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Fabada y pote asturianos no son lo mismo: las grandes diferencias entre dos platos tradicionales

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Dos guisos de cuchara con raíces profundas en Asturias, pero con personalidad, ingredientes y espíritu muy distintos

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En Asturias, cuando bajan las temperaturas y la lluvia golpea los ventanales, no hay nada que reconforte más que un buen plato caliente. Pero cuidado: no todo lo que lleva fabes y compango es fabada. Existe otro clásico de cuchara, el pote asturiano, que aunque comparte alma con la fabada, juega en otra liga. Ambos son hijos de la misma tierra, pero de familias distintas.

La fabada: el plato señorial de las fabes

La fabada asturiana es, probablemente, el plato más emblemático del Principado. Es denso, potente y con ese sabor profundo que solo se consigue dejando cocer las cosas despacio y sin prisas.

El ingrediente protagonista son, cómo no, las fabes —esas alubias blancas, mantecosas y suaves— acompañadas del famoso compango, el trío sagrado del cerdo: chorizo, morcilla y lacón, más el toque inconfundible del tocino.

A diferencia del pote, la fabada no lleva verduras ni patatas. Aquí no hay distracciones: solo legumbre, carne y tiempo. Se prepara con calma, dejando las fabes en remojo desde la víspera y cocinándolas luego con cebolla, laurel, aceite de oliva y el compango hasta que el caldo adquiere ese color rojizo y esa textura espesa que hacen del plato una leyenda.

Es un guiso contundente, casi solemne, pensado para domingos largos, sobremesas sin reloj y mesas llenas de pan y vino tinto.

El pote: la fabada campesina, más humilde pero igual de sabrosa

Si la fabada es el plato de celebración, el pote asturiano es el de diario. Más vegetal, más de huerta, y más flexible en sus ingredientes. Aquí las protagonistas no son solo las fabes, sino también las berzas o acelgas y las patatas, que aportan frescura y equilibrio a la contundencia del cerdo.

El pote, además, admite variaciones según la zona. En algunas aldeas se hace con nabos o con alubias pintas, y en otras incluso se sustituye la berza por grelos. Lo que nunca falta es el compango, que se cuece junto con las verduras para impregnarlo todo de ese sabor ahumado y salado tan característico.

Se dice que el pote nació en las cocinas rurales, como un guiso para aprovechar lo que hubiera a mano: un poco de carne salada, unas patatas, berzas del huerto y fabes del invierno. Su resultado, sin embargo, es tan delicioso como el de la fabada, solo que más ligero y con un punto más vegetal.

Fabada vs. pote: dos formas de entender la tradición

Aunque ambos platos comparten el alma asturiana y la base del compango, hay diferencias claras:

  • La fabada es más simple en ingredientes (fabes y carne) y más intensa en sabor.
  • El pote combina legumbres con verduras, patatas y hortalizas, lo que le da una textura más rústica y equilibrada.
  • En la fabada, el protagonismo recae en las fabes; en el pote, el reparto es coral: cada ingrediente suma su parte.

Y hay un detalle importante: mientras la fabada se asocia con las grandes celebraciones, el pote pertenece al mundo cotidiano, al calor de la cocina campesina, a esos almuerzos que te devuelven la vida después de una jornada en el campo.

Asturias en un plato

Tanto la fabada como el pote son auténticos símbolos de la gastronomía asturiana, testigos de una tierra donde el frío se combate con cuchara y buena materia prima. Probar ambos es entender dos caras de la misma historia: la del lujo de la sencillez y la del poder del tiempo a fuego lento.

Así que ya sabes: cuando viajes a Asturias y te pregunten “¿fabada o pote?”, lo correcto es responder “ambos, por favor”.