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Una víctima del fiasco de las pulseras de Aliexpress: «Me hicieron sentir que estaba loca cuando decía que mi maltratador se la había quitado»

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Alicia conoció a su maltratador de la forma más normal del mundo. Un día, tomando algo con su hermano en su bar de confianza, un amigo de los dueños del local se unió a la conversación que mantenía Alicia. Le cayó bien y mantuvieron el contacto, «encuentros esporádicos», comenta ella, durante un tiempo. «Me gustaba pero yo no lo consideraba mi pareja. Fueron un par de meses viéndonos y decidí cortar porque veía comportamientos que no me gustaban», explica. Fue en ese momento cuando comenzó su «infierno». «A partir de ahí empezó a seguirme , a esperarme en el trabajo, a aparecer en los sitios donde yo estaba». La situación se volvió insoportable el día que, estando ella fuera, trepó por la fachada de su casa y entró por una ventana. «Llegué con una amiga y me lo encontré de pie esperándome en el salón. Si ese día llego a estar sola, no sé qué habría pasado conmigo. Quizás ya no estaría viva», confiesa. Fue entonces cuando denunció la situación a las autoridades y se activó el protocolo de protección de VioGén . La Policía lo detuvo en marzo de 2024 y un juez le impuso medidas cautelares: prohibición de acercarse a menos de 500 metros , de entrar en su municipio y obligación de llevar una pulsera telemática para conocer en todo momento su ubicación. A Alicia le entregaron un teléfono geolocalizado conectado al sistema Cometa, encargado de avisar, supuestamente, si el agresor rompía las condiciones. Tanto Alicia como su maltratador fueron de los primeros españoles en hacer uso de nuevos dispositivos de Igualdad, después de que la UTE de Vodafone y Securitas Seguridad se hiciera con el control de los sistemas de las pulseras telemáticas. Por desgracia para Alicia, ella no sabía que los nuevos dispositivos presentaban fallos y eran de peor calidad . Apenas un mes después, en abril de 2024, el sistema demostró su fragilidad. «Un día iba paseando cerca de mi casa y me lo encontré de frente. Me quedé bloqueada porque no me había sonado ninguna alerta. Ahí me fijé y me di cuenta que no llevaba la pulsera », recuerda. Consiguió huir y refugiarse en su casa, pero no avisó a nadie —conocidos o agentes de seguridad— en ese momento. «Te da vergüenza, miedo. Piensas que no te van a creer y no actúas». Aquella no fue la única vez. Explica que en los ocho meses siguientes, hasta enero de 2025, volvió a cruzárselo hasta en cuatro ocasiones más. «Llamaba a Cometa diciendo que se había quitado la pulsera y me contestaban que era imposible, que en su sistema aparecía a 15 kilómetros. La Policía me decía lo mismo, que no podía ser que estuviera allí porque la pulsera lo situaba lejos. Me tachaban de loca ». Finalmente, en una ocasión, lo vio un familiar suyo, que llamó a la Policía decidieron actuar. El hombre se encontraba en un salón de juegos, a 200 metros de la vivienda de Alicia y sin pulsera. Le detuvieron e hicieron un juicio rápido, donde la jueza decidió que, como no había agresión física ni sexual, no era un peligro. Lo dejaron otra vez fuera, con las mismas medidas. «Es muy frustrante», expresa Alicia. «Has visto que se salta las medidas cautelares, que se quita la pulsera, y aun así le vuelven a dejar en la calle. A una persona que durante meses y hasta en cinco ocasiones se ha plantado delante de mi cara». Puso de su parte, hizo de «detective», dice, y consiguió recopilar pruebas: imágenes, vídeos y testigos familiares que confirmaban que él se quitaba el dispositivo cuando quería y la visitaba. Aun así, la sensación de desamparo era total. « Psicológicamente es devastador . Vives en alerta 24 horas, sabiendo que lo que debería protegerte no está funcionando». No obstante, asegura que a partir de comienzos de 2025 dejó de cruzarse con su maltratador. ABC tiene constancia a través de un trabajador del centro Cometa, de que Igualdad recibió una «nueva remesa de pulseras» en febrero de 2025 que sustituyó por las «defectuosas». «Pese a que ya no le veo, sigo con el miedo en el cuerpo. Acabo mirando a todas partes cada vez que salgo de casa». Hoy, mientras espera que se celebre el juicio y que se agraven las medidas de protección, Alicia trata de recuperar la normalidad. «Temí por mi vida» , reconoce. «Que alguien pueda entrar en tu casa, seguirte, quitarse la pulsera y que nadie lo detecte es lo peor que te puede pasar. Ojalá a ninguna mujer le toque vivir algo así».