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¿De dónde viene la famosa historia del bacalao y el pez gato?

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Una lección de vida escondida en un tanque de peces

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La historia del bacalao y el pez gato lleva años circulando como una fábula moderna. Es una de esas anécdotas que parecen inventadas, pero que en realidad esconden una metáfora poderosa sobre la vida, la motivación y, de paso, sobre dos especies marinas fascinantes.

La historia se sitúa hace más de un siglo, cuando los comerciantes chinos comenzaron a importar bacalao desde Europa. El pescado les había fascinado: firme, blanco, sabroso, con ese punto de salinidad que lo hacía irresistible. Pero había un problema. El viaje desde las costas europeas hasta Asia era largo, y los bacalaos llegaban a puerto con una textura completamente distinta: carne blanda, sabor apagado y aspecto triste. Nada que ver con el pescado que habían probado originalmente.

Los chinos, que tienen una cultura gastronómica profundamente ligada al equilibrio y la frescura, no se conformaron. Querían saber por qué el bacalao perdía su esencia durante la travesía.

El experimento: poner un depredador en el tanque

Un comerciante, cansado de los resultados mediocres, tuvo una idea tan simple como brillante: añadir algunos peces gato a los tanques de bacalaos. Los peces gato —con sus bigotes largos y sus movimientos sigilosos— no eran lo bastante grandes como para devorar al bacalao, pero sí lo bastante molestos como para incordiarlo.

Durante todo el trayecto, los bacalaos eran acosados, empujados, perseguidos. No podían relajarse. Y ese estrés constante hizo algo curioso: al llegar a China, su carne seguía siendo firme y sabrosa, igual que cuando vivían en el Atlántico. La clave no estaba en la temperatura del agua ni en la alimentación, sino en el movimiento. En mantenerse vivos.

Desde entonces, la historia del bacalao y el pez gato se ha contado miles de veces como metáfora de la vida:

“Todos necesitamos un pez gato cerca, alguien o algo que nos mantenga despiertos, curiosos, atentos. Sin él, nos volvemos blandos".

El protagonista: el bacalao, el “rey” de las aguas frías

El bacalao (Gadus morhua) es un pez emblemático del Atlántico Norte. Durante siglos ha sido uno de los productos más codiciados del mundo: se salaba, se secaba y se comerciaba en rutas que unían Noruega, Islandia, Terranova y la Península Ibérica. Su carne es magra, rica en proteínas, baja en grasa y con un sabor inconfundible que ha dado lugar a platos icónicos como el bacalao al pil-pil, las brandadas o el bacalao a la vizcaína.

Pero además de su importancia culinaria, el bacalao simboliza resistencia y adaptación. Vive en aguas frías, se desplaza en grandes bancos y puede nadar miles de kilómetros. Su carne firme no es casualidad: el bacalao es un animal en movimiento constante. En otras palabras, su textura depende directamente de su estilo de vida.

El antagonista: el pez gato, un oportunista incansable

El pez gato (de la familia Siluridae) no tiene la fama gastronómica del bacalao, pero sí una enorme capacidad de adaptación. Habita ríos y lagos de casi todos los continentes, desde el Amazonas hasta el Mekong, y se distingue por sus característicos “bigotes” o barbillones, que utiliza para orientarse y detectar alimento en aguas turbias.

Es un pez resistente, curioso y astuto, capaz de sobrevivir donde otros no lo logran. Por eso, en esta historia, su papel es perfecto: no es el enemigo, sino el estímulo. El que mantiene a los bacalaos activos, alerta y vivos.