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¿Se puede recuperar la autoridad con los hijos aunque sean ya adolescentes?

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En su afán de educar correctamente, los padres no dejan de establecer normas y límites a sus hijos... que no siempre cumplirán porque, como dicen los expertos en la materia y también el sentido común, los niños son personas, no robots. Que se salten de forma ocasional alguna de las órdenes de sus progenitores se considera normal, pero no lo es que los padres pierdan su autoridad constantemente: « Mi hijo no me hace caso cuando le digo que tiene que bañarse, que haga los deberes, que vaya a cenar, que deje los videojugos, que recoja su habitación, que se meta en la cama, apague el móvil... ¡Ya no puedo más! ». Un escenario que, al parecer, es cada vez más habitual en las consultas de los expertos y, lo que es peor, con hijos a edades más tempranas. «Hace más de una década –puntualiza Fran Castaño , profesor y asesor familiar de Francasta.es –, atendía por desobediencia a adolescentes de 16 años (70% chicos-30% chicas); hace 8, venían chavales de 14 años (60%-40%) y actualmente vienen familias con menores de 6 a 11 años en un portentaje muy similar entre niños y niñas. La mala noticia es que los padres pierden la autoridad cuando sus hijos son muy pequeños; la buena, que se preocupan por solucionar el problema cuanto antes; y, la mejor , que los progenitores pueden recuperar su autoridad. En educación nunca hay que tirar la toalla». Cierto es que hay familias que lo dejan pasar y piensan «bueno ya crecerá, madurará y cambiará». Pero Castaño recomienda evitar estos pensamientos: el niño crece, pero el problema crece con el niño. Por este motivo, invita en primer lugar a la reflexión. «Es muy frecuente que los progenitores me digan que uno de sus hijos es obediente y que otro, sin embargo, no respeta ninguna norma ni límite». ¿Por qué ocurre esto si educan a los dos bajo el mismo techo y modo? La respuesta es muy sencilla: depende de su temperamento, cada hermano es una persona diferente; lo que funciona con uno no tiene porqué servir con el otro. Es decir, no vale el mismo menú para todos y si hay algo que no funciona no se debe insistir más, hay que cambiarlo y buscar una alternativa. Lo primero que recomienda es analizar en qué asuntos se quiere recuperar la autoridad. Priorizar y centrarse sólo en un par de objetivos como pueden ser, por ejemplo, que se siente a hacer los deberes y que esté menos tiempo con el móvil. Para lograrlo, la clave está en establecer rutinas y que tengan claro que si llega del colegio, merienda, juega un rato y hace los deberes, tendrá un tiempo para estar con el dispositivo. Y, eso sí, mantener las rutinas. Señala que el principal error que cometen los padres en este asunto es la falta de continuidad. «Si lo que se pretende es que ordene cada día su habitación hay que supervisarla diariamente para que se convierta en un hábito de responsabilidad. Es un gran error ceder para 'comprar la paz', y así eludir conflictos y discusiones». Diana Al Azem, de Adolescencia Positiva y organizadora de la Primera Cumbre Internacional Online 'Adolescencia 360º', resalta igualmente la importancia de elegir bien las batallas a pelear. «Recomiendo hacerlo en aquello que afecte a la seguridad, salud física y mental del niño. Por ejemplo, si está mucho tiempo con pantallas, su salud corporal, visual y mental se verá afectada, por lo que habrá que ser muy firme con los límites y normas». Sin embargo, «el error más común –puntualiza– es que al final se cede demasiado. Hay padres que piensan que si imponen su autoridad van a perder el amor de sus hijos, que se van a enfadar, y prefieren ceder. Es verdad que hace falta mucha paciencia para no dar marcha atrás, pero para eso los padres deben estar bien. Si no están a gusto en el trabajo, con la pareja, consigo mismos... es difícil educar desde la calma y, al final, se explota ante los retos constantes que plantean los hijos y se termina cediendo para lograr calma mental al evitar enfados, gritos, portazos...». Asegura Al Azem que hay que ser firme y si el hijo se enfada, ser fuerte y, cuando se le pase el enfado, hacerle saber porqué debe cumplir. Lo esencial es que los padres lideren la familia, «ser líderes para convertir a los hijos en líderes, no en sumisos. Hay quienes entienden que tener autoridad es ser agresivos con ellos, y nada más lejos de la realidad. El padre autoritario no escucha a sus hijos, no les pide opinión, no sabe sus necesidades; solo manda y ordena. El líder escucha, pide opinión y le transmite que cree en él». Fran Castaño insiste en que mantenerse firme es lo que más cuesta a las familias «porque implica cambiar hábitos y la forma de educar cuando los hijos no respetan su autoridad. Es un proceso de varios meses que pueden resultar duros, pero siempre merece la pena».