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La ministra que no amaba a la universidad

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«¿Preferían contratar a universitarios con tres o cinco años de formación?», preguntó hace ya algunos años un estudiante de Ingeniería Informática durante una jornada con empresarios del sector en la Universidad de Alicante. Era un momento previo a la implantación del modelo Bolonia , cuando en muchas titulaciones los estudiantes podían finalizar sus estudios al tercer año (diplomatura o ingeniería técnica) o al quinto (licenciatura o ingeniería superior). El empresario explicó que pagaban lo mismo a todos los titulados, pero que, al mismo precio, prefería contratar a quienes habían cursado cinco años, pues entendía que tendrían una mejor formación. Con el modelo actual de grados de cuatro años, los estudiantes también dudan a menudo si conviene cursar un máster al finalizar el grado, posponerlo o dar por concluidos sus estudios universitarios. La decisión de continuar estudios ahora y antes implica, salvo que falsifiques el título , un esfuerzo y un sacrificio económico adicional. En cualquier caso, muchas titulaciones universitarias siguen aportando valor añadido a la hora de encontrar empleo. No obstante, es innegable que dos fenómenos han alterado el statu quo de las universidades públicas: por un lado, la mejora de la formación profesional, especialmente en algunas ramas técnicas; por otro, el imparable crecimiento de las universidades privadas, tanto en número como en cuota de mercado. Las universidades públicas siguen enfrentando problemas estructurales persistentes, especialmente en lo relativo a su gobernanza, lo que a veces provoca más atención a sus trabajadores que a los estudiantes que se matriculan en ellas. La nueva Ley de Universidades, promulgada por el gobierno socialista de Pedro Sánchez, no ha supuesto una mejora sustancial respecto a la situación previa ni ha generado la confianza necesaria para pensar que servirá de impulso a la universidad pública frente al auge del sector privado. Tal vez por ello, y conscientes de esta realidad, tanto el presidente Sánchez como la ministra de Universidades, Diana Morant, han preferido centrar parte de sus esfuerzos no en reforzar lo público, sino en cuestionar el modelo privado. En lugar de analizar con rigor los resultados de empleabilidad que obtienen unas y otras instituciones, y de plantear cómo mejorar los de la universidad pública, han optado por desacreditar a la privada . Curiosamente, se trata de un modelo del que muchos altos cargos del propio PSOE, incluido el presidente Sánchez, han hecho buen uso en su formación académica. Si cabía alguna esperanza de que Diana Morant pudiera realizar una labor útil al frente del ministerio, esta se desvaneció cuando fue nombrada líder del PSPV-PSOE. Si con dedicación exclusiva no se percibían grandes avances, con el cargo compartido era esperable que pudiera hacer aún menos. Lo que ya nadie esperaba era que la ministra criticara abiertamente el legítimo deseo de muchas personas de obtener un título universitario, fruto del esfuerzo y dentro de la legalidad. Decir que « hay un exceso de titulitis , y que lo importante no son los títulos, sino la trayectoria» no solo deslegitima el objetivo de muchos estudiantes y familias, sino que resulta inaceptable viniendo de una ministra de Universidades. Equivale a que el presidente del BBVA desaconsejara públicamente la OPA de su propia entidad sobre el Banco Sabadell. Ignoro si quienes preparan los discursos de la ministra tienen formación universitaria o no, o si su trayectoria es larga o corta. Lo que parece evidente es que han dejado sin palabras al Partido Popular, pues ellos solos han bastado para desacreditar a la ministra sin necesidad de oposición política. La tarea de una ministra de Universidades debería ser, precisamente, poner en valor los títulos que expiden nuestras universidades, asegurando que estos representan u n valor real para los estudiantes , que les ayuden a acceder o mejorar su empleo y, por supuesto, también impulsar la investigación y la transferencia de conocimiento. Eso implica analizar y aprender de lo que hacen algunas universidades tanto públicas como privadas en España o en el resto del mundo. Por supuesto, atacar a las universidades privadas acusándolas de «regalar títulos» tiene poco fundamento cuando algunas de las personas de relevancia del PSPV han protagonizado escándalos por inventarse titulaciones académicas o, incluso, falsificar títulos para obtener mejoras profesionales en la administración. Quien no ama la universidad difícilmente podrá defenderla. Hoy ya nadie sabe si Diana Morant es más ministra de Universidades o líder de los socialistas valencianos, quizá con aspiraciones a la Generalitat. Sin embargo, a la vista de los recientes episodios de fuego amigo, las filtraciones internas y la torpeza de algunos de sus colaboradores, esta última posibilidad también empieza a desdibujarse . Tal como le ocurría a la protagonista de la novela 'Los hombres que no amaban a las mujeres', su mayor miedo era que la gente se riera de sus sentimientos. Y eso es, precisamente, lo que está ocurriendo ahora con la ministra. Que José María Ángel, presidente honorario del PSPV, fuese uno de sus principales colaboradores, no debería hacer que la ministra perdiese el norte… Ya que no te puedes pasar la vida defendiendo los disparates de otros.