Un abrazo literario para sanar el dolor del duelo
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Hay duelos que se viven en silencio y otros que necesitan palabras para no ahogarse en la pena. Porque las ausencias pesan, pero menos si se transforman en palabras. Cuando a Verónica Ibáñez la vida le arrebató a su abuela Carmen -una mujer del Casco Histórico de Toledo, madre, cocinera y de corazón generoso-, encontró en la escritura un refugio donde llorar, pero también un lugar donde volver a abrazarla. De ese impulso nació 'Dolerte duele, Lola', su primera novela, escrita con la urgencia de quien teme que el olvido borre lo más querido. Este 20 de octubre se cumplen tres años desde que Carmen se marchó. Para Verónica, aquella pérdida coincidió con la maternidad de su segunda hija. Mientras la vida le regalaba una nueva pequeña, la muerte se llevaba a quien había sido como una madre para ella. El miedo la asaltó de pronto: ¿Qué pasaría si sus hijas crecían sin un recuerdo vivo de aquella mujer tan especial? Una noche, en silencio, se sentó a escribir. Y no dejó de hacerlo durante nueve meses, casi como otro embarazo: «Sentía una energía muy fuerte, una claridad que me empujaba a ponerle nombre al dolor », confiesa. Así fue tejiendo un diario que no solo evocaba a Carmen, sino que también ordenaba su propia pena, convirtiéndola en consuelo. En las páginas de 'Dolerte duele, Lola' no hay grandes artificios, sino lo que sostiene la vida: gestos, rutinas y la manera única de cuidar a los demás que tenía la abuela Carmen. El libro se despliega como un diario íntimo, escrito por una nieta que narra para no olvidar. Carmen aparece en cada detalle , en la bondad infinita de quien siempre se preocupaba más por los demás que por sí misma. «Era más buena que el pan», dice Verónica, la autora toledana que de algún modo quiere transmitir a sus hijas lo que supuso Carmen para la familia. «Aunque apenas la conocieron hablan de ella casi a diario. Porque en casa, la abuela Carmen nunca se ha ido », explica. Para Verónica escribir fue, al mismo tiempo, un acto íntimo y un regalo que hoy comparte con los lectores que buscan un texto para sanar con reflexiones como esta: «A menudo olvidamos que todos y cada uno de los presentes un día fuimos niños. Desde que soy madre estoy segura de que, si lo tuviéramos presente, el amor tanto por el prójimo como por sí mismo aumentaría». Verónica comparte con ABC que el principio pensaba que el libro quedaría en familia, como un tesoro para sus hijas. Pero pronto comprendió que esa historia podía acompañar también a otros . Porque el duelo, aunque personal y único, necesita ser compartido. «Llorar es necesario, recordar también. Cada lector puede encontrar en la narradora un reflejo de sí mismo, en cualquier etapa de la vida», comenta. La portada, creada por su hermano Iván , refuerza esa idea de paz que experimentó cada noche durante nueve meses cuando se sentaba frente al ordenador para escribir y para sanar. Es una sábana blanca tendida al aire, sencilla y serena , como un abrazo que no se ve, pero se siente. Con 'Dolerte duele, Lola', Verónica ha convertido la herida en herencia y ha demostrado que la escritura puede ser mucho más que un pasatiempo , porque crear es refugio, es catarsis, es memoria. Y sobre todo, crear, es amor. Un amor que trasciende el tiempo para que Carmen, la mujer que fue madre, abuela y «un cacho de pan», permanezca viva en los recuerdos. Como escribe la autora en el prólogo: «Deseo que entre sus líneas encuentres la calidez con que se acoge a un extraviado . Y que florezca en ti el gusto de finalizar su lectura, del mismo modo que, a pleno sol, comienzan a florecer las margaritas. No olvides que este relato es, ahora, tan mío como tuyo». La novela se encuentra ya a disposición de los lectores editada por el sello valenciano especializado en poesía 'Talón de Aquiles' .