¿Alguien puede parar esto?
El principal partido de la oposición carece de norte táctico y estratégico y su única práctica política es reventar cualquier iniciativa del Gobierno. La actuación de su líder es cada vez más errática, contradictoria, y no pocas veces mentirosa y antidemocrática, y en la dirección del partido empiezan a ser cada vez más los que piensan que con Feijóo como cabeza de lista el PP puede volver a ver frustrado su proyecto de hacerse con la presidencia del Gobierno
Es cierto. No hay amenaza visible de golpe de estado alguno. Hay un cierto equilibrio político, el Gobierno no está inmediatamente amenazado y las instituciones funcionan, mal que bien. La situación económica es positiva y aumenta, un tanto, el consumo y la inversión aunque millones de españoles viven muy mal. Por tanto, la situación no está fuera de control. Sin embargo, hay demasiados signos, y algunos muy graves, de que la cosa pública se está saliendo de madre, de que bastaría un choque imprevisto para que fuera seriamente de las manos.
La DANA de Valencia, más allá de sus catastróficos resultados, ha evidenciado algo impensable: que un gobierno autonómico, con sus enormes poderes, no ha valido absolutamente para nada y que estaba en mano de personas que jamás deberían haber ocupado un cargo público. ¿Cuántos están en similares condiciones? ¿Qué clase de gente manda en España? ¿Quién y por qué se les elige? ¿Es posible algún tipo de renovación para mejorar a la vista de cómo funcionan los grandes partidos políticos? ¿Es un problema que afecta sólo a los de la derecha?
Las fake news y los bulos proliferan sin freno y son seguidos por millones de ciudadanos de todas las ciudades y seguramente creídos por muchos de ellos. Una legión de pseudo intelectuales, de creadores de opinión para ignorantes supinos y de oportunistas de todo tipo de pelaje, muchas veces de ultraderecha, tienen un protagonismo creciente en los medios de comunicación, los de nuevo cuño y algunos de los de siempre. Porque saben llamar la atención, a eso se dedican, y divierten. Pero también erosionan, día tras día, algunos de los principios en los que está basada la convivencia y también destruyen, casi siempre sin argumentos sólidos y únicamente con descalificaciones groseras, la imagen pública de los líderes, que toda sociedad necesita. Eso sí, a cambio de dinero.
Miguel Ángel Rodríguez, el cerebro pensante de la potente Comunidad de Madrid ha amenazado con llevarse “p´alante” al Fiscal General del Estado porque éste ha dicho que podría interponer una querella contra él. Así se las gastaban en el Far West norteamericano y en los cuartos de bandera de los ejércitos fascistas. Y nadie ha dicho nada.
Tampoco se le ha dado demasiada importancia a que un descerebrado golpeara con una pala en la espalda de Pedro Sánchez durante los altercados de Paiporta, dejándole bastante tocado, según revelaban las imágenes inmediatamente posteriores al incidente que mostraban al presidente caminando con serias dificultades. Luego, rompieron los cristales de su coche. Eso sí: más de un comentarista de derechas dijo en las teles que Sánchez, a diferencia del rey, no había tenido en valor de quedarse, que había huido.
Hay indicios cada vez más frecuentes y elocuentes de que crece la ola de radicalización ultraderechista o antidemocrática. Sobre todo entre los jóvenes y muy jóvenes, pero también entre los colectivos de otras edades. Hay quien se consuela diciendo que lo mismo está ocurriendo en buena parte de los países de la Europa rica. Otros añaden que España estará contenido dentro de los límites, minoritarios pero no pequeños, que ahora tienen, mientras en España la ultraderecha carezca de un líder con carisma y potencia. Pero la historia enseña que esos líderes aparecen en el momento menos pensado… si hay condiciones ambientales y políticas para ello. Y aquí empieza a haberlas.
Un grupo de jueces, entre ellos algunos de los que más mandan, siguen desatados en su particular campaña para derribar al gobierno de izquierdas. Manipulan sin rubor con tales fines las leyes y los procedimientos. Y buena parte de su gremio, el más conservador que existe en el aparato del Estado, les sigue o cuando menos no les critica.
El principal partido de la oposición carece de norte táctico y estratégico y su única práctica política es reventar cualquier iniciativa del Gobierno. La actuación de su líder es cada vez más errática, contradictoria, y no pocas veces mentirosa y antidemocrática, y en la dirección del partido empiezan a ser cada vez más los que piensan que con Feijóo como cabeza de lista el PP puede volver a ver frustrado su proyecto de hacerse con la presidencia del Gobierno. Una crisis en el interior del partido y una lucha por la sustitución de Feijóo aparecen como cada vez más probables a medio plazo.
Ninguno de los elementos hasta aquí citados puede provocar una crisis por sí solo por mucho que se agudice. Otra cosa sería si se juntaran varios de ellos y el orden público y la relativa paz social que en estos momentos existe cambiarán radicalmente de signo.
O sea que por el momento no hay que lanzar alarma alguna. Pero conviene estar atento a la evolución de los acontecimientos. España no vive sobre un volcán, pero no se puede descartar que en el futuro se produzca una erupción como las que se han registrado en nuestro pasado. Sería oportuno que quienes pueden hacerlo, que tampoco está muy claro quiénes son, reaccionaran para frenar derivas indeseables en los capítulos citados.