Quentin Tarantino admite que su carrera no habría sido igual sin el impulso de Robert Redford: "Ninguno de los cineastas independientes estaríamos donde estamos"
Festival de Sundance - El director relató que los mentores trataban a los alumnos como colegas, no como aprendices, y eso transformó su manera de entender el trabajo
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Las películas que rompen moldes rara vez surgen de la nada. El impulso que transformó el cine independiente en un terreno fértil para nuevas voces tiene nombre y apellido: Robert Redford. Su decisión de crear en 1978 un festival destinado a respaldar a quienes filmaban con presupuestos pequeños cambió la manera en que Hollywood miraba a los debutantes.
El certamen de Sundance, bautizado como su personaje de Dos hombres y un destino, se convierte en un punto de partida para centenares de directores que hoy llenan las salas. Ese gesto visionario, más que cualquier premio o papel, genera una red de oportunidades que décadas después sigue dando frutos y, en última instancia, origina la historia que Quentin Tarantino contó al recibir un galardón.
Un festival independiente se convirtió en el punto de partida de una generación entera
El director de Pulp Fiction recordó con gratitud el apoyo que encontró en aquel entorno creado por Redford. En el festival internacional de Burbank, cuando aceptó el premio Vanguard, Tarantino subrayó la deuda que él y muchos otros mantienen con el Instituto Sundance. Afirmó que “ninguno de los cineastas independientes estaríamos donde estamos sin el Sundance Film Institute”. La frase resumía su reconocimiento hacia quien le ofreció una primera oportunidad real de rodar Reservoir Dogs, el proyecto que lo situó en el mapa del cine mundial.
Aquella oportunidad nació en 1991, en los laboratorios de dirección de Sundance. Tarantino llegó con la energía de un novato y con la sensación de entrar en un lugar donde los maestros no enseñaban desde un pedestal, sino desde la práctica y cercanía, algo que no esperaba y agradeció.
Allí coincidió con Terry Gilliam, Volker Schlöndorff y Stanley Donen, cineastas consagrados que se sentaron con él frente a la mesa de montaje. “Estaban en mi sala mientras editaba mi primera escena en videocinta”, recordó con asombro. Esa cercanía transformó su visión del oficio y consolidó un estilo que después sería inconfundible.
La experiencia en los talleres de Sundance marcó su forma de entender el oficio
El recuerdo más vívido de aquella estancia no fue técnico, sino humano. Tarantino evocó una recepción inicial en la que comprendió que una gran cantidad de profesionales dedicaban su tiempo y recursos para que jóvenes creadores pudieran experimentar. Contó que les dijeron: “Sois jóvenes, puede que seamos duros con vosotros, pero os vemos”.
Según sus palabras, descubrió un impulso artístico desinteresado que jamás habría imaginado por parte de cineastas de tanto nivel. Por eso cerró su discurso con un agradecimiento para el legendario actor: “Muchas gracias, señor Redford”.
El gesto resumía tres décadas de trayectoria que, en su caso, nacieron de un laboratorio entre montañas y se consolidaron en la gran industria. Esa línea invisible que une a un joven director con el autor consagrado que sube al escenario del festival de Burbank muestra la dimensión del legado de Redford en generaciones enteras de creadores.
De esta manera, en cada discurso de Tarantino hay todavía una sombra luminosa de aquel mentor al que considera decisivo. El agradecimiento, convertido ya en historia, sigue sonando con la misma fuerza con la que comenzó aquel viaje que cambió su vida y, de paso, el rumbo del cine independiente.