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Luis López Bellido , catedrático emérito de la UCO: ««El cambio climático se ha convertido en una especie de negocio»

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Es una de las voces más autorizadas en el análisis de la relación entre agricultura, alimentación y sostenibilidad global tras una amplia trayectoria docente e investigadora. Prolija en publicaciones y reconocimientos. Acaba de sacar a la luz la última: 'Agricultura y seguridad alimentaria' (Acribia). No tiene pelos en la lengua y pone el foco en el rol crucial del campo para nuestras vidas. -Plantea en su libro la disyuntiva de cómo garantizar suficientes alimentos en un mundo que crece y está sometido a las presiones del cambio climático, la desigualdad o la degradación de los recursos naturales. El horizonte no es nada halagüeño... -Aunque ese futuro es incierto y la seguridad alimentaria es una preocupación creciente, sin embargo, como científico, incluso apoyándome en lo que han dicho otros sabios sobre esta cuestión, yo creo que hay que ser optimista, pero hay que cambiar cosas. No se puede decir que el mundo está creciendo y que los alimentos no crecen, no es cierto. Primero, el mundo no está creciendo tanto como esperábamos. Todos estos agoreros que han dicho que no va a haber alimentos para todo el mundo, que sobra alimentación, que sobran personas..., no es cierto. El Premio Nobel Norman Borlaug ya dijo hace muchos años que el mundo puede producir alimentos para diez mil millones de personas, y lo justificaba, porque tenemos que tener la tecnología adecuada y utilizarla. Este ha sido un poco el error que se ha producido en Europa con la PAC. Esa idea primigenia de 1958, después de la Segunda Guerra Mundial, ahora es caótica. La PAC se ha confundido y enmarañado. Vientisiete formas de verlo y va en detrimento, y ahí están las protestas, de los agricultores. Y, además, ahora se nos anuncian recortes por la prioridad de la defensa. Bruselas es encantadoramente dulce haciendo sus documentos, pero luego a la hora de cumplirlos, no lo hace bien. -¿No vive en un ecologismo político extremo y alejado del campo? -Lo que llaman ahora desde la granja a la mesa es un eslogan que luego no tiene agarre en los agricultores. Antes estábamos mejor, ahora el agricultor tiene muchas dificultades, no solamente por la PAC, sino por lo que es el clima, los precios, las alteraciones que hay en mercados,... -¿Hay mucho márketing que está asfixiando al agricultor? -Sí, sin duda. Tenemos una agricultura que no es muchas veces competitiva, por ejemplo, como la agricultura norteamericana, donde la extensión de las fincas es más grande y disponen de una tecnología puntera que la practican. Aquí nos hemos dejado influir por la política agroambiental, por los partidos políticos que han presionado mucho, y Bruselas ahí no ha sabido dar la talla. Si nosotros empezamos a exigir cosas que los demás no cumplen..., el agricultor protesta porque se permite que entren productos de terceros países sin los controles que a ellos les exigen. Lo de Mercosur por ejemplo. Puede acabar yendo contra la seguridad alimentaria, bajando rendimientos con esta política fuertemente ambiental, que es necesaria, pero también la tecnología en este sentido. -Usted dice en su ensayo que el hambre puede eliminarse, pero esto es algo que escuchamos desde hace mucho tiempo, y nos sigue pareciendo casi una utopía. -Llevo muchos años estudiando esto y no es una utopía, lo que pasa es que tienen que cambiar muchas cosas en la agricultura, en la política y otros órdenes. -¿Por qué no cambian? -Bueno eso hay que preguntárselo a los políticos. Yo veo claro que se puede producir. No hay nada más que fijarse en cómo se han incrementado los rendimientos de muchos cultivos. En los últimos 50 años del siglo XX mientras la población del planeta se multiplicaba por dos y medio, que ya no está claro ese incremento, una serie de avances científicos permitía incrementar los rendimientos agrícolas de forma espectacular, en lo que se ha denominado la 'revolución verde'. La producción de alimentos se triplicará, con creces, aunque pagamos un precio ambiental. Y luego está el hecho de que la agricultura puede garantizar la seguridad alimentaria. Sin agricultura sólo podría alimentarse un 10% de la población mundial. El 99% de los suministros de alimentos proceden de la tierra. El 92% de los alimentos humanos son productos de origen vegetal. Sólo 30 cultivos aportan la mayor parte de las calorías y proteínas. La agricultura de regadío utiliza el 70% de los recursos hídricos mundiales. Y la agricultura de regadío produce el 40% de la producción mundial, siendo muy pequeña. Solo con abonos orgánicos se producirían alimentos para aproximadamente 4.000 millones de personas. Y estamos en 8.000. Hay aspectos de la mejora genética, la biotecnología, los transgénicos, todo un mundo de tecnología que hay que aplicar y los americanos lo han aplicado muy bien. -El libro de Manuel Pimentel ('La venganza del campo') ha agitado mucho los prejuicios y el desconocimiento contra el campo, poniendo de relieve que cuando éste se para, todos empiezan a preocuparse... -Esto tiene una explicación sociológica y geográfica. Por ejemplo, nosotros, Córdoba, Andalucía y parte de España, vive un poco más la agricultura porque hay un peso en el Producto Interior Bruto importante. Nuestra agricultura es clave. Sobre todo la agricultura mediterránea que es muy variada. Pero al norte de Europa, la agricultura le tiene un poco sin cuidado. El urbanita que generaliza es un ignorante. La agricultura tiene que ser ayudada porque es una fuente clave para la alimentación y porque es un sector vulnerable, porque depende de muchas circunstancias que no se pueden controlar. En una fábrica de tornillos, si no hay una huelga o falta la materia prima, produce 365 días tornillos. Hay un desconocimiento de lo que es la agricultura. Y eso es muy malo. Esa ignorancia genera precisamente esto que estamos viviendo. Pero insisto, no debemos ser pesimistas, hay países que lo están haciendo muy bien, aunque le tengo poca fe al gobierno de la UE. Nuestros agricultores siguen necesitando una PAC fuerte porque están en inferioridad de condiciones. Si encima los penalizamos, regulamos de una manera la producción para que baje nuestros precios, y permitimos que vengan otros que no tienen esa regulación... -Bajemos al terreno de Córdoba. ¿Se va a quedar el olivar como el monocultivo de nuestro campo? Desaparecen hectáreas y hectáreas de otros cultivos y todo se vuelca a lo mismo: el intensivo y superintensivo... -Comparto totalmente esa visión. La agricultura ya de por sí, dicen los estudiosos de la ecología, ha roto un poco la biodiversidad. Al descubrir la agricultura, el hombre prescinde de lo que sobra. Si selecciono un trigo y hay malas hierbas e insectos que lo atacan, los tengo que eliminar. Por eso, de alguna manera, la agricultura es un desequilibrio. El olivar ha sido nuestra fuente tradicional y los avances que ha registrado desde Córdoba para el mundo, y la escuela de Agrónomos y la UCO han sido claves, demuestran esa rentabilidad. Ahora bien, no es bueno este monocultivo, aunque estamos en una economía libre. Se han puesto muchos olivares en regadío dejando tierras dedicadas al algodón, la remolacha, o el maíz que han desaparecido en la Vega. Y hay algo peor, las placas solares, que aún hacen más daño, expropiando tierras magníficas para el cultivo. Claro, es muy cómodo poner unas placas, recibir un dinero y no hacer nada. La normativa debe cambiar. -Los agricultores cordobeses se quejan de forma insistente de que no hay equilibrio entre nuestra agua embalsada y el cupo permitido para el regadío. Piden y piden más, lo que potenciarían, dicen, a nuestra agricultura. ¿Está de acuerdo? -Hay una especie de pugna entre lo que es la Confederación que regula y debe preservar los usos humanos y el interés de los agricultores. Entonces, a veces son demasiado precavidos desde el punto de vista de conservar ese agua. Y claro, el agricultor lo que quiere es agua para regar. Creo que podrían ser un poco más generosos y entender más un poquito a la agricultura, aunque ésta debe esforzarse por tener sistemas de riego eficientes. Antes se derrochaba el agua, hoy el riego por goteo es más eficiente. -Vivimos ahora mismo una especie de miedo e incluso psicosis con la seguridad de los alimentos. Se escucha de todo, y casi dan ganas de no comer nada... -Que los alimentos tengan garantías y seguridad es fundamental, pero ha llegado un punto en el que o no sabemos lo que comemos o todo el día la televisión y las redes sociales nos meten miedo porque todo lo que comemos o es malo o produce algún tipo de enfermedad o hay una auténtica lucha de lobbies y de intereses por atacar determinado alimento que hacen que el consumidor se vuelva un poco loco. Primero hay gente que come mal. Se ha dado mucho énfasis a los productos súper elaborados. Estamos elaborando alimentos desde hace siglos. Lo que pasa es que tenemos que aprender a comer mejor. Hay que comer vegetales, preferentemente, también carne, aunque ésta genera más contaminación. Me parece que tenemos saber comer mejor verduras. La alimentación vegetal es tan diversa y tan posible que no hay problema. No hay productos envenenados porque hay una normativa. Yo creo que eso es parte de los agricultores. -¿No hay alimentos malos sino malas dietas? -La producción de alimentos no es donde está el problema sino que se complican las cosas en la elaboración y el consumo. Yo creo que no sabemos comer bien en general y la gente está excesivamente preocupada. No sé. Usted y yo vivimos en el mundo y comemos y estamos y vamos a sitios. A lo mejor hay que ver menos la televisión o depurarla porque nos bombardean. -Por ejemplo, la carne. Un ministro fue tajante yendo contra ella. Usted aborda el futuro del consumo de carne en su libro. ¿Dónde está el punto intermedio? -No soy nutrólogo. La carne tiene el contenido de proteína de más calidad, más digestible. Todas las carnes. Lo que pasa es que hay carnes mejores, las de monogástricos, y carnes un poco peores, por aquello del colesterol y otras cosas. La carne tiene que entrar en la dieta dentro de un orden. Pero hay proteínas también en las plantas, como en las leguminosas. O incluso en los insectos, aunque yo no pienso comérmelos mientras que haya carne. Dieta equilibrada, ese es el punto intermedio. Lo que pasa es que la carne también, desde el punto de vista ambiental, hay que considerarle una huella de carbono notable, cosa que no tienen, por ejemplo, las legumbres, que tienen proteínas de menos calidad, cuesta más digerirlas. -Bueno, y llegamos al cambio climático. Apocalípticos e integrados. Los que hablan de catastrofismo y los que apelan al 'no es para tanto'. ¿Dónde tenemos que situarnos para tener una constatación real del problema? -Yo estoy en la situación de que no es para tanto. La expresión 'cambio climático' de entrada es redundante. El clima ha cambiado siempre. Crisis climática, variación climática.... Ha habido periodos con etapas frías y muy cálidas sin la contribución del hombre. Los siglos XVIII y XIX, por ejemplo. Lo que está claro hoy es que hay un efecto del hombre con las emisiones de CO2, que es el gas de efecto invernadero más potente en cuanto a presencia, porque luego los hidroeléctricos y otros son más potentes, pero hay menos. Y eso sí es realmente preocupante porque ha aumentado muchísimo. Los datos oficiales así lo constatan y por eso hay que reducir las emisiones. Ahora, ser, como dicen algunos 'calentólogos', una obsesión a lo mejor no, pero sí luchar contra la contaminación. Ahora, estos calores que de golpe decimos, cambio climático, llueve mucho, cambio climático... No llueve, cambio climático... Tengo mis dudas. A mí y a otros científicos nos llama la atención la cantidad de científicos que están metidos en esta pomada del cambio climático. Se ha convertido en una especie de negocio porque hay subvenciones y proyectos y un lobby muy importante. Yo no digo que no sea necesario, pero hay muchas más cosas que tenemos que hacer. Esto que hemos hablado de la comida, por ejemplo. Hay incertidumbres en cuanto al porcentaje que tiene el papel del hombre en lo que llamamos 'cambio climático'. -Bajando al terreno más local también, de un tiempo a esta parte se impone el debate sobre la sombra en Córdoba, sus olas de calor, la manera de buscar una ciudad que resista. ¿Considera determinante actuar sobre este panorama? -Está justificado el que nos protejamos del calor y que pongamos muchos árboles. Y además árboles adecuados, que el Ayuntamiento los ponga y los pode bien. Bueno, y sombras, pues, magnífico, todo lo que sea, pero calor aquí ha hecho siempre. Yo de chico viví en Porcuna, hace muchos años, y yo recuerdo el calor de las tardes. Calor ha habido siempre. Y aunque este verano pasado ha sido horroroso, no se puede decir eso 'del calor del siglo'. Veamos las series climáticas que tenemos y con qué rigor ha habido en esas mediciones. Creo que hay que relativizar y tranquilizar a la gente en este plano, de verdad. La gente se ha quejado siempre del calor en Córdoba. Estamos creando un mundo de obsesiones y no es bueno moralmente. Muchas veces son los medios y unas políticas desequilibradas los responsables.