ru24.pro
Eldiario.es
Октябрь
2025
1 2 3 4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31

Miguel Brieva: “Creernos peor de lo que somos permite tragar con el capitalismo”

0

El dibujante reedita y actualiza Bienvenido al Mundo, su inquietante clásico que haría a cualquier invasor extraterrestre irse por donde vino

Antonio Arias, cantante de Lagartija Nick: “Uno espera la ejecución, pero el verdugo no viene”

Las viñetas de Miguel Brieva (Sevilla, 1974) son, si nos queda algo de autoestima colectiva, incómodas. Casi tanto como excitantes. Bienvenido al Mundo, retrato de la alienación y delirio de nuestro siglo publicado originalmente en 2007, es uno de los libros más representativos de su obra. Un álbum de horrores sistémicos y toques a la especie de inquietante actualidad que reedita ahora Astiberri con un anexo actualizado de 16 páginas.

Es llamativa la vigencia de muchas ideas de Bienvenido al Mundo casi dos décadas después. Un piropo a su trabajo que no deja en buen lugar nuestra deriva social.

Preferiría haberme equivocado y que viviéramos en una realidad distinta, mejor, y reconocer que fui un aguafiestas. Pero creo que, ya sea de manera intuitiva como en mi caso o argumentada, cuando uno entiende la lógica de un momento histórico, no son difíciles los ejercicios de anticipación pesimistas. Con el tiempo he ido siendo consciente de la redundancia de la sátira en un mundo que ya va desbocado hacia el abismo. Conforme he visto de qué manera tan esperpéntica se iban confirmando los peores delirios que se me ocurrieron hace 20 años.

¿Vivimos en una sociedad literal, con ya poco terreno velado, que dificulta el rol de un humorista gráfico crítico? 

Quizá era ingenuo pensar que ese tipo de humor iba a provocar un cambio. Las cosas son más complejas, aunque el humor sigue siendo una de las cualidades más profundas del ser humano. Trabajar con ello es un alivio y como herramienta es irrenunciable, pero ¿qué puedes decir gracioso de Trump? Para mí, cobra un interés antropológico entender qué mecanismos hay, por qué consensos muy básicos de hace 30 o 40 años se desvanecen y la gente se lanza en tromba a lo peor.

Como estamos tan atrincherados, una viñeta mía que hace 20 años podía hacerle gracia a alguien conservador, ya ni eso. Hay un descontento general con el sistema. El problema es que un lado trata de responder a eso desde una tradición política argumentativa y constructiva y desde el otro lado se apela al miedo, a la envidia, a participar de los sueños del sistema. Son maneras diferentes de hacer un diagnóstico, pero lo que a mí me interesa es lo común a todo el mundo. Para mí ahí está el tuétano político. 

Es crítico con el concepto de atención. En su diccionario aparece como moneda de cambio actual. Respecto a las pantallas, habla de una Gran Alucinación Digital. Pero ¿no estaba ya todo bastante torcido de antes?

Vivimos en el presentismo y tendemos a hacer lecturas cortoplacistas. Quizá desde la Segunda Guerra Mundial estamos en un proceso de desarrollo destructivo imparable. La televisión fue la gran forma de alienación de los 80, pero no podíamos saber que después habría una maquinaria tecnológica que iba a dejar a la tele como una especie de merienda de intelectuales. El mero hecho de ver juntos lo mismo y comentarlo parece menos alienante que lo de ahora. En un sistema que colapsa, hay gente que tiene la esperanza de salir de algo terrible, y quien ha creído tanto en el sistema que va a muerte. Y eso es muy humano también. Durante miles de años nuestra fortaleza ha sido creer en relatos compartidos.

Sobre relato, justamente, en el libro leemos lo mucho que se nos ha insistido en que somos lobos con piel de cordero, cuando seguramente seamos más bien lo contrario, corderos con piel de lobo. Seres empáticos tensionados por un mandato externo de endurecernos. Como si nos hubiéramos creído que somos peores de lo que somos.

Así es. Es un mito profundamente adherido que nos permite tragarnos el capitalismo. Hay que pensar, como [el economista Karl] Polanyi, que ese sistema es la mayor disrupción antropológica y lo que nos genera un estado de malestar constante. Ya nos es muy difícil ver el capitalismo desde fuera como los obreros del XIX. Cuando se habla de libertad como una bandera siempre pienso que los seres humanos no tendemos a ser todos distintos, esa pulsión no siempre ha estado ahí. Sobre lo de creernos peores, recomiendo el libro Dignos de ser humanos, de Rutger Bregman.

Pero es como si nos aburriera lo que somos durante casi todo nuestro tiempo y necesitásemos consumir crimen, desastre, tragedia.

Siempre se habla de que en el relato tiene que haber un conflicto, que es una cuestión narrativa muy reciente y creo que ahí estamos equivocados. Hay un falso canon occidental que dice que si hablas de lo malos que somos los seres humanos y las tinieblas y nuestras oquedades eres un gran artista. Ahora, como hables de algo que se parezca a la realidad de un barrio, eres aburrido o un artista “político”. Somos una sociedad que se dice a sí misma cosas muy raras.

Hay un falso canon occidental que dice que si hablas de lo malos que somos los seres humanos y las tinieblas y nuestras oquedades eres un gran artista

Miguel Brieva Dibujante

La palabra genocidio entra en la puesta al día de Bienvenido al Mundo.

Hace mucho tiempo que no puedo ver esas imágenes. Tampoco creo que me sirvan, conozco la historia. Previo a esta escalada de locura, el capitalismo es siempre una picadora de carne. El propio Estado de Israel lleva décadas hablando de “cortar el césped”, un término para matar de golpe a muchas personas. Y pienso también en la manera interesada en que se ha utilizado el Holocausto por parte de las autoridades mundiales, como si ahí se hubiera hecho ya todo el mal y todo lo que siguiera fuese mejor.

En su discurso se aprecia un giro hacia lo propositivo.

En el ámbito del ecologismo más ambicioso se sabe que estamos en un callejón sin salida. Hay una manera de generar esperanza a través de tomar conciencia de la imagen distorsionada que tenemos de nosotros mismos. Ahora estoy escribiendo el guion de un cómic largo y es una historia ecotópica. Estamos tan cegados a nivel imaginativo que cuesta. Hacer una distopía no es un reto, es soplar con el viento a favor. No te metas en una ecotopía para ganar dinero, pero ese es el reto artístico y la necesidad social. Lo decía el filósofo Francisco Martorell: cualquier creación artística actual que no sugiera un modelo alternativo de vivir de algún modo contribuye a perpetuar el estado de las cosas.

¿Mantiene la esperanza de un cambio a mejor?

Si utilizo la razón, veo que los problemas son de una escala insondable y que tenemos pocos resortes para modificar el rumbo. Si me dejo llevar por los sentimientos y la emoción, por supuesto hay que tener esperanza, que es algo irracional y que te anima a seguir. Creo que tiene razón Jorge Riechmann cuando dice que los occidentales no tenemos derecho a la desesperanza. Lo que pasa en Gaza pone de manifiesto cómo Europa ha vivido una fantasía de creerse superior a todo cuando en realidad es el germen de gran parte del horror del mundo y a día de hoy ahí está dejando a Netanyahu hacer lo que le da la gana. Para mí, Gaza ahora mismo es la humanidad: hombres, mujeres, niños y ancianos sobreviviendo a una situación ignominiosa apoyándose entre ellos.

El del humor, su gremio en cierta manera, es uno de los que más abraza eso de que “ya no se puede decir nada”.

Hice una vez una viñeta sobre un humorista diciendo que por qué no le preguntan alguna vez a un economista por los límites de la economía. Lo de que ya no se puede decir nada es absurdo. Además, es un mensaje que se lanza desde grandes medios de comunicación. Es como si alguien que está tumbado en el jardín con piscina de un chalet de lujo rodeado de sus criados se pone a gritar que le persiguen. Cualquier cosa que se diga hoy tiene menos relevancia que en otros tiempos. Es tal el ruido que aunque viniera alguien que consiguiera hilvanar las palabras mágicas de un conjuro que hiciera que toda la humanidad despertase a la misma luz, probablemente la cacofonía impediría que operase el embrujo. Eso sí podría decirse, pero que haya más censura no.

Forma parte del grupo Las Buenas Noches. El paradigma de la música también ha cambiado en los últimos años.

El mercantilismo ha destruido la música hegemónica. Hace décadas, esta podía ser comercial y a la vez tener un sustento de interés social, pero ahora es el sueño húmedo de cualquier capitalista. Es como si de repente hubiéramos pasado de un lenguaje de 5.000 palabras a uno de 300.