Merche : «Mi hija es el regalo más bonito que me ha hecho esta vida»
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Son las 21.00 y Merche sigue al pie del cañón tras una jornada intensiva de entrevistas. Desprende una energía que tiene mucho que ver con la pasión que siente por un trabajo que tiene muchas exigencias: «Esta profesión es dura, yo sabía que habría épocas de poco trabajo y que el éxito no siempre te acompaña. He aprendido a no amargarme. Ya no me genera ansiedad la búsqueda de un éxito constante. Si me vuelco en un proyecto, no me siento culpable si el resultado es menor del esperado. Lo importante para mí es sentirme satisfecha del esfuerzo realizado». La gaditana presenta el 'Abre tu mente Tour', «seis conciertos personales y originales en seis ciudades distintas», y un single, 'Tengo fe', en el que abre su corazón en canal: «Es un tema dedicado al amor incondicional, a un sentimiento profundo que ahora está en desuso porque cada vez somos más egoístas». Está feliz con el recibimiento por parte de sus seguidores: «Los 'merchitos' son muy bonitos, me cuidan y me mandan mensajes preciosos». Escarmentada por la vida, Merche se define «romántica con matices»: «Va por rachas, pero mi romanticismo depende sobre todo con quién. A veces me sobra si no lo recibo por parte de la persona adecuada». Lo que tiene claro es que no es una mujer celosa: «los celos son una muestra de inseguridad. Yo, si alguien quiere estar conmigo, perfecto, que esté. Pero si no lo tiene claro…» En cuestiones de amor, su corazón está volcado en su hija: «Su llegada me cambió todo, es el regalo más bonito que me ha hecho la vida. Como madre, sé que podría hacer las cosas mejor, pero ella me dice que soy la mejor del mundo. Me siento muy orgullosa de su forma de ser y de pensar, de su empatía y su solidaridad». Y es que Merche es una mujer comprometida: «No tolero la injusticia y siento impotencia cuando veo que no puedo arreglar todo lo malo que se le hace a los más débiles. Si de algo puedo sentirme orgullosa es de mi sentido de la justicia. Me rebelo si algo no está bien, no me quedo callada, intervengo si puedo poner mi granito de arena para poner solución». También reconoce sus debilidades: «soy demasiado perfeccionista en el trabajo y siempre quiero mejorar las cosas. Debo aprender a delegar en los procesos y en no ser tan dura conmigo misma. Además, no puedo quedarme con los errores y no valorar el resto del trabajo, que muchas veces está muy logrado». Y cuando es consciente que debe desconectar, encuentra la paz «en mi casa, con mi hija, mi perrito, oliendo por la mañana el aroma de la hierba mojada o el mar. Disfruto con los momentos sencillos». Llevada por el ajetreo de la vida de artista , reconoce la importancia de las rutinas: «La maternidad tiene sus exigencias que debo cumplir por la educación de mi hija, pero me gusta improvisar. Los mejores planes son lo que no se piensan». Tal vez por eso mantiene su espíritu aventurero: «Soy de liarme la manta a la cabeza y salir de aventura. La última fue un viaje en caravana por los pueblos blancos de la sierra de Cádiz. Me lo pasé en grande». Merche no puede negar su lado soñador: «Me ha gustado siempre fantasear, era una forma de visualizar mi futuro. Y se ha cumplido lo que más deseaba, también porque he trabajado por mi sueño». Si tuviera que imaginarse dentro de unos años, convertida en abuelita, se ve «tomándome la vida con humor, vestida con un chándal, leyendo y viendo películas, jugando con mis nietos, que espero me dé mi hija». «Según mi madre», recuerda Merche, «yo ya cantaba antes de empezar a hablar». Pero, a diferencia de otras artistas precoces, no era de las de subirse a una mesa a arrancarse y llamar la atención de todo el mundo: «Me pasaba el día por Marisol , agarrando el cepillo del pelo como si fuera el micrófono, pero en las reuniones familiares me daba vergüenza. Todavía me pasa en las fiestas con amigos. Ahora bien, de niña y con mis amigas, pillaba la guitarra y no paraba». También le daba vergüenza suspender algunas asignaturas, así que en el colegio fue buena estudiante. Con su pandilla no era de la mandonas: «Me gustaba que cada una tuviera su protagonismo, así que nos repartíamos los planes para que todas estuviéramos contentas». Merche tuvo una infancia feliz, muy unida a sus dos hermanas: «Nos encantaban los juegos de mesa, desde el Monopoly al parchís. También nos peleábamos, claro, pero hacíamos muchas cosas juntas. Ahora siguen a mi lado todo el tiempo, porque las dos trabajan conmigo». De pequeñas, su madre las llamaba «Sapo, Sapito y Sape», siempre juntas. Y así siguen: «Es que somos muy diferentes, pero nos llevamos muy bien». Merche era «una niña poco traviesa, algo introvertida, amante de los animales. Yo, si veía una paloma herida, la cuidaba y la llevaba al veterinario. Mi familia era de tener perrito y a mí me encantaba cuidarlo. Ahora tengo uno que está muy mayor, tiene 15 años, y estoy muy pendiente de él».