Luchando por asuntos vitales
No estaba previsto, pero el domingo confluyen en Madrid dos manifestaciones que responden a dos asuntos esenciales. De un lado, la antifascista, ante la presencia en la capital de España del culmen de la extrema derecha internacional para apoyar a Vox en las elecciones europeas –desde Milei a Le Pen; al parecer Meloni, más avispada, entrará solo por video conferencia–. Del otro, una nueva reivindicación de la Sanidad Pública en la Comunidad, apoyada en su convocatoria por un gran número de voces que claman por su deterioro. Confluyen como lo hacen en la propia vida: la ultraderecha hiperliberal tiene como uno de sus puntos de mira el negocio de la sanidad pública, un servicio realmente vital para los ciudadanos.
Las ya inminentes elecciones al Parlamento europeo están propiciando un despliegue propagandístico fastuoso de las candidaturas neofascistas en particular (y asimiladas). Ya se les ha levantado el cordón sanitario donde lo tuvieron y los han incorporado a una presunta normalidad. El más desaforado de la tendencia hasta ahora es Javier Milei, el presidente argentino, que lógicamente no se presenta en Europa pero quiere apoyar a sus correligionarios como si todos los ciudadanos fueran víctimas del mismo encantamiento pernicioso que al parecer han sufrido los de su país en amplios sectores. Cuesta creer que haya quien vote y aplauda cercenar la sanidad pública por ejemplo para ahorrar dinero –y vidas humanas– como está haciendo Milei, pero, bien pensado, en España tenemos quienes –desde el Partido Popular– practican ese mismo “ahorro” en salud, negocian con la de los ciudadanos y siguen gozando de las preferencias incluso de sus víctimas.
Ya hemos hablado demasiado de los porqués de este inmenso descalabro racional y ético que afecta a un número suficiente de ciudadanos como para vernos todos inmersos en el problema. Lo que parece más decisivo ahora es reflexionar en qué será de la sociedad –no millonaria– el hecho de que se sume a las situaciones nacionales un mando con fuerte presencia ultraderechista en Bruselas. Las instituciones comunitarias gestionan un inmenso presupuesto: 300.000 millones de euros en diversos conceptos y “se ha dejado un margen de 360 millones de euros dentro de los límites máximos de gasto del actual marco financiero plurianual 2021-2027 para permitir a la UE responder ante necesidades imprevisibles”. Por si acaso he sufrido algún mareo con estas cifras que haya inducido a error, les dejo un enlace para que lo comprueben ustedes mismos.
Como vemos en España, las prioridades de los gobiernos PP-Vox, incluso PP ultra en solitario, como el de Madrid, no son precisamente la atención a la salud o a los servicios públicos. La ideología ultraliberal propugna que cada cual se busque la vida, impone un cobro de impuestos desigual y nada redistributivo y gusta de propugnar negocios particulares muy selectivos con sus objetivos.
Nuestra salud es un negocio. Desde hace mucho tiempo. Copio y pego un fragmento de un reportaje que hice en Informe Semanal. En 2005, según creo: “ En 1997, España era el sexto sistema sanitario más eficiente del mundo en la clasificación de la OMS, el séptimo en 2002. Algunos expertos ponen reparos a los criterios empleados para evaluar esa consideración, pero siempre nos sitúan entre los 20 más acreditados. Transferir la sanidad a las comunidades autónomas ha hecho que el servicio empeore en algunas de ellas. El gasto sanitario es desigual, lo son los medios. La sanidad madrileña de Esperanza Aguirre se está privatizando. La gestionan empresas que, en algún caso, se ocupan también de vender pan de molde”.
Pues ya saben lo que ocurrió con Ayuso en la presidencia de Madrid. Disparado hacia esos recortes que desplegaba ya su mentora. Pásense por otras comunidades, por las listas de espera, los recortes en servicios de urgencia y tantas otras cosas.
Anoten otros datos. Un par, aportados en la pandemia de coronavirus que aún agravó el problema mientras algunos se lucraban con el mal y el miedo que nos aquejó.
Un informe europeo constaba que las privatizaciones sanitarias habían lastrado la respuestas de los Estados a la pandemia. Lo publicó elDiario.es. Otro informe de Audita Sanidad y el Sindicato de técnicos de Hacienda afirmaba con datos concluyentes que se estaba produciendo un “deterioro programado” de la sanidad madrileña para facilitar el avance de los fondos de inversión. Lo publicó Infolibre.
Otro más demuestra que la apuesta de Bolsonaro por obviar la enfermedad en Brasil (como ocurrió con Ayuso en Madrid por el jolgorio de cañas y terrazas) ocasionó flagrantes aumentos de la mortalidad. En las residencias aquí, trágicos testimonios, que se niega a investigar la Fiscalía de Madrid. Tan ocupados los Tribunales Superiores de Justicia de la misma demarcación en otros menesteres que afectan al Ayusato. Si el asesor de la presidenta lanza un bulo, la camarilla mediática lo publica como cierto, y la Fiscalía lo desmiente, el Tribunal persigue… a la Fiscalía. La ultraderecha y la desfachatez son muy peligrosas para la salud.
Y la investigación más reciente, la que publica Raquel Ejerique en elDiario.es este viernes tirando del hilo del informe de la Comisión de la Verdad: El Gobierno de Ayuso obvió un informe epidemiológico que avisaba de la tragedia que azotó las residencias por la COVID. No se hizo nada. Un relato pormenorizado de la alerta dada por la epidemióloga de Monte Hermoso. Impresionante.
Pero hay más. Durante los últimos 14 meses he conocido a fondo la sanidad de Madrid, no directamente para mí, aunque con más implicación que si lo fuera. UCIs, quirófanos en espera, plantas, consultas, y no tengo palabras para los profesionales que me he encontrado. Especialistas médicos y de enfermería, cirujanos, auxiliares, rehabilitadores del cuerpo y hasta del trauma que supone una enfermedad grave. Es verlos trabajar con vocación de forma personalizada luchando por la salud de sus pacientes como si cada cual fuera único. En uno de los grandes hospitales de Madrid y en Atención Primaria de seguimiento. Merecen poder hacerlo con medios, con apoyo, sin traba alguna, con el reconocimiento que se ganan cada día. Son ellos, los profesionales, los que mantienen el prestigio de nuestra sanidad.
Una experiencia humana impagable que me permite hablar con conocimiento de causa. Esperando que las soluciones de la medicina y la investigación estén al alcance de cuantas las necesiten. Y que no se escatimen los medios porque solo tenemos una vida.
Vuelven a las calles el domingo profesionales sanitarios y ciudadanos. Ciudadanos de verdad, todos. Apoyando la Sanidad Pública o luchando contra la peste del fascismo que se extiende como la plaga que es. Tan unidos en el germen. Ojalá la luz de una buena salud ética se abra paso por el bien de todos.