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Sebastián Ceria, matemático y máximo accionista del Racing de Santander: "España es un gran país que funciona"

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El también empresario y filántropo argentino advierte de que lo primero que hace el autoritarismo es atacar la diversidad de pensamiento, "que es lo que genera valor y conocimiento"

Vivió su infancia en Buenos Aires, en el estrecho recreo de las escuelas de la dictadura militar, refugiado en el exilio familiar de un padre enciclopédico y una madre políglota. En el patio del colegio, Sebastián Ceria (Buenos Aires, 1965) descubrió que era más rápido pensando que corriendo por la banda para tratar de meter goles. En la adolescencia se enamoró de las matemáticas cuando la palabra algoritmo no era todavía un lenguaje universal. De la facultad de Ciencias Exactas emigró a Estados Unidos, fue profesor en la Universidad de Columbia y fundó su primera empresa dedicada a gestionar y controlar los riesgos financieros. Cuando tenía 54 años la vendió por 850 millones de euros.

Entonces, el pibe que en aquella Argentina de los setenta compraba jeans de segunda mano se compró un equipo de fútbol de Segunda División en España, el Real Racing Club de Santander, y montó una fundación de inspiración socialdemócrata en Argentina: Fundar. Dos universos separados por algo más que un océano que Ceria cose con un hilo quijotesco: aspira a humanizar esta contemporaneidad en crisis que ha quebrado el concepto y el sentimiento de comunidad. El empresario y filántropo dice que quedan muy pocos lugares donde sigue vivo. A su juicio, uno de ellos es el fútbol. Así que ha emprendido una misión para reconquistar los valores sociales desde las gradas de los estadios.

En las biografías se refieren a usted como filántropo. En su infancia de clase media en Buenos Aires, ¿qué soñaba ser de mayor?

Lo mismo que sueñan la mayoría de los niños, con ser jugador de fútbol o alguien que dejara una marca. Pero a una edad bastante temprana descubrí las matemáticas. Desde chico sabía que mi camino iba a ir por ahí. Me divertía hacer cuentas rápido, vivir en un mundo distinto en un tiempo muy complicado en Argentina. Viví la mayor parte de mi adolescencia durante la dictadura militar y era muy común, en gente como nosotros, buscar refugios. Yo buscaba refugios con mis amigos que, básicamente, nos dedicábamos al deporte. Lo otro que para mí era muy importante era la parte intelectual. Mi madre era una fanática de los idiomas y yo aprendí inglés y francés desde chico. Me di cuenta de que el deporte no era lo mío, que no iba a ser jugador de fútbol, ni de tenis, ni de nada, y que lo que me distinguía del resto era la capacidad de pensar rápido y de hacer cuentas.

Suele decir que su padre fue una persona inspiradora, en el sentido de que era una enciclopedia...

Sí. Sobre todo con una enorme capacidad de recordar. Yo leo y a veces recuerdo cosas generales, pero no los detalles. Él tenía una memoria fotográfica, debe haber leído unos diez mil libros, leía todo el tiempo y se acordaba de mucho de lo que había leído. Esa sabiduría nos la trasmitía a nosotros en cualquier momento. Era un placer viajar con él porque nos contaba historias de lo que había ocurrido en ese lugar o cuando en el colegio íbamos a hablar de Roma mi padre me contaba algo más interesante que lo que aprendía en clase. Sobre todo porque en la dictadura todo era muy estricto, con poco detalle, porque los militares tenían mucho miedo de que uno pensara. El colegio se convirtió en un lugar al que uno iba y aprendía cosas no controversiales. Yo tenía que recurrir a mi padre.

Eso se parece un poco a lo que empieza a suceder ahora. Hace unos días coincidió en Santander con Joseph Stiglizt, Premio Nobel de Economía, que habló durante su investidura como Doctor Honoris Causa de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de cómo los discursos autoritarios rechazan el conocimiento.

No es nuevo. En Argentina ya lo hemos visto. Hay un evento muy trágico en 1966 cuando sube al poder el militar [Juan Carlos] Onganía, que si bien no fue sangriento como los militares del 76, fue muy sangriento con el conocimiento. Entra con la policía en la Universidad violando la la ley de autonomía universitaria. Pero no entra a la Facultad de Filosofía y Letras, sino a la de Ciencias Exactas y Naturales. Se llama 'la noche de los bastones largos' porque básicamente sacan a bastonazos a los profesores de ciencias y matemáticas que consideraban comunistas. Los echan de la universidad, en 1966, en pleno auge de la ciencia argentina con premios Nobel, con gente que se estaba distinguiendo en el mundo. En ese contexto, el gobierno militar decide atacar el conocimiento. Hay que tener mucho cuidado. El autoritarismo, a veces con la excusa de la libertad, lo primero que hace es atacar la diversidad de pensamiento que no solo es necesaria para la convivencia democrática. La libertad de pensamiento es lo que genera valor, propiedad intelectual, conocimiento, que es lo que se convierte en la riqueza de las naciones.

La libertad de pensamiento es lo que genera valor, propiedad intelectual, conocimiento, que es lo que se convierte en la riqueza de las naciones

Descubrió las matemáticas en el instituto, se licenció en Ciencias Exactas y se doctoró con una tesis sobre un algoritmo que diseñó y que le abrió las puertas de la Universidad de Columbia.

Me gustaba mucho la investigación y enseñar. Esa combinación de la ciencia y la divulgación era, como decimos en Argentina, el sueño del pibe. Yo quería ser como mis profesores, investigar y tratar de encontrar nuevas fronteras de conocimiento. ¿Por qué es tan interesante para mí la ciencia? Porque uno descubre algo que antes nadie había descubierto. Es una luz, algo original que nunca nadie hizo. Por eso los científicos, en muchos casos, no son alguien que gane mucho dinero ni son muy famosos, pero son gente muy feliz. Probablemente tengan el mismo sentimiento de los exploradores.

Sus abuelos maternos eran españoles.

Mi abuelo nació en Madrid y mi abuela en Burgos.

Argentina y España comparten historias relativamente recientes de dictaduras. ¿Han dejado alguna huella en su familia? ¿Es muy diferente cómo se han resuelto ambos procesos democratizadores?

No es comparable una guerra civil con lo que ocurrió en Argentina, donde no hubo una guerra, hubo abusos desde el Estado hacia gente que claramente había cometido delitos gravísimos de terrorismo. Pero yo no lo llamaría una guerra. No soy muy amante de comparar si las soluciones son adecuadas o no. Pero está claro que Argentina dudó durante mucho tiempo cuál era la mejor manera de tratar de resolver ese periodo tan traumático de la dictadura militar. Esa búsqueda tuvo distintas etapas: el juicio a las Juntas, la Ley de Obediencia debida, los indultos y el procesamiento de los culpables independientemente del rango. Ese proceso -que fue ciclotímico, como todo lo que pasa en Argentina- terminó en un buen lugar. Creo que la sociedad argentina está satisfecha porque acabó con la cárcel para los culpables de muchos de esos abusos. Es difícil comparar con lo que ocurrió en España y es pretencioso decir que nosotros hemos encontrado una solución mejor que la que encontró España. Más allá de ese conflicto, lo que vivo hoy de España es que es un gran país. España es un país que funciona, democrático, de diversidad de opinión. Desde que viví unos meses en 1996 a ahora he notado un gran avance de cómo el país ha aceptado a los inmigrantes, por ejemplo. Ha apostado por la integración, la diversidad. Yo me sentí un poco discriminado, entre comillas, en los 90 y no me siento discriminado hoy en día.

Es diferente cuando uno es migrante pero tiene dinero, ¿no le parece?

Pero en aquel momento yo era un profesor de la Universidad de Columbia, tenía los pergaminos para no ser discriminado, pero me sentí un poco diferente. Y no lo digo solo por mí. Hablo mucho con inmigrantes que están aquí, hay muchos argentinos en España y se sienten muy en casa. Es obvio que España ha dado pasos gigantes en ese sentido.

La derecha y la religión muchas veces van de la mano y no puedo comprender cómo gente cristiana, católica, puede ser antiinmigrante porque es ir contra los valores humanistas de la iglesia

Sin embargo, los partidos políticos de derechas promueven un discurso de rechazo a la inmigración que la relaciona además con la delincuencia.

Eso me parece lamentable. Lo considero muy hipócrita. Voy a referirme a Estados Unidos, que es un lugar que conozco mejor que España. El republicanismo fue siempre muy proinmigración: el inmigrante viene y trabaja. Mucha gente de derechas aceptaba la inmigración como una manera de bajar los costes de producción, era mano de obra barata que no exigía derechos. Desde ese punto de vista no entiendo esta agenda antiinmigración. Aunque me pusiera el sombrero republicano sería totalmente contradictorio con la historia del partido. La inmigración crea diversidad y para mí la diversidad es la clave de la creación de valor, crea oportunidades, consumo. Crea gente que a medida que asciende en la escala social genera valor para la economía, que entra en una rueda de progreso que le sirve a la economía. Soy muy humanista y no comprendo el rechazo a la inmigración por parte de gente religiosa. La derecha y la religión muchas veces van de la mano y no puedo comprender cómo gente cristiana, católica, puede ser antiinmigrante porque es ir contra los valores humanistas de la iglesia. Noto una gran contradicción. Mi conclusión es muy simple: es lo que hoy da votos porque estamos en un momento donde se intenta quebrar el sentido de comunidad para generar nuevos movimientos políticos o para generar poder en algún sentido. Dentro de ese discurso anticomunitario, antisociedad, se identifica claramente a los enemigos que son gente de otro color o que habla un poquito distinto, como yo.

Vive a caballo entre Santander, Londres y Buenos Aires. Quizá tenga casas en estos lugares pero, ¿dónde está su hogar? ¿No necesita un punto de referencia?

¡Londres nunca más! Tuve una buena experiencia, pero ya me mudé definitivamente de Londres a Madrid. Así que ahora vivo en España, pero guardo un lugar muy importante en mi corazón y un lugar físico -un apartamento en Buenos Aires- porque paso mucho tiempo allí donde tengo una fundación que se ocupa de políticas públicas para el desarrollo y estoy muy involucrado con todo lo que tiene que ver con ayudar a Argentina.

Un matemático argentino con éxito en las finanzas y que no entiende de fútbol compra el Racing de Santander, un club de Segunda División de una ciudad periférica, por 30 millones de euros ¿Por qué entra a un negocio tan controvertido desde el punto de vista humanista?

El porqué de Santander es por mi mujer, santanderina y cántabra. Nosotros nos casamos aquí y tenemos una relación muy cercana a Cantabria a través de su familia. Mi abuela nació en Burgos, que queda bastante cerca, con lo que tengo cierta afinidad hacia el norte de España. Santander es un lugar precioso. Si uno tiene que elegir lugares para vivir o para estar no es un mal sitio...

El porqué responde entonces a un vínculo sentimental... ¿Y el para qué?

Hablemos de fútbol y de lo que yo percibo como la gran crisis en el mundo del valor y de la idea de comunidad, de pertenencia, de arraigo, y de los valores de ayudar al prójimo y quizá estar con alguien que no es igual a uno. ¿Cuáles son los lugares donde esa crisis se manifiesta? La gente cada vez se identifica menos con los partidos políticos, es muy común oír hablar a la gente de ellos como si fueran la mancha venenosa, ese juego de niños argentino. La religión también está en crisis, uno va a las iglesias y nota que hay poca gente y que los jóvenes no están comprometidos con ella. Las redes sociales han fomentado esta idea de que cada uno es su propia comunidad, cada uno tiene esa voz que proyecta a través de un megáfono que es la red social y puede dar discursos de odio o insultar a quien quiera de manera anónima. Las redes sociales son muy anticomunidad. La idea original era juntar a tus amigos y lo único que haces es juntar a tus enemigos.

¿Cómo enlaza eso con el fútbol?

Ante esa crisis fundamental de la raza humana quedan muy pocos lugares donde ese sentimiento de comunidad sigue vivo. Uno de esos lugares es el fútbol. La gente cuando va a un estadio de fútbol no le importa quien está al lado, siempre y cuando sea del mismo equipo. No le mira el color de la piel, no le pregunta de qué partido político es, no le hace ningún tipo de cuestionamiento. Es la idea de que somos parte de lo mismo, en este caso del Racing. Veo al fútbol como una manera de fomentar el sentimiento de comunidad. La idea de trabajar en un lugar donde se fomenta o donde se puede solidificar ese concepto de comunidad me parece esencial. Yo lo encontré en el fútbol. Es muy poco debatible que el fútbol construye esa comunidad.

¿No es a la vez un terreno de juego cuestionado desde el punto de vista ético que choca con su discurso?

Son preconceptos quizá basados en evidencia, en que ha habido corrupción en el fútbol, por ejemplo. El fútbol tiene un gran problema: el mercantilismo. Es decir, que todo se hace por ganar más dinero. De alguna manera tiene el peligro que tuvieron en su momento los partidos políticos, que la gente empiece a decir que la única razón por la que actuán es por dinero o por poder. Que no se hace por generar comunidad ni por ayudar a la gente ni dar un lugar de pertenencia. Por eso pasa lo que pasa con jugar en países donde no se respetan los derechos humanos o con el exceso de competiciones: hacer que los jugadores jueguen hasta que están muertos, como ocurrió recientemente en el Mundial de Clubes de Estados Unidos, cuando se les hacía jugar con 40 grados de temperatura después de haber tenido una temporada larguísima. Se hace todo por dinero. Yo creo que eso hay que combatirlo, no es el camino que tiene que seguir el fútbol. Me gustaría que siguiera un camino diferente de juntar a la gente, del arraigo y de la comunidad.

Es decir, ¿juega el papel de una especie de Quijote?

He decidido pelear desde dentro. Tú puedes ignorarlo o pelearlo desde dentro y eso se hace con el ejemplo. Eso es lo que estamos intentando hacer en el Racing de Santander. Creo que nos está yendo bien, estamos demostrando que se puede hacer una cosa distinta.

Un club de fútbol tiene que concentrarse en un montón de otras cosas más que el rendimiento deportivo que no deben ser influidas por el resultado cortoplacista

Es capaz de hablar de fútbol sin hablar de goles ni de fichajes.

Uno de los graves problemas que tenemos todos es el cortoplacismo. ¿Cómo se manifiesta eso en el fútbol? Con el 'resultadismo'. El resultadismo quiere decir que al club de fútbol le pasa lo que le pasó el sábado o domingo anterior. Si ganó, si perdió, si el penalti fue en contra o a favor. Son muy importantes los resultados, pero es una competición donde a veces se gana y otras se pierde. Es una competición muy larga donde el club tiene que trabajar otras muchas cosas que no cambian de acuerdo a si uno ficha o no ficha o gana o no gana. Si uno está construyendo comunidad y arraigo no puede convertirse en cortoplacista. Creo que un club de fútbol tiene que concentrarse en un montón de otras cosas más que el rendimiento deportivo que no deben ser influidas por el resultado cortoplacista.

Cualquier aficionado dirá lo contrario, que quiere resultados. ¿A qué otras cosas se refiere?

Ahí entra la cantera, invertir en niños que pueden ser jugadores en unos años. Ahí existe un proceso a largo plazo. Lo más importante de los cadetes es que se formen. ¿Cómo haces para convencer a todos, incluidos los padres, de que lo más importante de ese partido no es el resultado sino que los chicos se formen? Y que el proceso formativo es un proceso que incluye jugar, ganar, perder, que alguno tenga un mal comportamiento y otro se lo corrija... todo eso es un proceso educativo. Nosotros llamamos al fútbol de cantera 'fútbol educativo'. Hay que convencer a los padres de que no griten como desforados el fin de semana en los partidos de sus hijos, porque su hijo o su hija se está formando. ¿Tú gritas desaforado si tu hijo saca un seis o un siete en un parcial de matemáticas? ¡No! ¡Tú no vas a insultar al profesor a la puerta del colegio! Pero eso es parte de una transformación, invertir en la idea del fútbol informativo. Entender cómo se trata a los niños porque la protección del menor es fundamental. No puedes tener a un entrenador que mate a gritos a los jugadores. Para mí eso es lo que genera futuro y sentimiento de pertenecencia. Es un proyecto al que te puedes sumar y puedes pensar: el club va bien porque la cantera va bien.

Usted es el propietario pero no preside el club, solo está al frente de la Fundación Racing. ¿Qué trabajo hacen ahí para que le interese más que la primera línea de palco mediático?

Es una fundación que se ocupa de realizar acciones sociales para trabajar, ayudar y proteger a colectivos con distintas necesidades. Pensamos que a través del fútbol logramos darle a la gente otro lugar donde se juntan para un juego, hacen amigos, generan grupos y comunidades. Trabajamos con distintos colectivos en la sociedad de Cantabria. Cuatro proyectos concretos: 'Memoria racinguista', para ayudar a ancianos en situación de soledad no deseada. Los niños de la academia del Racing les escriben cartas y organizamos encuentros con exjugadores de su época que les ayudan a recuperar memoria. 'Mujer global': llevamos a jugar al fútbol a mujeres víctimas de violencia familiar o de trata. Hemos creado tres escuelas inclusivas para jóvenes con discapacidad intelectual para que jueguen en la Liga Genuine. La cuarta iniciativa es el 'Racing saludable', vinculado a la nutrición y a la fisioterapia, un programa que se hace junto al Hospital Universitario Marqués de Valdecilla. Hay más proyectos que demuestran cómo el Racing puede influir en la sociedad cántabra y a través de la marca logra un objetivo social. No tengo ningún cargo ejecutivo en el club, pero sí ejerzo con muchísimo orgullo como presidente de la Fundación que vive de los recursos que obtiene de subvenciones del Gobierno, de empresas privadas y donaciones particulares. Tenemos un presupuesto cercano al millón de euros.

De alguna manera el fútbol ha sido el hilo conductor de su vida. Un día, agobiado por la posible quiebra de la empresa que montó con 33 años, salió a despejarse y sucedió algo que cambió su rumbo...

Eso fue muy fortuito. Mi empresa, como todas al principio, tenía problemas de financiación. Tú tienes que pensar cuáles son los determinantes del éxito. Los meritocráticos piensan que es tu mérito cien por cien. Pero muchas veces hay que estar en el lugar justo en el momento justo. Hay una frase que yo he inventado: lo importante es ser inteligente cuando tuviste suerte. El momento más crítico de la empresa fue el terrible atentado contra las Torres Gemelas de 2001. Nosotros vivíamos en Manhattan, yo las vi caer desde la terraza de mi oficina. Escuché al avión en problemas cuando pasó por encima de mi oficina, yo estaba hablando con mi padre y se lo dije. Luego me enteré de que había chocado con las torres y que fue un atentado. Era un día en Nueva York sin una nube, totalmente claro, con lo cual yo estaba en la calle 27 y se veían perfectamente las torres. Estás acostumbrado a ver el paisaje con ellas y al final de la tarde habían desaparecido. Es una imagen que no se me olvidará en la vida. Nuestras oportunidades de financiación desaparecieron inmediatamente tras el atentado porque generó pánico en los mercados. Un día dije: no puedo más, me voy a jugar al fútbol. Allí me encontré con un colega que me consiguió financiación. Si no hubiera ido a ese partido no hubiese conseguido el dinero que me hubiese permitido sobrevivir y estar hoy aquí con el Racing de Santander.

Argentina se ha convertido en un lugar muy agresivo, muy polarizado, donde los insultos son el lenguaje diario y donde se ha dejado de debatir ideas por miedo a los trolls de las redes

Aterriza en España invirtiendo en fútbol mientras en Argentina promueve una fundación progresista. Parece que los argentinos, como los equipos de fútbol, nunca se dan por vencidos. ¿Se puede superar el peronismo con el anarcocapitalismo de Milei?

A mi país no lo veo bien porque este gobierno, más allá de la ideología, no fomenta los valores morales que son importantes para que una sociedad prospere, que pueda dar bienestar a la gente y que sea un lugar agradable para vivir. Argentina se ha convertido en un lugar muy agresivo, muy polarizado, donde los insultos son el lenguaje diario y donde se ha dejado de debatir ideas por miedo a los trolls de las redes que hagan ataques hacia la persona de uno. Argentina no es un lugar con los valores que considero necesarios para construir una sociedad próspera. El plan económico no ha funcionado en ningún lugar del mundo. Los argentinos tienen que dejar de intentar ser originales en todo. Hay que aprender de los lugares que lo han hecho bien y nosotros no estamos aprendiendo ni utilizando métodos ni procesos que se han utilizado en otros lugares y que han logrado desarrollarse. Además, es una política totalmente aislacionista. Salvo Estados Unidos e Israel, Argentina no tiene más amigos. Está contra Brasil y Chile -los vecinos más importantes-, contra China, contra Europa, contra España... con esas controversias ridículas en las que insulta a España porque no le gusta el gobernante. Yo no me siento identificado ni con el Gobierno ni con los valores, ni tampoco con la política económica de mi país.

Describe un contexto de polarización en Argentina, ¿no percibe también ese ruido en la conversación pública en España?

Yo creo que ustedes no se dan cuenta del hermoso e increíble país que tienen. Bueno, yo soy español: del país que tenemos. He decidido venir a vivir a España. Este es un país ejemplar. Segundo año consecutivo de la economía con mayor crecimiento en Europa. No es un dato menor. Las calificadoras de riesgo estadounidenses, que están hasta cierto punto ideologizadas y no son particulares amantes de lo socialista, le han dado a España uno de los ratings más altos de Europa, mejor que Francia y mejor que Italia. España es una economía que funciona, tiene un sistema de salud público que funciona entre los niveles más avanzados del mundo, la educación y las universidades de primer lugar... La gran oportunidad de España es si logra invertir en lo que llamaría el conocimiento. Hacer esa gran apuesta por la economía del conocimiento. Sigue siendo una potencia mundial en turismo, en energías renovables, tiene empresas industriales que son líderes mundiales, pero tiene una gran oportunidad de convertirse en líder de esa economía que va desde la Inteligencia Artificial, el software, la biotecnología, las ciencias de la vida. Si España logra ser líder en esas áreas va a construir una economía todavía de mayor valor agregado, mayor apalancamiento, que le va a permitir crecer más y mejor y generar más bienestar a la gente. Son afortunados de vivir en un país como este. A veces tiene que venir alguien de fuera a decirlo. Y a veces se gasta demasiada energía en cuestiones que no generan valor. Lo importante es que la gente se sienta acompañada por el estado cuando tiene necesidades y que sienta que puede formar su propia comunidad. Hay que dejar de pelearse y hay que quererse un poco más.

Su fundación en Argentina, FUNDAR, promueve el discurso progresista y es una iniciativa para promover una cultura de la socialdemocracia y del estado del bienestar en su país. ¿Hay detrás el impulso de generar una corriente política o es solo un laboratorio de ideas?

La Fundación no tiene un proyecto político asociado. Creemos que en Argentina se trata de ser original sin estar basado en la evidencia y que el proceso de desarrollo en los países tiene que involucrar el aprendizaje de lo que ocurrido en otros lugares. Volviendo a las socialdemocracias europeas, hay muchísimo para imitar y para aprender de los procesos de generación de bienestar que ha visto Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Pero también creo que hay que aprender de economías lejanas y dispares, de Corea del Sur, de Brasil y Chile. Aprender mucho de muchos lugares y a partir de ahí crear políticas públicas que puedan resistir a la ideologización de las herramientas. Nunca ha ocurrido: desde China hasta las socialdemocracias europeas lo que siempre han hecho es utilizar las herramientas que más ayudan a obtener resultados. Si en cierto momento es importante utilizan la disciplina fiscal, la ortodoxia monetaria... pero si algún momento necesitan heterodoxia de la política industrial no tienen ningún problema en utilizarla. Me parece importante que las herramientas de desarrollo no sean ideologizadas.

Nadie menciona la cantidad de energía que consume un centro de datos de aplicaciones como OpenIA. ¿Sabe cuánta energía consume un cerebro? Nada

¿Se puede caminar hacia la libertad, como aconseja el último libro de Stiglitz, en un mundo controlado por algoritmos?

Yo he creado muchos algoritmos en mi vida, con lo cual me siento en parte culpable. Pero tengo una visión optimista de lo que pueden hacer los algoritmos. Los hay buenos, para ayudarte a resolver algún problema, y malos, creados para generar adicción a tu teléfono. Va a haber herramientas que van a reemplazar algunos trabajos, de la misma manera que lo hizo la revolución industrial o que las automatizaciones pudieron suplantar a los seres humanos en ciertas tareas. La contracara de eso es que mucha gente hoy no puede tener empleos dignos porque no se formó en su día, por mil razones. Gente que se ha quedado fuera del sistema. La pregunta que yo hago es si la IA puede ayudar a esas personas a saltar etapas y a formarse en un curso de tres meses de manera razonable, para que pueda lograr un salto en el empleo que puede conseguir. Reeducar acortando los plazos. Nos deja más tiempo para crear. Y, por otro lado, una cosa que nadie menciona es la cantidad de energía que consume un centro de datos de aplicaciones como OpenIA. Por eso el gran debate es si van a poner plantas nucleares al lado del centro de tecnología. ¿Sabe cuánta energía consume un cerebro? Nada. Cuando me digan que con la poca electricidad que consume el cerebro pueden hacer una máquina que hace algunas cosas que hace el cerebro, ahí me voy a empezar a preocupar. Mientras tanto, creo que tenemos mucho camino por recorrer. La cabeza es capaz de hacer cosas increíbles con un consumo minúsculo, mucho menos que un teléfono.

Argentina ha dado grandes protagonistas a la historia, ¿qué binomio le seduce más: Borges y Cortázar o Maradona y Messi?

La Argentina es Borges, que era profundamente antiperonista. Es Cortázar, que era una persona increíble capaz de escribir un libro como 'Rayuela'. Maradona, que era un rebelde incorregible. Y Messi, que es el prototipo de la disciplina, del trabajo y de la lucha. Lo que hace especial, lo que hace rica a la Argentina, lo que los argentinos deberíamos comprender de una vez para siempre, es que es nuestra diversidad la que nos hace especiales. Y España debe comprender que la diversidad es la que va a hacer al país grande. Después de haber vivido más de 25 años en Estados Unidos puedo decir que la diversidad, ser abierto al inmigrante, es lo que le hizo un gran país. El que viniera gente de todos los lugares, que se mezclara y que se convirtiera en estadounidense, que creara una cultura. La diversidad es la clave de la felicidad y del progreso.