tuvo que exiliarse. Al depurador de la universidad, José María Zumalacárregui, le matan a su hijo. En cualquier caso, hay pérdidas personales y es comprensible que haya una polarización. Pero de ahí a querer matar a tu oponente, a tu contrario, a alguien con quien has convivido tantas veces, pues resulta casi inaudito. Fíjate que, durante la guerra, mataron a dos rectores, al rector de Granada, que era un arabista muy importante, y al de Oviedo, que era el hijo de Leopoldo Alas y catedrático de Derecho. Pero eso son actos de guerra. De hecho, y lo explico en la novela, durante el propio proceso y el fusilamiento del rector de Oviedo, un soldado del escuadrón reconoció a su maestro y se negó a fusilarlo y lo mataron con él. Pero aquí hablamos ya del año 41, cuando está ya muy avanzado todo el proceso de depuración. Yo creo que Peset, a pesar de todo, creía que se iba a salvar. Incluso, con el 'enterado', tenían (por lo que he llegado a saber, aunque no he podido precisarlo) ciertos contactos importantes para poder parar la ejecución.

A raíz de sus pesquisas, aun novelando, aporta nuevas pistas sobre los últimos momentos con vida de Peset.

En mi novela, de alguna manera sugiero que se adelantó, se avanzó, y que incluso pilló a Peset, que acababa de operar una hernia por la mañana, y lo fusilaron con la camisa de pijama puesta, porque descansaba en la celda, se había cambiado, lo llamó el director y ahí fue con la camisa de pijama puesta. Si sabes que te van a fusilar, no vas con la camisa de pijama puesta, obviamente.

A diferencia de El espíritu del tiempo, en la que había una cierta admiración científica hacia sus protagonistas y luego el descubrimiento de una tremenda decepción ética y moral, en Ingrata patria mía me da la sensación de que pinta a estos personajes que denunciaron a Peset como algo mucho más cutre, sin ni siquiera un halo intelectual.

Sí, realmente el nazismo tiene una componente, desde el punto de vista de cambio social, que es muy espectacular y eso arrastró a las masas. El franquismo es un fascismo de ir por casa, que le falta altura, incluso en los propios objetivos. Es una lucha de clases para mantener las clases, básicamente. Aun así, a pesar de ser cutre, sí que creen en una España imperial, en una nueva España alineada con el Eje, y por eso están tan lanzados. Cuando cae París, hacen una saca de 50 prisioneros condenados y los matan para celebrar la caída de París. Es decir, están absolutamente convencidos de que están en un nuevo tiempo. En un momento determinado, el propio Ramón de Toledo [director de la cárcel Modelo de València] lo dice: van a liderar ellos esos nuevos tiempos. Consideran que superan a Hitler en muchos aspectos, porque ellos hablan de un nacionalcatolicismo que Hitler no tiene. Ven el catolicismo como eje vertebrador de esa nueva España y de ese nuevo mundo también. La admiración o el deslumbramiento que puede producir el nazismo no lo produce el franquismo nunca. Hay un deseo de un cambio absoluto de la concepción de la especie humana y del ecosistema humano o el urbanismo. Hay una transformación propia de los germánicos, absolutamente cuadriculada. En el caso del franquismo es un poco de ir por casa.

Otro componente de peso de su novela es el escenario carcelario.

Me resulta muy fascinante todo el idioma carcelario, los usos de ese engranaje de aniquilación que pone el franquismo en ir fusilando a cuantos más mejor. Esos juicios falsos, porque en el fondo son juicios falsos; todo eso hace que tenga también un resultado muy deslumbrante en el sentido de que produce cierta ansiedad. Yo creo que la novela, en ese sentido, es adictiva; me lo han dicho algunos lectores: que empiezas y que produce esa necesidad porque cada capítulo aporta nuevas cosas y todo es terrible.

Peset cree que la manera de proteger a las clases populares es haciendo política con la Izquierda Republicana y con el Frente Popular después

¿De dónde nace esa fascinación por Peset?

Realmente el facsímil del proceso editado por la Universitat de València fue lo que me abrió la puerta a interesarme por Peset. Lo tenía siempre ahí en la retaguardia, por decirlo así. Le he dado muchas vueltas, porque no es fácil encontrar el tono. Sí que sabía qué quería contar: la persecución de la intelectualidad, que es algo que me interesa. He escrito un ensayo que es El somni de Lucreci. Una història de la llibertat del pensament, ahí hablo desde Galileo hasta Darwin. Siempre me ha interesado esa persecución del libre pensamiento y, en este caso, Peset es un libre pensador que abandona un poco a los suyos, entre comillas, y cree que la manera de proteger a las clases populares es haciendo política con la Izquierda Republicana y con el Frente Popular después. La cuestión está en que después, cuando empecé a trabajar, me dije: realmente necesito saber quienes eran los que acompañaban a Peset, que curiosamente nadie lo había hecho. Incluso los apellidos de uno de ellos estaban mal, al principio no lo encontraba. Para ello tuve que ir al Archivo Histórico Militar de Madrid, porque no hubo manera de que me lo enviasen. Al final, solo me enviaron uno de los expedientes, decían que los demás estaban muy mal. Pues fui allí y fotografié todo lo que pude con unas restricciones muy fuertes; por supuesto dejan sacar cuatro o cinco sumarísimos cada vez.

¿Qué buscaba en esa documentación custodiada en el Archivo de Defensa?

A mí me interesaba saber quiénes eran cada una de las personas que figuran en el proceso de Peset. Y la sorpresa fue que me encontré que el que certifica la muerte de Joan Peset, el médico militar, había estudiado en la Universidad de Valencia con Peset, había trabajado como profesor en Medicina Legal. Y, claro, esa es una de las sorpresas de la propia investigación, José Lloris.

Es impresionante que ese hecho se desconociera hasta ahora.

¿Cómo es posible que se les haya pasado a los historiadores? Pues porque el segundo apellido lo adultera. A partir de ese momento necesitas saber cuántas veces José Lloris, como médico militar, había participado en los procesos de certificación de muerte y para eso tenía que leer sumarísimos. Empecé a leer sumarísimos de gente que conocía y lo que buscaba era quién era el médico. Pues, al menos en dos procesos más, adultera su apellido, que es Ballarín, y pone o Ballarís o Vallarín, con uve. De manera que, efectivamente, si tú pones el nombre completo no te aparece.

El hombre pensó mucho en la posteridad, pero no previó que un avispado escritor acabaría resolviendo el entuerto.

Creo que él no quería estar unido a la muerte de estas personas. Él mismo, por lo que he entendido, estuvo con los médicos militares republicanos en el Hospital de Cuenca, tenía carnet de la CNT en ese momento (está en el Archivo de Salamanca, por eso tengo estos datos, la firma es la misma). Todo eso son hechos que a mí me han producido diversos momentos de cambio de guion de la propia novela. Porque, de repente, el que era un personaje más se convierte en un personaje fundamental para explicar muchas cosas que ocurren después. Era alguien que conocía a los hijos de Peset, que tenía acceso a la familia Peset. Yo creo que jugó un papel importante en los últimos momentos de Peset. Y todo eso también produce una necesidad de empezar a buscar sumarísimos e intentar ver cuándo empezó este médico a certificar las muertes de los condenados. El primero es el de Peset. Yo me imagino la escena: este médico yendo hacia esa situación; no ha estudiado Medicina para hacer esos trabajos, porque además no era un fascista convencido, y el primero que se encuentra, en la primera saca, se encuentra a su maestro. Ni tan siquiera inventándomelo se lo hubiesen creído. Todo eso va armando una novela que, al principio, tienes claro qué quieres hacer, que es un homenaje a Peset, pero hay unos secundarios brutales, como es el propio médico o don Ramón de Toledo, que también es un gran secundario.

¿El proceso de documentación le obligó a cambiar el enfoque de esta novela alimentada con hechos reales?

Siempre he hecho una literatura de ideas, basándome en la realidad. Desde el momento en que hago El regreso de Voltaire, también me baso en hechos, hago investigación y busco y tengo una biblioteca volteriana de ediciones contemporáneas de Voltaire, me interesa tener los materiales. Cuando voy al Archivo Histórico Militar, porque se niegan a enviarme los sumarísimos y, aparte, son carísimos de escanear (cada sumarísimo te cuesta unos 70 euros), tardan muchísimo, la primera petición que hice tardaron siete meses en enviármela. Todo eso retrasa mucho la novela y por eso se me ha alargado muchísimo en el tiempo. Hay pocas ayudas, no diría que nos ven con antipatía, porque sería exagerado, pero tampoco lo facilitan. Y la prueba está en que ahora he pedido otro sumarísimo por otras cosas que estoy escribiendo y ni me han contestado. Ni me han contestado. Bueno, pues tendré que volver y coger el teléfono y volver a llamar y concertar una visita para poder tener ese sumarísimo.

Algunos personajes también le dieron sorpresas.

Lo que resulta muy fascinante es cuando estás en ese proceso y ya tienes la novela encauzada y, de repente, el personaje, en este caso el médico, coge una dimensión superior cuando ves que al primer acto de ejecución al que va a certificar las muertes está su rector y profesor, y no sé si incluso llegaron a tener alguna tutoría. Alguien que él conocía y que evidentemente podía reconocer. Una de las cosas que se ha hablado es que fue Leoncio Badía, el enterrador [del cementerio de Paterna], el que avisó a la familia Peset. A mí nunca me ha cuadrado eso. Me parecía absolutamente extraordinario que un enterrador primero supiese que ese es Peset y, segundo, cogiese el teléfono en el año 41 y llamase a la familia Peset. ¿Y eso cómo se hace? Creo que fue el médico el que avisó a la familia. Tampoco puedo certificarlo, por eso entra dentro de la ficción. Y por eso también quiero hacer novela, porque me permite jugar con otros elementos.

Don Ramón de Toledo crea un ajedrez viviente donde los distintos peones son presidiarios

La novela opta por dos escenarios principales —la cárcel y el cementerio— mientras que la Universidad está ausente. ¿Por qué?

Realmente explico las tres últimas horas de Peset. La última temporada, Peset es diputado, se dedica a la política y después viene la guerra. La Universidad se queda un poco lejos, sí que aparecen los compañeros que le denuncian. En el caso de la cárcel, tenemos ese documento realmente formidable, la memoria que escribió Don Ramón de Toledo sobre la Modelo, donde él, con muchas fotografías y con muchísima documentación, explica sus métodos penitenciarios. Explica, por ejemplo, que ha creado un ajedrez viviente donde los distintos peones son presidiarios y que el caballo es también un presidiario que ha de saltar como un caballo. Crea un ajedrez viviente, que los propios reclusos llaman Espectáculos Toledo. Tiene buenos dibujos también y estadísticas; el hombre tenía un método científico. Después tiene el diario Redención, en el cual los reclusos escriben, y que le cuesta al final la vida [al dibujante] Bluf, por esas caricaturas que hace en las que ven la estrella de cinco puntas. Todo eso es material muy novelable. Lo que ocurre es que, como todos hablan en primera persona, tampoco la documentación ha de exceder el motivo. Aquí se corre el riesgo de que te dejes deslumbrar por todo ese universo que es fantasmagórico y que, al final, sea un libro de historia. No, yo quiero que haya novela y que haya tensión narrativa en todo momento. Al final me dejo vencer por la tentación y explico la historia de Bluf o la de Carceller, pero eran prescindibles.

Hay personajes tremendos: Ramón de Toledo o Máximo Cuervo...

Ramón de Toledo es un gran personaje, igual que Máximo Cuervo es un gran personaje, igual que Ángel Gaos... Qué papelón hace Ángel Gaos allí llevando a Cisneros, llevando a las obras de autores franquistas y él siendo uno más el engranaje represivo para salvar el cuello, que es algo que todos entendemos. Pero claro, a Ángel Gaos lo machacaron, igual que a la familia Gaos la machacaron y, cuando salió de prisión, salvó la vida, pero ya no fue persona, se fue a México, se exilió, seguía en una gran prisión cuando salió de la cárcel. Todo eso hace que son personajes que conforman un todo de una gran violencia muy faulkneriano al mismo tiempo. Sabemos el final, aunque en la novela realmente no conoces el final, porque es circular y hay un momento inesperado, pero sí que es deslumbrante y te obliga a seguir leyendo por esta acumulación de infamias. Infame y olvidado, porque curiosamente el superhéroe se ha olvidado en gran parte.

Antes decía que el franquismo fue una lucha de clases para mantener las clases. Peset, desde ese punto de vista, era alguien de los suyos.

Realmente Peset es uno de los suyos, de los que han ganado la guerra. Peset era riquísimo, tenía un laboratorio de análisis clínico que era un chorro de dinero diario. Y después venía de una familia burguesa y de médicos consagrados. Dentro un liberalismo blasquista. Realmente creo que era un hombre que tenía una percepción cívica de su papel y deseaba ejercer su acción para el progreso de la sociedad.

Por otro lado, otro personaje con cierto peso en la novela es el exalcalde de Sagunt, también condenado a muerte junto con Peset. ¿Quién fue este hombre?

Antonio Agustín, que era el alcalde de Sagunt y que antes dirigía la Casa del Pueblo y enseñaba a leer y era una persona formada, ha caído en el olvido por completo. De hecho, en el listado de alcaldes de Sagunt no aparece su nombre. Esto lo estamos viendo con Manuel Girona, que me ayudó mucho en las pesquisas, porque nadie sabía nada de Antonio Agustín. Es una de las cuestiones que querríamos reivindicar y recuperar. Yo he leído el sumarísimo, se lo pasé a sus nietos, que no lo tenían, y fue una gran sorpresa para ellos. Y, a partir de ese momento, se convierte en un personaje que me permite un tú a tú con Peset. Porque los otros dos que acompañan a Peset en los últimos momentos son milicianos y tienen poca formación, a pesar de que también son personajes interesantes. A uno lo llaman León, por lo feroz que es, aunque su nombre es Leopoldo. Y otro es Jacint Ferrús, que es un miliciano que ha participado en sacas y siempre en un papel colateral, porque él, de hecho, se enfrenta a los que van matando y, al final, se va al frente. Es decir, él mismo está en contra de esas sacas, pero bueno, es un miliciano. El alcalde es un gran personaje en la novela, que me permite este juego que, en definitiva, también es fruto de la ficción. El camión tarda en llegar al punto de ejecución del 'terrer' de Paterna porque a los militares los avisan tarde, los pillan a contrapié, entonces ese lapso de tiempo me permite que ellos estén metidos en el camión y que hablen entre ellos. Porque, además, no son religiosos y son tíos duros. Igual están todos apocados pensando que los van a matar; o igual no, igual están charlando —que a mí me interesa— esas tres últimas horas entre ellos.

Peset también fue un hombre muy moderado.

Era un hombre educado, que además nunca creyó en la violencia como forma de expresión y de actuar. Sí que es cierto que la conferencia de los anales [una de las pruebas principales en el proceso contra Peset], que es tan famosa, hay que leerla en profundidad. A veces dicen: una conferencia que era puramente académica. Bueno, no. No es una conferencia académica, es una conferencia en la que él increpa y hace una llamada a la juventud para defender la República. Y dice: resistiremos y no nos dejaremos vencer. Él está ahí en un papel político de primera magnitud. Pero él era un hombre de ideas y de palabra. No utilizaba la violencia. De hecho, Ángel Gaos sí que llegó a ir con revólver. Nunca Peset llevó un revólver. Él era un médico y nunca utilizó la violencia. Todo eso hace que, efectivamente, aún cueste más matarlo.

Peset era un hombre de ideas y de palabra, no utilizaba la violencia. Todo eso hace que, efectivamente, aún cueste más matarlo

Sobre el presidente del tribunal también he investigado mucho, es un hombre que es sanguinario y es uno de los presidentes del tribunal que más sentencias a muerte firma. Los hechos eran muy atenuantes en el caso de Peset: los testimonios [favorables] de monjas, de burgueses, del arzobispo de Valencia, que se la jugó con Peset.... Prudencio Melo fue imprudente [ríe], y le llamaron la atención; fue una llamada de atención muy gorda. Prudencio Melo se la jugó por Peset (aunque no se la jugó por Carceller, el editor de La Traca). Es decir, los testimonios eran tan favorables a Peset que el hombre dijo, pues 30 años, y ya sabemos que pronto habrá una amnistía y esto se reconducirá. Además, ya las había pasado canutas, porque lleva dos años encerrado. Primero en Albatera, después en Portaceli. Querían acabar con cualquier elemento que pudiese de alguna manera dirigir un posible renacimiento del pensamiento más ilustrado valenciano.

¿Ha hablado con los descendientes de Joan Peset?

Hablé con algunos familiares y no sabían nada de los últimos momentos de Peset. De hecho, los otros tres siguen en la fosa común, que es donde debería estar Peset. Joan Peset se salvó de la fosa común y de esa doble humillación por los pelos y por una serie de carambolas. Creo que en estas cuestiones hay, a veces, mucha tensión acumulada por parte de las víctimas, porque la memoria histórica 80 o 90 años después sigue muy viva y las heridas siguen muy abiertas. Es importante intentar buscar situarse en la otra parte del espejo, intentar adoptar una actitud de mirada lo más científica posible de los hechos e intentar no caer en posturas maniqueas y contarlo todo, porque es la única manera de acabar con esto y de pasar página. Ya lo intenté en La sega, donde la pérdida patrimonial de muchas familias fue muy grande y, por lo tanto, las heridas están muy abiertas aún. Hay familias en los pueblos que no se hablan y ni se hablarán nunca —porque tu abuelo o tu bisabuelo denunció, no se han cerrado las heridas— y en este caso ocurre un poco lo mismo. Creo que es importante intentar poner todas las cartas sobre la mesa y explicarlo todo. Evidentemente, el cura don José, que es una de las manos armadas del director de la cárcel que le sirve para ir señalando a los que van a sacar a las sacas, vio cómo mataban a todas las monjas de su convento. También hay que contar esas cosas. Y él está allí para, no ejercer venganza, pero por una herida que tiene que también necesita compensar, porque él se escondió. Todas esas cuestiones son importantes, lo que más me molesta son los cartón-piedra y los estereotipos. Intentemos hablar y abrirlo todo. Incluso el propio médico de la prisión que está ahí porque quiere, el doctor Luna, al final hace mucha amistad con Peset y en el segundo proceso testifica a su favor. Algo que a don Ramón le molesta muchísimo. Dice: hasta aquí podemos llegar que mis trabajadores acaben testificando a favor de los presos.

Al final, la realidad siempre suele ser más compleja de lo que parece a simple vista.

Es muy importante poner la complejidad y no caer en el 'todos son buenísimos' y 'todos son malísimos'. Intentemos ahondar en las heridas humanas. El propio Peset defendió a la Virgen de los Desamparados; se puso ante la Basílica y consiguió que un grupo de milicianos no la quemase ni la desvalijase. Eso es un mérito para Peset, pero también habla de las actitudes de los milicianos con los religiosos, con todo el patrimonio religioso, con las quemas de Iglesia, la destrucción de libros sagrados, tantas cosas que avergüenzan y hay que contarlo. Porque si no, aquí estaremos a medias tintas y mi función como escritor no es estar a medias tintas.

Es muy importante poner la complejidad y no caer en el todos son buenísimos y todos son malísimos

¿Cómo fue la exhumación de los restos de Peset?

Lo que no sé es qué sucedió en aquel momento, sí que sé que fue la familia a buscar a Peset, entrada la noche. Era una noche que no había luna porque he buscado el cielo de ese día y, curiosamente, tienes toda esa información: no había luna, era una noche muy cerrada.

¿Dónde ha buscado esa información?

Hay registros astronómicos. Buscas el año 1941, 24 de mayo, y ves la luna que había. Era una noche cerrada y me imagino el coche llegando (no sé si era su Chrysler o ya estaba decomisado) pero en cualquier caso un coche de la familia y metiendo el cadáver del padre allí y saliendo a escondidas. Lo enterraron en el nicho de un hermano suyo que murió con dos años y ahí estaba el nombre del hermano, no estaba el nombre de Juan Bautista Peset. De este modo, pues tuvo toda una posguerra y unos cuarenta años de silenciamiento. Esa carta que escribe también es uno de los elementos que estructura la novela y que se va escribiendo a lo largo de ese periodo. Es una carta plegada en cuatro en la que él está convencido que su nombre se ha recuperado. Evidentemente, culpa al franquismo de que lo matan inocentemente. Dudo mucho que un funcionario de la prisión, leyendo esa carta, permitiese que llegase a la familia. Mi opción es que murió con la carta puesta, no se llegó a entregar y con el cadáver llegó la carta, que es también muy novelesco. Y que, en un momento determinado, ya la ha firmado y ya ha puesto la fecha y aún le dedica unas últimas palabras a su mujer, como diciendo: aún quiero decir algo más. Esa carta la va escribiendo a trompicones desde capilla hasta en el mismo camión, escriben unas últimas letras a sus seres queridos.

¿Hubo otros elementos en el ensañamiento con Peset?

Hay una situación un poco confusa, porque en un documental sobre Peset se dice que los socios del laboratorio se aprovecharon de él. Algunos de estos socios han contestado diciendo que no es cierto. Lo que puede ser es que ahí también hubiese un interés por hacerse con el patrimonio de Peset. Digamos que eso ya queda en un segundo plano, porque ya no me interesa tanto. Evidentemente, pasaron muchas penurias y afectó a los estudios académicos de los dos hijos. A su padre, Vicente Peset Cervera, en una situación muy dura, le ocultaron que su hijo estaba en la cárcel. Era un hombre ya muy mayor, pero quizá hubiese podido hacer algo más. Tenía muchos contactos, era muy conocido, su manual de Medicina se estudiaba aún en la carrera, era una autoridad. Se lo ocultaron porque quizá ellos creían que se iba a salvar, que no era necesario decirle: Papá, necesitamos que salves a tu hijo; no, no, se lo ocultaron. Imagino el dolor inmenso.

Su esposa, Ana Llorca, también es un personaje de la novela muy llamativo.

Ana Lloca era una persona muy importante. Es una mujer muy formada, con una enorme personalidad, que fue con Laín Entralgo (también se jugó el tipo), llamaron a todas las puertas que pudieron. Era de Acción Católica y al mismo tiempo con muchísimo poder en la burguesía valenciana. Por eso, Prudencio Melo cedió e intercedió también por Peset.

¿Hasta qué punto las disputas puramente académicas tuvieron que ver en la actitud de Marco Merenciano?

Había una rivalidad entre Marco Merenciano y Peset. Marco Merenciano tenía visión de la psiquiatría del momento, muy de Vallejo Nájera. Y Peset tenía una visión de la psiquiatría muy moderna. Tenían las carreras hechas, ahí hay una rivalidad intelectual básicamente. Y después también se le acusa de que muchos de ellos tuvieron que huir. Por ejemplo, Rodríguez Fornos tuvo que huir [de la retaguardia republicana] de mala manera; Peset era el rector en aquel momento y, quizá, podría haber hecho algo más; eso es lo que se le acusa. También creo que es injusto, porque él hizo todo lo que pudo y tampoco era fácil hacer algo más porque estábamos hablando de que había unos milicianos muy violentos y tú tampoco te podías singularizar mucho; igual te pegan un tiro a ti, no era fácil jugar con el comisario de la Checa. No es fácil, son tiempos muy siniestros. En el caso de Peset, hizo cuanto que pudo. Conociendo a Peset y conociendo un poco la calidad humana de Peset, no se puede poner en duda su probidad intelectual. Yo creo que era un hombre íntegro, que en algún momento pudiese tener miedo también es posible. No lo sé, pero esas acusaciones me parecen injustas.

¿Ha obtenido el protagonista de su novela todo el reconocimiento que merece?

Creo que, para empezar, Peset es un gran desconocido. Pregunta a la sociedad valenciana, a ver qué te pueden decir. En Catalunya, donde he estado presentando la novela, no tenían ni idea; el otro día hice la rueda de la prensa y no sabían absolutamente nada. Es un símbolo universal de la represión y de la actitud cívica. Porque él puede irse y no se va; tres veces tiene la posibilidad de irse de España. Él es muy íntegro y se mantiene en sus obligaciones hasta el último momento. Todo eso es un símbolo universal, para mí es un gran personaje. Es un Carles Rahola, que también es un hombre católico que matan, es un Sostiene Pereira, un hombre ingenuo que no se cree que le pueda pasar eso. Por lo tanto, es una figura que tiene una posteridad desde el punto de vista de símbolo que tendría que ir mucho más allá del Cap-i-Casal. Peset es el único rector español fusilado en la posguerra, primera cosa. Y después es un hombre intelectualmente muy importante: es alguien que puso el brazo para las vacunas del doctor Ferrán, con medallas al mérito cívico y que estuvo en varias epidemias en primera fila. Un hombre valiente, un gran conocedor de la toxicología y de la Medicina Legal, era un hombre importante. Todo eso podía dar lugar a una figura universal y bien conocida en el mundo. En cambio, se ha quedado en la avenida Peset o en este Colegio Mayor del Rector Peset [donde se celebra la entrevista] o en un hospital, pero ya poca cosa más.

Creo que la Universidad debe tener una actitud más activa. Y, también, diría el mundo intelectual, incluso el mundo literario

¿Por qué reivindica hoy en día a Peset?

Es importante reivindicarlo y, sobre todo, en estos tiempos. Yo siempre intento en mis novelas tratar el presente. El regreso de Voltaire es la persecución del intelectual, del libre pensador. En el caso de Peset, también van por ahí los tiros. Vivimos un panorama con una clase política cada vez más antiilustrada, cada vez más de esquinas al conocimiento, con un Donald Trump negacionista, pero también con una persecución a las propias universidades, favoreciendo universidades privadas, no dotando de presupuesto a las universidades públicas, ninguneando constantemente la opinión de los expertos, ninguneando, en definitiva, la ciencia desde partidos que tienen posibilidades de gobernar. Todo eso hace que recuerde mucho a aquellos tiempos y que haya que reaccionar. Creo que la Universidad debe tener una actitud más activa. Y, también, diría el mundo intelectual, incluso el mundo literario. A veces hay demasiada forma y poco fondo. Busquemos una literatura más de acción; ya sé que quieres contar tus grandes traumas, pero intentemos mejorar nuestra sociedad desde el punto de vista de una literatura más volteriana en el fondo.