Ni me acordaba de que el domingo hay elecciones en Catalunya
Uy, que ya es jueves y se me había pasado escribir sobre las elecciones catalanas. Que sí, que son este domingo, no lo busques en Google que ya lo he comprobado yo: domingo 12 de mayo. Como veo que a ti también se te había olvidado, valga este artículo como recordatorio: el domingo hay elecciones en Catalunya. Sí, como tú yo también me había despistado y creía que eran la próxima semana, o que ya fueron la semana pasada. ¿Cómo es posible que a tres días de abrir las urnas no ardan las tertulias, los telediarios, la tribuna del Congreso y tus grupos de WhatsApp?
Tú no te acuerdas porque eres muy joven, pero hubo un tiempo en que la celebración de unas elecciones catalanas aumentaba el consumo de ansiolíticos y protectores estomacales, en Catalunya y en toda España. Hace mucho de eso, tanto que no me acuerdo ni yo, que no soy ya tan joven. Durante una década vertiginosa conocimos elecciones con promesa de consulta soberanista, elecciones plebiscitarias, elecciones convocadas por el gobierno central con la autonomía intervenida por el artículo 155, elecciones con candidatos en prisión o fugados, elecciones tras las que se suspendía el pleno de investidura porque el candidato acababa de ser encarcelado, elecciones adelantadas después de que el President fuera inhabilitado por sentencia judicial… Elecciones con enormes despliegues policiales, con movilizaciones, con temor de incidentes, con exabruptos, amenazas, lamentos de “España se rompe”.
Y de pronto, unas elecciones catalanas que casi pasan desapercibidas. Que abren telediarios pero sin apenas ruido. Que se comentan en tertulias y columnas pero de forma rutinaria, sin pasión. Unas elecciones de las que, fuera de Catalunya, no habla nadie en los bares ni en las cenas familiares, y sospecho que tampoco monopolizan muchas conversaciones en Catalunya. Unas elecciones sin grandes proclamas. Con debates electorales tranquilos, donde se habla de gestión y programas, de la sequía. Sin maximalismo por parte del independentismo. Donde la derecha española habla de inmigración y okupas en vez de dar banderazos. Unas elecciones de perfil mediano, por no decir perfil bajo. Unas elecciones que no parecen catalanas, acostumbrados como estábamos al ruido y la furia de la última década. Unas elecciones aburridas, que no sacaría del marasmo ni un golpe de efecto de Puigdemont presentándose en Barcelona.
Que a tres días de unas elecciones catalanas la noticia sea esa, la falta de noticia, la bajada drástica de decibelios y pulsaciones, el drama cero, dice mucho de lo sucedido en los últimos años. Ni el conflicto político ni el problema territorial se han resuelto, pero el momento político es otro. Una parte es demérito del independentismo, por la manera en que ha manejado el post-procés; pero otra parte es mérito del gobierno español en su estrategia de recuperar la normalidad y la convivencia en Catalunya. El diálogo difícil, los pactos, los indultos que tanta crítica merecieron por parte de la derecha, hasta la controvertida amnistía, todo ha contribuido a que hoy nos aburramos y casi nos olvidemos de unas elecciones catalanas. No está de más reconocerlo.