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Sin respuestas fáciles

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La mayoría de líderes en Europa y en Estados Unidos, también a la izquierda, se están moviendo para afrontar o para hacer como que afrontan la migración, un asunto con muchos pliegues y pocas respuestas fáciles. A menudo, se trata de postureo de medidas costosas, poco eficaces y arriesgadas

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El resultado de las encuestas de opinión sobre migración que están marcando en parte la política europea en despliegue este jueves en Bruselas a menudo depende de la manera de preguntar. 

En España, el sondeo del CIS que mostraba en agosto un aumento de la preocupación por la migración se basaba en un cuestionario lleno de preguntas que apuntaban al asunto como un problema. Como bien explicaba Paco Camas, director de investigación de opinión pública de la encuestadora Ipsos, “el diseño del cuestionario condiciona la respuesta”. En todo caso, más allá del CIS, el panorama que retratan los sondeos parece a menudo contradictorio. 

Una encuesta del Eurobarómetro antes de las elecciones europeas mostraba que la opinión pública estaba más preocupada por la pobreza, la falta de empleos, la defensa frente a Rusia o el cambio climático que por la migración. Pero en julio, en otro Eurobarómetro la migración irregular aparecía como el segundo asunto más citado en línea con otro sondeo en primavera para la cadena Euronews en que la lucha contra la inmigración irregular aparecía como una prioridad para la mayoría de la población en casi todos los países, incluido España. A la vez, en encuestas donde se pregunta sobre detalles, la impresión es otra: por ejemplo, la gran mayoría de los españoles creen que hay que acoger e integrar a los menores migrantes que llegan solos a España, según otro sondeo de septiembre para elDiario.es.

Ahora la mayoría de líderes en Europa y en Estados Unidos, también a la izquierda, se están moviendo para afrontar o para hacer como que afrontan un asunto con muchos pliegues y pocas respuestas fáciles. A menudo, se trata de postureo de medidas costosas, poco eficaces y arriesgadas, como enviar a solicitantes de asilo a otro país. En el caso de Italia, es a Albania; el fallido del Partido Conservador del Reino Unido era a Ruanda, y Países Bajos ha sugerido Uganda.

En el espectro más moderado a la izquierda, también vemos a políticos que quieren limitar la llegada de trabajadores extranjeros para dar prioridad a los locales, algo que defiende ahora el laborista Keir Starmer en el Reino Unido y que también han apoyado durante años los sindicatos y otros sectores de la izquierda de su partido.

No es fiel a la realidad caracterizar la migración o los retos que supone para lugares concretos como un espejismo o un invento de la derecha. Pero a la vez está claro el uso que políticos populistas hacen de las personas que llegan, sobre todo de las más desesperadas, con menos recursos y un color de piel o religión diferentes a los de la población local. En un mundo cambiante por la tecnología, la crisis climática, la movilidad global y amenazas a la seguridad de regímenes autocráticos cada vez más agresivos, es fácil culpar a quienes no votan y pueden ser identificados fácilmente como rivales. 

Donald Trump es el caso más extremo y cuesta encontrar otro político contemporáneo que acuse a los inmigrantes de ser “asesinos” y tenerlo “en los genes” e insistir en las mentiras de que “comen mascotas” y “atacan pueblos” pese a los desmentidos hasta de sus colegas republicanos.

Kamala Harris nunca caracterizaría así a las personas no nacidas en Estados Unidos (o no blancas, que de eso va la retórica de Trump), pero también defiende una política más estricta en la frontera, incluido que siga siendo un delito cruzar de manera irregular.

Trump ha sido muy eficaz en llevar a su partido y al Partido Demócrata hacia las posiciones más duras contra la migración regular e irregular en un contexto donde es cierto que han aumentado las llegadas de personas que intentan cruzar a toda costa la frontera sur (aunque no tanto como dice Trump).

En Estados Unidos, se ha disparado el porcentaje de personas que dicen que hay “demasiados” migrantes en el país, según Gallup. Pero una vez más, si entramos en el detalle, la población aspira a integrar a quien llega al país: por ejemplo, en esa misma encuesta, el 80% de la población en Estados Unidos sigue pensando que los menores que llegaron de manera irregular deben poder convertirse en ciudadanos estadounidenses si cumplen algunos requisitos, y más del 70% dice lo mismo de cualquier migrante independientemente de su edad. 

Negar las dificultades que supone la llegada inesperada de migrantes en casos concretos sólo sirve para alimentar a los más extremistas, que a menudo representan las opiniones de una minoría. Pero convertir el rechazo de la migración en bandera y promesa política es el camino más peligroso que un país puede tomar: suele empezar con las llamadas para frenar la migración irregular, progresar hacia la limitación de la legal y acabar en el rechazo de cualquier persona no nacida en el país o con ancestros de otros. Un mundo de otro tiempo.