El palacio de recreo de Carlos IV recupera el esplendor del neoclásico
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La Real Casa del Labrador vuelve a brillar entre los jardines del Real Sitio de Aranjuez, tal y como el rey Carlos IV la imaginó y levantó a principios del siglo XIX. Tras varios años escondida entre lonas y material de obra por una intervención arquitectónica y artística en todo el edificio, este patrimonio nacional volverá el viernes a abrir al público para que los visitantes descubran en su máximo esplendor la elegancia de esta joya neoclásica que disfrutaron durante décadas los monarcas españoles. La comitiva Real sorprendió a los vecinos de este municipio del sur de Madrid la mañana de ayer, cuando Felipe VI apareció en estos jardines con motivo de la inauguración del complejo, cerrado desde el año 2021 por trabajos de emergencia. No se trata de la primera vez que este edificio necesita una reforma, ya que, desde su construcción, el palacete que Carlos IV utilizaba como espacio para el descanso y entretenimiento y que encargó él mismo al arquitecto Juan de Villanueva, ha enfrentado problemas en su estructura debido a la inestabilidad que supone la cercanía a la orilla del río Tajo. En 2017, ya se comenzaron a observar un aumento en el número y tamaño de las fisuras, lo que llevó a Patrimonio Nacional a trabajar con la última tecnología del momento y a documentar estas grietas que se encontraban tanto en las fachadas como en los suelos, techos y bóvedas de la Casa del Labrador. Sin embargo, fue en 2021 cuando la borrasca Filomena obligó a llevar a cabo una intervención urgente ante un agravamiento de los daños estructurales, que tal y como relata el director de Inmuebles y Medio Natural de Patrimonio Nacional, Luis Pérez de Prada, no solo afectaban a la estabilidad del edificio sino también a las decoraciones del interior. Y así dio comienzo al proyecto de restauración integral de este palacete, que arrancó con el traslado del mobiliario histórico y las obras de arte al Palacio Real de Aranjuez, así como la protección de sedas, suelos, chimeneas y otros elementos delicados que requieren de un cuidado especial para su conservación. En la parte arquitectónica de esta intervención, el principal objetivo de los profesionales encargados de la obra era el de ofrecer una solución a los problemas estructurales del edificio. Por ello, se dispusieron sistemas que permitieron una monitorización intensa de todos los movimientos y vibraciones que pudieran producirse durante la ejecución de estos trabajos. Para garantizar su estabilidad, se reforzó la cimentación con la instalación de más de 500 micropilotes de hormigón a una profundidad de entre 15 y 30 metros y para lo que se utilizaron más de 40 toneladas de acero y más de 50.000 de cemento. Pero también se sellaron las grietas de las múltiples estancias y cuyas cicatrices aún se pueden pueden apreciar, así como la restauración del suelo de porcelana de la Sala de Compañía, un pavimento formado por más de 4.500 baldosas que se enumeraron y recolocaron como un gran puzle. Sin embargo, la reforma más visible está en la fachada de la Casa del Labrador , que, gracias a un cuadro del pintor Fernando Brambila, conservado en la Galería de las Colecciones Reales, se permitió aplicar un revestimiento de mortero de cal con los colores que evocan al aspecto original del inmueble a principios del siglo XIX. Fue tras una actuación para renovar las cubiertas contra una plaga de termitas en 1964 lo que llevo a que se revistiera la parte alta del edificio con un aplacado de ladrillo, «modificando y alterando no solo el aspecto cromático de la casa, sino también los salientes que conformaban la fachada», explica Pérez. El tono de la fachada se asemeja ahora a uno de los del Obelisco del 2 de Mayo de Madrid, obra del mismo arquitecto, Isidro González Velázquez. Asimismo, se ha recuperado sus elementos ornamentales característicos, como las hornacinas. Esta actuación arquitectónica de emergencia finalizó en junio de 204 y supuso un importe de más de 7,3 millones, a lo que hay que sumar 180 mil euros en trabajos previos de monitorización y seguimiento de grietas. «Lo que hace único este conjunto es su decoración y el conjunto de todos los muebles, lámparas, relojes y pinturas, entre otros, que forman un conjunto del gusto muy propio de Carlos IV, que es único en el mundo», remarca Víctor Cageao, director de las Colecciones Reales. Por ello, Patrimonio Nacional aprovechó que se llevaba a cabo esta intervención de emergencia para restaurar las decoraciones fijas y los bienes muebles, ya que los problemas estructurales tuvieron también repercusión en la decoración del interior, con una gran riqueza artística, que cuenta con pinturas murales de grandes artistas españoles como Mariano Salvador Maella o Zacarías González Velázquez. Pero también se ha limpiado y puesto a punto los elementos ornamentales que por sus características no se pudieron desalojar durante las obras, entre las que también están las colgaduras textiles, los soldados y la carpintería, así como las cornisas y embocaduras. Por otro lado, tras dos años expuesto en la Galería de Colecciones Reales, se ha devuelto al sitio para el que fue concebido el Dessert de las Glorias de España, un centro o camino de mesa realizado entre 1802 y 1805 en el conocido como Salón Grande o de Baile al que Alfonso XIII dio uso lúdico durante su mandato y que desprende un fuerte contenido dinástico-político, con la presencia de escenas y figuras importantes en la historia de España. Además, se han llevado a cabo trabajos de restauración en las esculturas del patio, que han sido sustituidas por copias en su ubicación original para garantizar su conservación. Algunos originales, entre las que se encuentran los bustos de emperadores romanos, así como esculturas de dioses de la Antigüedad, ya se exhiben en el Palacio Real de Aranjuez y otros se podrán contemplar en breve en la planta baja de la Casa del Labrador. A partir de este fin de semana, todos los viernes, sábados, domingos y festivos se podrán realizar visitas guiadas a este edificio por una tarifa única de cinco euros.