La mezquindad incendiaria de Vox… y la gasolina del PSOE
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El jueves, al reiniciarse el curso político tras el parón invernal, Juan Espadas acudía al Parlamento a despedirse. Un rival, en el ring, es un adversario al que tumbar; pero fuera del ring, no. No hay que leer al marqués de Queensberry para entender que no vale todo. Jesús Aguirre, con la bonhomía marca de la casa, le puso sentimiento y Espadas dijo adiós con emoción lógica. Mientras la cámara aplaudía, los de Vox abandonaron el salón como señal de desprecio. Ni siquiera las altas bóvedas celestiales de la maravillosa iglesia manierista les inspiraron algo de los valores que emanan de esa religión con la que suelen darse golpes de pecho. Más allá de exhibir ese gesto, todavía con frialdad... Ver Más