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Incendio en la Mequita de Córdoba: «El techo de la capilla cayó y sentí la mayor tristeza que se puede tener»

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Son las 21.11 horas del viernes 8 de agosto. Saltan las alarmas en la Mezquita-Catedral tras detectarse llamas. Empieza una noche en la que Córdoba contiene la respiración hasta que conoce que ha sufrido daños limitados —afectan sobre todo al área de almacén y a la capilla de la Encarnación, que vio caer su techo—, pero se ha salvado. ABC reconstruye unas horas de, primero, vértigo y angustia y al final alivio con testimonios de canónigos —incluido el deán-presidente del Cabildo (entidad responsable de la Mezquita-Catedral), Joaquín Alberto Nieva—, el jefe del cuerpo municipal de Bomberos, Daniel Muñoz; el alcalde, José María Bellido; y vecinos. Una de las primeras personas que conoce que se ha desatado un fuego en el monumento y principal templo de la Diócesis es Agustín Moreno, canónigo de la comisión de Seguridad. Cuenta que « e n siete segundos se activa el protocolo contra incendios » y un minuto después, «en tiempo récord», se avisa a los bomberos. Confiesa que, cuando le llaman a él —estaba de vacaciones en Dos Torres—, «hubo un momento en que no me lo creía» y comunicó «de inmediato» al deán presidente lo que sucedía. Mientras llegan los bomberos —en diez minutos estaban ya sobre el terreno— sigue Moreno, los dos trabajadores que hay en la Mezquita-Catedral y el vigilante de seguridad «intentan apagar el fuego», pero fue «imposible». Antes de seguir su relato, pide incidir en algo: «La localización rápida del incendio, por el guardia seguridad tras saltar la alarma que nos dice que algo pasa, y la inmediata llamada a los bomberos fue clave para evitar males mayores». Elogia el trabajo de bomberos y personal del templo —resalta los que tanto en una como en otra plantilla abandonaron su descanso para incorporarse extraordinariamente esa noche—. A las diez y media aproximadamente, Moreno llega y la instantánea que dibuja impacta: « Entré y el ambiente era desolador. .. Por el agua, por el humo...». «Sentías impotencia. Cuando estaban aquí los bomberos trabajando, llegamos a temer que el incendio supusiera un daño devastador para el monumento». «Nos asustamos muchísimo. Es que el fuego es muy escandaloso», añade. El combate con las llamas sigue y éstas van a dejar la huella más visible: se hunde el techo de la capilla de la Encarnación —de menor valor histórico y patrimonial que la del Espíritu Santo, cercana a ella—. El canónigo de la comisión de Seguridad asegura que, cuando esa bóveda se vino abajo, «sentí la mayor tristeza que se puede tener. Eso es lo que sientes en el momento en que se cae parte del monumento que conservas». Ése fue el peor momento. Tras dos horas y media, las llamas se dieron por extinguidas, aunque restaban 20 minutos más de «angustia» [episodio que ya reflejó ABC en su edición del martes]. Tras darse el fuego por extinguido, sobre la una, empezó a salir humo de la capilla del Espíritu Santo, la de mayor valor patrimonial en la zona afectada por el fuego — la ampliación de Almanzor —. Arrancaba un trabajo contrarreloj: fue necesario hacer un complejo butrón en la cubierta del oratorio y refrescarlo, sofocando cualquier riesgo. Una vez salvado este bien Patrimonio de la Humanidad, el templo acogió una oración espontánea: «Rezamos dando gracias a Dios, a San Rafael y a San Juan de Dios, patrono de los bomberos». En ese punto, pide ABC a Manuel Pérez Moya, una institución en el Cabildo (pertenece a él desde 1996, fue su deán presidente desde 2006 y hasta 2023 asumiendo igualmente el cargo de canónigo penitenciario , que hoy en día continúa ostentando), que inicie su relato. Tras pasar totalmente el peligro, canónigos, personal del templo o bomberos «nos unimos» para rezar. Los presentes estaban « agotados, llenos de calor, de humo, de tizne... ». «Ese rezo fue un momento de liberación», recuerda. «La devoción a San Rafael la llevamos en Córdoba todos en el alma. Él protegió a la ciudad de la peste o del terremoto de Lisboa. Y nos salió del alma darle las gracias, pues su protección tuvo efectos para salvar esta joya única», dice. Luego, rebobina a las 20.30 horas del día 8. Abandona el templo tras oficiar misa, presidida por el obispo emérito, Demetrio Fernández. Me fui «tranquilamente». Pero unos 45 minutos después recibe una llamada de Seguridad del monumento: «Me dicen que se han prendido fuego». Pérez Moya vive a «cinco minutos» del monumento . Sale de su vivienda y, rememora, aprieta el paso. En su caminar, «las primeras impresiones eran dolorosísimas». Porque, confiesa, «la sensación es ver que arde la casa de todos los cordobeses y la tuya, porque, para nosotros, es nuestro hogar. Aquí, paso de diez a doce horas al día ». Mientras se dirige al monumento, tiene presente la foto que ha recibido: «Vi llamas saliendo por encima del tejado. Venía alarmadísimo y rezando para que el fuego no pasara por las bóvedas a otras capillas». «Al ver que subían por encima del tejado, yo la sensación que tenía es que, mientras las llamas fueran como un chimeneón y subieran hacia arriba, no teníamos proyección horizontal del fuego, que hubiera sido lo desastroso». «Es un día en que recuerdas Notre Dame», apostilla. Llega a la Mezquita-Catedral y hace una instantánea vívida de lo que halla: «Los bomberos estaban apagando el fuego. Nuestros empleados colaboraban. Se subía a las bóvedas para ver dónde hacía más daño el fuego». «Unos y otros eran un equipo coordinado. Estábamos en manos de ellos», relata. Y se para en un momento crítico: cae la capilla de la Encarnación y otras están amenazadas: «La sensación es como si te pegaran un navajazo». «Notas impotencia, debilidad, fragilidad», describe. «Y dices: ''Dios mío, que no se complique más el fuego . Que no llegue a ninguna otra capilla y la destruya''. La siguiente a la Encarnación es San Nicolás y, por el otro lado, está la del Espíritu Santo», cuenta con el detalle de quien conoce este inmueble histórico como la palma de su mano. Aquellos complejos momentos, sin embargo, logran controlarse. Pérez Moya resalta que «entre los trabajadores de la Mezquita-Catedral y los bomberos aquella noche salvaron el monumento y el principal templo de la diócesis de una catástrofe ». Y pone sobre la mesa la «estrecha colaboración» permanente del Cabildo y el Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS) municipal en las tareas de prevención de incendios en este inmueble histórico. Rescata el episodio del bombero que «sufrió un golpe de calor». «La gente no puede imaginar lo que era acercarse un poquito al incendio, con las llamas que había y el volumen de calorías que eso tenía », expone, para añadir que aquel bombero «salió, fue atendido por los médicos, e inmediatamente dijo que volvía y siguió trabajando». ABC contactó con el Ayuntamiento para recoger el testimonio de un bombero sobre cómo vivió esa noche pero se emplazó a la próxima semana, cuando el jefe de este cuerpo municipal, Daniel Muñoz, podrá atender a los medios. El pasado sábado, en la comparecencia de las autoridades para analizar lo sucedido, Muñoz ya explicó que, al llegar ellos, se toparon con que «el incendio había roto por la planta cubierta». Añadió que «pudimos cortar el fuego, de manera que no se propagó por el resto de las vigas a las distintas capillas. Lo logramos de manera bastante rápida». «Fue un trabajo muy duro por las condiciones», aseguró. El deán presidente del Cabildo retrotrae esta narración al momento en que el canónigo de la comisión de Seguridad le transmitió, «a la vez que están lo bomberos ya de camino», lo que sucedía en la Mezquita-Catedral. «Sentí honda preocupación» , admite. Se desplazó de inmediato al monumento, donde «fui tomando conciencia de la magnitud del fuego y pude calibrar el daño que se estaba produciendo. Luego, comprobé poco a poco el valor patrimonial de la zona afectada». «Y no hubo daños personales. Fue la única alegría que tuve. Para mí, eso fue un descanso», dice. Se marchó del monumento a las 3.30 horas. Salió de él «tranquilo porque vi con mis ojos que el daño sobre la Mezquita-Catedral era muy reducido». «Y me fui también aliviado porque el plan contraincendios había funcionado», añade. Habló, sigue, con el personal que participó en el operativo para ver si estaban bien. Y resalta la labor del SEIS: «Trabajaron fuerte; era una labor dura, bajo mucha presión . Pero al mismo tiempo actuaban con delicadeza, mostrando su cariño a la Mezquita-Catedral». El relato salta del máximo responsable de la Mezquita-Catedral a su homólogo en el Ayuntamiento. El alcalde, José María Bellido, admite que al recibir la noticia «lo primero que sentí fue casi incredulidad». De ahí, pasó al «nudo en el estómago porque es un elemento que no es sólo un monumento, sino el alma de Córdoba, de qu ienes vivimos aquí ». De inmediato, sigue, se desplazó al templo, para «codo con codo estar trabajando para poder controlar el incendio». Confiesa que «fueron unas horas de enorme preocupación». «Llegué a temer que sufriera daños importantes. A mí se me vino la imagen de Notre Dame, como a todos», relata, para luego añadir que «el jefe de Bomberos enseguida me comunicó que era complejo y que un incendio en un lugar así siempre es una amenaza muy seria ». Matiza que «nos dio confianza de inmediato ver cómo nuestros bomberos, las fuerzas de seguridad, Protección Civil o personal del Cabildo trabajaban de una forma tan coordinada y profesional». «Cuando Daniel [el responsable del SEIS] me comunicó que ya no había riesgo de expansión del fuego y que los daños quedarían limitados, sentí un enorme alivio y una gratitud inmensa hacía todos los que esa noche, algunos jugándose la vida , actuaron con tanta rapidez y eficacia», resalta. Finaliza indicando que «podemos decir con orgullo que esa actuación ejemplar salvó no sólo el edificio, sino siglos de historia y cultura , reconocidos por la Unesco en el título de Patrimonio de la Humanidad». El testimonio de los vecinos del monumento lo aporta Juan José Primo Jurado (colaborador de ABC Córdoba y director del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico). «Escuché sirenas, pero no le di importancia. Vi que no cesaban y me asomé» a la azotea [desde ella se ve el monumento], explica. Al ver un cordón policial y los bomberos trabajando, cuenta que bajó a la calle y ya «me enteré de lo que estaba pasando». Confiesa que, ante la visión de las llamas, se sintió «sobrecogido por nuestro primer monumento , que es universal, pero que toca el alma a los cordobeses». Pese a esa primera sensación, tuvo «confianza» en que se controlara el incendio, porque «los bomberos actuaron rápido y sé que el Cabildo está preparado para estas situaciones».