El desafío de iluminar un futuro verde sin comprometer el presente
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España camina con paso firme hacia el ambicioso objetivo de cero emisiones en el 2050. Se han dado pasos importantes a la vez que quedan altas barreras que derribar para que dicho objetivo sea una realidad. Este 2025 será recordado por el cero eléctrico del pasado 28 de abril que agitó el mercado eléctrico y trajo un intenso debate sobre el camino que sigue España en la larga y difícil tarea de la descarbonización. Sobre las lecciones del apagón, Diego Rodríguez, catedrático de Economía UCM y experto en mercado energético y economía industrial, destaca sobre todo que «es imprescindible avanzar en un desarrollo de los distintos componentes del sector eléctrico que permitan reducir al máximo la probabilidad de que se produzca una falta de suministro». Cree que ello implica, por ejemplo, actualizar distintos procedimientos de operación del sistema y, en general, extremar las cautelas en un contexto en el que se está produciendo una profunda transformación del mix de generación eléctrica. «Esto va a ser especialmente importante cuando, además, se desea avanzar mucho más rápido en el proceso de electrificación de la economía», añade. No considera que las energías renovables hayan resultado fragilizadas tras el incidente, pero el apagón nos recuerda que en el estado actual de la tecnología y la regulación, «la presencia de determinados grupos de generación tradicionales sigue siendo imprescindible para mantener la estabilidad del sistema». Ello no impide que, con cautela y de modo progresivo, «otros agentes como las baterías o nuevos componentes tecnológicos asociados a la generación renovable puedan ir aportando también para el mantenimiento de esa estabilidad», puntualiza. Para Alejandro Diego Rosell, profesor externo de EOI en el Master de Energías Renovables y Mercado Energético, el apagón fue como un 'déjà vu' de tiempos más antiguos en los que pasaba a menudo. «Nos recordó que seguimos siendo mortales y analógicos. Ha servido para poner de contraste que el sistema eléctrico es delicado y que no basta con tener renovables a mansalva, hay que gestionarlas bien», reflexiona. España produce ya más del 55% de su electricidad con renovables, «pero lo que falló en aquel momento fue la coordinación y la previsión», resalta. En términos prácticos, cree que el apagón puso sobre la mesa la necesidad de más almacenamiento, de redes más inteligentes y de mecanismos que equilibren oferta y demanda en segundos. «No es que las renovables fueran el problema, sino que el sistema está evolucionando muy rápido y quizá aún no estaba del todo preparado para tanta energía limpia entrando a la vez. No es culpa de la tecnología renovable que tiene un éxito sin precedentes», resalta. José Maria González Moya, director general de APPA Renovables, cree que el apagón dejó al descubierto algo que el sector llevaba tiempo reclamando: la necesidad de reforzar las redes, impulsar el almacenamiento y trabajar en electrificación y flexibilidad de la demanda. «Todos estos análisis sobre el cero energético deben ser la base para desarrollar el sistema eléctrico del siglo XXI, que hasta ahora estábamos operando como en el siglo pasado», apunta. Recuerda que las renovables pueden contribuir mucho en la sostenibilidad y gestionabilidad de la red, aportando más a los servicios de ajuste. «Y si concluimos que deben realizarse mejoras en el futuro, estudiaremos cómo llevarlas a cabo», matiza. El arranque de 2025 fue favorable para las renovables, aunque persisten los desequilibrios entre tecnologías. «Está claro que la fotovoltaica es la tecnología predominante, por sencillez y costes, pero no está siendo acompañada por otras tecnologías ni por almacenamiento», indica González Moya. De ahí que se deba apostar por otras tecnologías renovables que no son tan competitivas en coste como la fotovoltaica, «pero aportan otras características muy valiosas para nuestro sistema eléctrico». Por ejemplo, habla de la biomasa eléctrica como una tecnología gestionable y firme, que aporta estabilidad a la red; «la minihidráulica nos permite contar con mayor resiliencia y, en muchos casos, puede evolucionar hacia el almacenamiento con bombeo»; y en cuanto a la eólica «está retrasada respecto a las metas marcadas y su generación es complementaria a la curva de la fotovoltaica». Por todo ello cree que se deben desarrollar aquellas tecnologías que necesitamos, no únicamente las que sean más baratas. «El precio y el valor son conceptos distintos», advierte. Son todavía varios los problemas que se deben ir solucionando para lograr el despegue total de las renovables. «Vamos por buen camino, aunque lento», apunta Rosell. En almacenamiento, «el precio de las baterías ha caído más de un 80% en la última década, y ya tenemos proyectos de gran escala que van a arrancar en España con cargo a fondos europeos Feder. Aun así, seguimos lejos de lo que necesitaríamos para cubrir varios días seguidos sin sol ni viento», resalta. Si nos fijamos en el marco normativo también ha mejorado. «Hace diez años hablar de autoconsumo era casi ciencia ficción, y hoy cualquier vecino puede tener placas en su tejado y compartir la energía con la comunidad», pone como ejemplo. Señala también un momento crítico el pasado mes de julio, relativo a la normativa del almacenamiento, cuando se pudo haber aprobado el Real Decreto-ley 7/2025 «antiapagones». Por motivos que «creo que son ajenos al día a día del sector energético, este decreto no se convalidó», afirma. Espera que al menos parte de su clausulado se apruebe mediante otros instrumentos normativos. «Esta norma habría supuesto el campanazo de salida para el sector del almacenamiento», matiza. Diego Rodríguez, por su parte, recuerda que no se debe olvidar que la transición energética «es un proceso de largo recorrido y seguiremos hablando de ella dentro de treinta años. Sí sabemos que en el estado actual de la tecnología tenemos soluciones con menor impacto en términos de emisiones y que son competitivas en costes, esto es, que entran de modo natural en los procesos productivos y desplazan a otras tecnologías emisoras». Pone como ejemplo las renovables eléctricas, donde España lo está haciendo muy bien. Y también recuerda el problema en ese ámbito está en que la entrada de renovables no se ha acompañado de entrada de almacenamiento, lo que está conduciendo a una caída en la rentabilidad de los proyectos. «El panorama es más complicado en otros ámbitos, como en el transporte, la industria o las emisiones residenciales», puntualiza. El catedrático de Economía UCM y experto en mercado energético y economía industrial, es partidario de plantear objetivos ambiciosos, pero siempre en un entorno de realismo y de conocimiento de cómo evolucionan las curvas de aprendizaje en las distintas tecnologías. «Aunque no podemos saber a priori si van a surgir tecnologías disruptivas, que cambien radicalmente la situación competitiva de un sector o una industria, creo que sí podemos ser optimistas en algunos ámbitos», subraya. Por ejemplo, habla de una mejora en las baterías, que permitirá el impulso de la descarbonización en el transporte. Y cree que se ha sido demasiado optimista en el ámbito del hidrógeno, lo que ha conducido a establecer objetivos, tanto en España como en el conjunto de la Unión Europea, «que claramente no son realistas. Creo que es un error, porque la distancia que en ese caso habrá entre el objetivo y lo alcanzado podría generar cierta frustración». No obstante, Ignacio Sánchez Serrano, managing director responsable de energía en Accenture, indica que España cuenta con ventajas competitivas claras para liderar el desarrollo industrial de hidrógeno verde. La capacidad renovable abundante y competitiva del país, junto con empresas lideres con proyectos pioneros alrededor del hidrogeno verde posicionan a España a la vanguardia en este sector. «Además, el apoyo institucional y europeo a través de la Hoja de Ruta del Hidrógeno y los fondos NextGen EU impulsa el desarrollo de hubs industriales. El reto está en escalar la demanda industrial (acero, fertilizantes, transporte pesado) y consolidar una cadena de valor nacional de equipos (electrolizadores, logística)». Serrano resalta igualmente las condiciones únicas de España para un mix renovable equilibrado y para liderar industrias como el hidrógeno verde, «pero debe priorizar el refuerzo de redes, almacenamiento, electrificación de demanda y gestión sostenible de materias primas críticas». Cree que el país ha demostrado una capacidad excepcional para integrar energías renovables en su sistema eléctrico. «Con un mix diversificado que incluye solar, eólica, hidráulica y biomasa, el país ha alcanzado picos de más del 80% de generación renovable», destaca. Según el informe «Wired for Tomorrow» de Accenture y Eurelectric, los operadores de red en España están entre los más avanzados en digitalización, lo que facilita la integración de múltiples tecnologías. «En 2024, la generación renovable representó el 56,8% del total de la electricidad producida. El verdadero reto no es la convivencia de las tecnologías, sino garantizar la estabilidad técnica del sistema, en cuanto a tensiones, frecuencia e inercia y dotar a la red de mayor capacidad de control y flexibilidad», apunta Sánchez Serrano. Teniendo en cuenta que la energía solar y la eólica predominan en España, Alejandro Diego Rosell recomienda la apuesta por otras energías renovables menos desarrolladas, «no es cuestión de capricho, sino de complementariedad». Si bien España es un paraíso para el sol y el viento, hay momentos en los que no hay ni uno ni otro. «Ahí entran otras tecnologías: la biomasa puede dar respaldo continuo, el almacenamiento hidráulico (centrales hidráulicas reversibles) permiten almacenar mucha más energía que una batería química y la solar térmica con almacenamiento ofrece calor y electricidad a demanda», enumera. Por ejemplo, en Andalucía ya hay plantas termosolares que generan electricidad horas después de la puesta de sol gracias a sales fundidas a 400 ºC. «También hay tecnologías como la geotérmica donde hay oportunidades muy claras en territorios como Canarias y apenas hemos explorado. Nuestros vecinos portugueses van más avanzados en esto», advierte. Al hablar de las renovables el profesor externo de EOI en el Máster de Energías Renovables y Mercado Energético define el autoconsumo como la «democratización» de la energía. Si antes la electricidad venía de unas pocas centrales gigantes, ahora cada tejado puede ser una pequeña planta. «Hoy en día, instalar placas solares en una vivienda puede amortizarse en menos de 5 años, y con ellas no solo bajas tu factura, también se reduce la dependencia del sistema en horas punta», subraya. Además, cree que tiene un efecto social potente ya que cuando un vecino se pone placas, «al poco tiempo otros tres en la calle empiezan a preguntar. Es contagioso. Y si multiplicamos eso por miles de tejados, nos encontramos con un vector más de generación. Queda mucho recorrido en autoconsumo, además también puede ir con baterías que son cada vez más baratas». El almacenamiento de energía a través de baterías, bombeo hidráulico y almacenamiento estacional, permite equilibrar la variabilidad de la generación renovable. «Además, los compensadores síncronos y reactancias son esenciales para el control dinámico de la tensión en la red eléctrica. La implementación de redes inteligentes y la digitalización también son clave, ya que proporcionan visibilidad en tiempo real y optimizan la gestión de la demanda y la integración de fuentes de energía renovables», explica Sánchez Serrano. Recuerda también que la flexibilidad en la demanda y la participación de agregadores independientes facilitan la adaptación del consumo a la disponibilidad de energía renovable, contribuyendo a la estabilidad de la red. Además, «las interconexiones internacionales, particularmente con Francia, Portugal y Marruecos, fortalecen la resiliencia del sistema eléctrico, permitiendo una mejor gestión de la oferta y la demanda a nivel regional». Además de tecnologías cabe destacar el papel que pueden jugar distintos materiales, como el acero, considerado un material crítico en la transición energética, desempeñando un papel esencial en la infraestructura de energías renovables y redes inteligentes. «Sin embargo, su producción tradicional es altamente intensiva en CO», explica Rosell. La producción de acero verde utilizando hidrógeno renovable ofrece una vía prometedora para reducir significativamente las emisiones del sector y a la vez proveer el material necesario para expandir las energías limpias. Y también están los minerales claves como el litio, níquel o cobalto, aunque según indica Rosell «la gestión es insuficiente. Aunque España y la UE impulsan estrategias de economía circular, reciclaje y diversificación de proveedores, el reto es equilibrar seguridad de suministro con estándares ambientales y sociales ya que hoy el grado de trazabilidad y sostenibilidad varían según el mineral y su origen». Según un estudio de Accenture, solo una minoría de empresas logra integrar la resiliencia y la sostenibilidad de forma efectiva, lo que evidencia que aún queda un largo camino para una gestión verdaderamente sostenible de estos recursos críticos.