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Nadine Sierra confirma su mejor momento en el Liceo

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Cuando la soprano Nadine Sierra debutó como Amina de 'La sonnambula' de Bellini en el Teatro Real, en diciembre de 2022, Alberto González Lapuente escribió en este diario: "Una Amina de la que merecerá hablar y mucho en el futuro inmediato. Imponente, definitivamente arrasadora, no dejó lugar a dudas de que se estaba escuchando a una cantante colosal, de una técnica superlativa, capaz de agudos impresionantes, de cuidadas medias voces, de una musicalidad meticulosamente refinada, de una notable calidez vocal y de una capacidad de comunicación inmediata…". En fin, ese futuro inmediato es ahora , y el escenario donde ha quedado de manifiesto ha sido del Gran Teatro del Liceo. Hoy, la Amina de Nadine Sierra hace que el párrafo del compañero González Lapuente quede incluso corto. Lo que se vio en el escenario barcelonés la noche del estreno es de otro mundo . Honestamente: poco más se puede añadir, aparte de animarles a hacerse con una entrada, si es que tienen ocasión de llegar a tiempo. Nadine Sierra luce en esta Sonnambula todo su potencial. Sus agudos de infarto, sus graves carnosos y perfectamente audibles... También su volumen torrencial, pero sobre todo ese dominio de su instrumento que le permite hacer pianos absolutamente increíbles, modular la voz como quiere y cuando quiere. Un trabajo, además, hecho con una musicalidad incuestionable . Cuando solamente llevábamos media hora de función, el público ya aplaudía a rabiar con cada una de sus intervenciones. El tenor Xabier Anduaga estuvo a la altura de las circunstancias, tanto en sus números a solo como especialmente en los dúos. Como Elvino hace una excelente lectura del papel, con una naturalidad preciosa, aunque al lado de Sierra se echan a faltar más matices entre el piano y el forte, así como un uso más efusivo de los colores. En cualquier caso, la fusión de las voces de ambos dio los mejores regalos de la noche a un público rendido a sus pies. Sorprendió Sabrina Gárdez en su debut en el Liceo, con el rol de Lisa: un papel pequeño pero muy exigente que Gárdez elevó mucho más allá de la breve duración de sus intervenciones. Lució unas coloraturas precisas y preciosas que dejaron ganas de escuchar más de su sonido belo y su enorme gusto. También destacó Carmen Artaza con una imponente y emocionante Teresa. Entre tanto buen hacer, el tenor Fernando Radó posiblemente no tuvo la mejor de sus noches. Sin llegar a cometer grandes fallos reseñables, tampoco pareció sentirse cómodo en el papel de Conde Rodolfo. El director, Lorenzo Passerini , imprimió buen ritmo a la función, si bien en no pocos momentos dejó que la orquesta sonase con algún que otro decibelio de más. Por lo que respecta a la puesta en escena de Bárbara Lluch , contiene notables aciertos. Uno es el cuerpo de baile que ilustra las dudas y las tensiones internas de la protagonista, generadas en buena parte por el maldito qué dirán, tan presente en la obra de Bellini. Otro es la escena final, con una Sonnambula al borde del desastre, sobre el tejadillo de un viejo edificio, a punto de caer. La potencia de la imagen hace que el público se sobrecoja y es un excelente reflejo del estado psíquico de Amina. Ahora bien, el primer acto resulta algo estático —además, de la sensación de que podría servir prácticamente para cualquier otra ópera— y en la resolución de los últimos minutos chirría el contraste entre el libreto y lo que vemos en el escenario. En cualquier caso, estos dos detalles no empañan un buen resultado global, que claramente permite al público conectar con las emociones de la ópera , que es de lo que se trata y que a veces se olvida. Sí, el gran acierto de Bárbara Lluch es partir de la base que el respetable es razonablemente inteligente y no necesita que lo bombardeen con ideas brillantes para destacar lo que ya se entiende o intentar hacerle ver lo que no hay. Parece una obviedad, pero viniendo del Lohengrin de Katharina Wagner no está de más aplaudir este buen hacer.