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Los BRICS + respaldan a Putin y ganan fuerza para erigirse como alternativa al poder occidental

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La cumbre de los BRICS + de Kazán (Rusia) ha mostrado que Vladimir Putin no ha sido desterrado del tablero de ajedrez internacional y que el expansivo club de los mercados emergentes rechaza el multilateralismo de Bretton Woods, su arquitectura financiera y el dominio monetario del dólar

El dólar restaura su hegemonía mundial

Another BRICS in the wall. La emblemática canción de Pink Floyd que contagió de rebeldía a toda una generación sintetiza las ambiciones de los grandes mercados emergentes asociados en un club cada vez más poderoso. Pero también su famoso y pegadizo estribillo (Hey! Teacher! Leave us kids alone!) simboliza el mensaje transgresor que los BRICS + trasladan al G-7, el grupo de potencias industrializadas que gobierna el poder hegemónico occidental en el orden mundial.

La cita de Kazán (Rusia) de esta semana ha revelado que su capacidad diplomática y económica sigue intacta. Este es el primer gran acto de los BRICS + tras su puesta en escena en Sudáfrica, en agosto de 2023, con la incorporación a sus filas de Irán, Egipto, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Etiopía, que dejó en el limbo a Arabia Saudí, que aún se reserva ser socio de pleno derecho, y sufrió la renuncia de Argentina tras el aterrizaje en la Casa Rosada de Javier Milei. Este club de países se consolida pese a las frecuentes disputas internas entre el cuarteto fundador -Brasil, Rusia, India y China- sobre su lugar en el mundo o el supuesto aislamiento de Vladimir Putin del escenario internacional.

Sin embargo, nada parece perturbar su gran desafío, rubricado en Kazán, de erigirse en alternativa al poder occidental y con suficiente músculo para agitar, todavía más, el “caótico” orden mundial creado por las potencias industrializadas.

Quizás el mayor destello que deja su cita en Rusia sea la amplia lista de delegaciones (32) que evidencia que la imagen de que Putin, que no acudió a Johannesburgo por la orden de búsqueda y captura de la Corte Penal Internacional (CPI), no ha sido precisamente vilipendiada. Así lo atestigua el hecho de que 15 naciones hayan llamado oficialmente a sus puertas -Malasia, Tailandia, Colombia, Nicaragua, Argelia o Turquía, entre otras- de una treintena de aspirantes.

“EEUU ha dejado de ver a los BRICS + como una caja de sorpresas y empieza a percibir en ellos resentimientos por la hipocresía occidental y deseos hegemónicos para liberarse del yugo del G-7 y sus aliados” dice Keith Johnson en Foreign Policy.

La aceptación de esta doctrina es indisoluble a la obtención del plácet de ingreso al grupo, avisa Johnson. Junto a la asunción de las críticas al sistema multilateral surgido en Bretton Woods en 1944 que dieron lugar al FMI y al Banco Mundial, y a sus derivadas, la arquitectura financiera internacional y su modelo de pagos transfronterizos y, por supuesto, el inmenso poder del dólar.

En definitiva, los BRICS + han declarado la guerra al consenso de Washington, el concilio del FMI y el Banco Mundial, la Fed y el Tesoro americano que ha regido los destinos de países en riesgo de suspensión de pagos, otorgando o rechazando ayuda financiera urgente como gendarme del multilateralismo y prestamista de última instancia. A cambio, por supuesto, de duras reformas y ajustes fiscales con facturas sociales.

Un nuevo mundo multipolar en estado embrionario

Putin lo expresó, en otros términos, pero con el mismo guion de fondo: las futuras ampliaciones de los BRICS + revelan que “un nuevo mundo multipolar está en gestación, en oposición al orden dominado por EEUU y el dólar” y que este reto responde a una “aspiración de la mayoría de la comunidad internacional”. En línea con la percepción de Alicia García-Herrero, analista para Asia de Natixis, para quien “la expansión del BRICS es una clara señal de que el equilibrio de poder global está cambiando”.

La advertencia del dirigente ruso se emitió sin tapujos e inmediatamente después de dialogar con el nuevo presidente iraní, Masoud Pezeshkian, el presidente chino, Xi Jinping, y su homólogo turco Recep Tayyip Erdogan. Turquía es el único socio de la OTAN en la órbita BRICS. No está, aunque se le espera. Mientras se despereza de las décadas de ostracismo que empleó la UE para despachar su petición de ingreso a un club cuyos jerarcas de este siglo ha revestido con la cruz cristiana para repeler al país otomano.

Pekín, Teherán y Ankara conforman el triángulo geoestratégico que Moscú juzga esencial para subsistir económica y financieramente de las sanciones occidentales. China acaba de superar al conjunto de la UE como principal cliente del petróleo siberiano -y junto a India, absorben el 78% de las ventas de crudo ruso-; Irán le aporta el expertisse para sortear embargos energéticos y usar cauces y puertos marítimos seguros y Turquía es un tránsito comercial de primer orden para el Kremlin.

Aunque, sobre todo, los cuatro están sumamente interesados en construir un sistema de pagos conjunto y alternativo al Swift, que emplean empresas y bancos en la práctica totalidad de sus transacciones financieras internacionales.

La prohibición a Rusia de acceder a la arquitectura Swift y denominar sus operaciones exteriores en dólares desde el inicio de la invasión de Ucrania ha recibido otra vuelta de tuerca con el veto, que el G-7 ha extendido, bajo amenaza de sanción, a bancos de mercados que comercializan con Rusia. Muy en especial, a chinos y turcos, que han protagonizado los primeros escarceos contra los retrasos en los pagos procedentes del Kremlin. En un momento en el que la economía rusa empieza a emitir síntomas de agotamiento tras un bienio en el que su industria militar, a pleno rendimiento, ha dotado de suficientes recursos fiscales y monetarios a sus arcas para sostener las finanzas del país.

Los actuales nueve socios del BRICS + han elevado en 11 puntos, hasta el 35,6%, su proporción del PIB global y rozan el 40% de la población mundial, frente al 25,8% de la riqueza del planeta y el 10% de la demografía del G-7. Al tiempo que varios de sus más insignes representantes -Brasil, India y Sudáfrica- han tomado las riendas del G-20, el auténtico gobierno internacional, entre 2023 y 2025. Mientras Luiz Inázio Lula da Silva -ausente en Kazán, pero con un papel telemático activo- sigue ejercitando la voz del grupo contra la tiranía del billete verde.

El dólar como arma de destrucción masiva occidental

La lucha contra el dólar es el estandarte que el club de los emergentes piensa instaurar si asalta la fortaleza monetaria global. Lula lo describió a la perfección en su primer viaje a China al asumir su mandato: “Cada noche me pregunto por qué todos los países tienen como base comercial al dólar”. Lo hizo ante el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) que los viejos BRICS armaron en 2014 para batir los préstamos multilaterales de Bretton Woods.

Sin embargo, el NDB no acaba de ganar influencia entre el Sur Global al Banco Mundial, el mayor inyector de créditos del actual entramado multilateral. El organismo BRICS apenas desplegó en 2023 unos 8.000 millones de dólares, frente a los 73.000 de la institución hermana del FMI. Es un signo de que la rebelión de los BRICS no es un camino de rosas que deja sin respuesta varias de las cuestiones de Lula: “¿Quién decidió que fuera el dólar la moneda predominante tras la desaparición del patrón oro?”. El líder brasileño señaló al chino renminbi -alter ego del yuan en el mercado cambiario- como valor de referencia de una cesta de divisas BRICS o directamente para lidiar contra el dólar.

Las sanciones occidentales a Rusia, Irán y China y las amenazas a Turquía -con lazos en Hamás, para desesperación de Israel, la OTAN y EEUU- tampoco ayudan a frenar el conato de decoupling que los BRICS + sopesan realizar en el orden monetario. Mientras que India ejerza de Caballo de Troya a ojos de varios de sus socios emergentes para relajar tensiones con Occidente. El país más poblado del mundo y quita economía global coquetea con EEUU para incorporarse a AUKUS, la versión de la OTAN en Asia contra el expansionismo chino, y participa en la Alianza Indo-Pacífica de comercio e inversión, auspiciadas por la Administración Biden.

Robert Green, director de Asia en Carnegie Endowment for International Peace, admite que “los esfuerzos de los BRICS por adoptar el renminbi se han acelerado”. Washington “debería tomar nota de la frustración que ocasiona el dólar y permitir una moneda alternativa, motivando la participación en ella de socios de garantías, como India”.

El Sur Global el comodín en la manga de los BRICS

Los fuertes lazos diplomáticos de los BRICS + con países no alineados les predispone a romper con las reglas de juego multilaterales del hasta ahora orden mundial, “monitoreadas por EEUU”, admite Jim O’Neill, el ex economista jefe de Goldman Sachs que acuñó el término BRICS en 2001. O’Neill achaca el origen de este choque de trenes al pulso geoestratégico entre Washington y Pekín desde 2016, cuando Donald Trump accedió a la Casa Blanca y Xi Jinping asumió plenos poderes en China.

O’Neill rememora otras tres tácticas del lobby de los BRICS con el Sur Global. Los más de 100.000 millones de dólares de reservas de divisas internacionales conjuntas que pusieron sobre la mesa para crear el NDB, la involucración de este amplio listado de naciones en la Nueva Ruta de la Seda y la Mano Invisible de China en África y América Latina para invertir en sectores estratégicos a cambio de créditos a cuenta. En este grupo, India copia la táctica exterior de su rival regional, Brasil se mantiene a su estela, aunque en fase de exploración, y Rusia enfoca sus tentáculos diplomáticos hacia la seguridad y defensa.

Alexander Gabuev incide en Foreign Affairs en que Occidente “sabe que le han planteado batalla y que tendrán un papel decisivo en el orden global”. Esencialmente, porque los pretendientes del Sur Global no dejan de crecer -Indonesia, México, Bielorrusia, Azerbaiyán o Palestina fueron otros invitados a Kazán-, China dirige sus designios expansionistas con “sumo criterio”, India y Brasil hacen de “correas de transmisión efectivas” y Rusia exhibe cada vez que puede su poderío nuclear.