El día que un emperador romano rompió la nariz a Alejandro Magno y dio comienzo de una tradición del imperio
Su figura fue venerada por varias figuras de relevancia y emperadores en el imperio romano
¿Dónde está el cuerpo de Alejandro Magno? Las teorías ya empiezan a contemplar que fue devorado por tiburones
Alejandro Magno murió en el 323 a.C, pero su legado y su figura han llegado hasta la actualidad, en la que es uno de los personajes históricos sobre el que hay más mitos y leyendas que se han acrecentado por el hecho de que las causas de su fallecimiento no estén del todo claras.
A pesar de que su cuerpo y su tumba no han llegado a nuestros días, en la época romana sí tuvieron la suerte de tener constancia de su lugar de descanso, que se situaba en un lugar que se antojó clave en la historia del imperio.
La tumba de Alejandro Magno se encontraba en Egipto en época romana
Y es que la tumba de Alejandro Magno se encontraba en la mítica ciudad de Alejandría de Egipto, donde acabó después de que uno de sus generales, Ptolomeo, interceptara el cortejo fúnebre en su camino hacia Macedonia.
Ptolomeo fundó la dinastía ptolemaica en el Antiguo Egipto, de la que descendería la famosa Cleopatra, que sería clave en la historia de Roma y que tuvo un papel relevante en una de las anécdotas más curiosas que relaciona a Alejandro Magno con el primer emperador romano, Octavio Augusto.
Para ello tenemos que remontarnos al año 30 a.c, cuando Octavio llegó a Egipto, que acabaría con el suicidio de Marco Antonio y de Cleopatra, y donde una de sus visitas fue a la tumba de Alejandro Magno, que era conocida como el sema, con un sarcófago que en un principio era de oro y Ptolomeo IX reemplazó por cristal.
Cuando Augusto rompió la nariz de Alejandro Magno
Esta tumba de Alejandro Magno se convirtió en un lugar de peregrinaje y entre ellos personajes como Julio César lo visitó, al ser uno de sus admiradores, y así lo haría también Octavio Augusto antes de ser nombrado emperador, cuando formaba un triunvirato junto a Marco Antonio y Lépido.
Se cree que cuando el entonces llamado César Augusto, en un acto de propaganda, vio los restos y cuando se acercó a adornar el cadáver con flores y una corona de oro, le tocó la cara y le rompió un trozo de nariz de forma accidental.
A pesar de este pequeño incidente, el visitar la tumba de Alejandro Magno se tomó como una tradición por los emperadores romanos que siguieron a Augusto, y algunos de ellos incluso cogieron algunos objetos, hasta que Septimio Severo, en el año 200 decidió sellar el acceso para protegerla.
A partir del siglo IV se le pierde el camino a la tumba, que pudo dañarse debido a diferentes terremotos o saqueos, lo que hizo que se perdiera el rumbo de su cuerpo, siendo un hecho reseñable cuando Napoleón y sus tropas lo encontraron vacío en el siglo XIX cuando llegaron a Egipto.