Francisco Brines: «Porque todo va al mar»
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El poeta Francisco Brines (1932-2021), elegido por Casa Real Española para felicitar la Navidad a sus españoles súbditos, nació en Oliva , un municipio de la comarca valenciana de La Safor con capital en Gandía. Aunque Oliva ostenta el registro de la mayor precipitación en 24 horas de la historia de España, que tuvo lugar el 3 de noviembre de 1987, 817 litros por metro cuadrado, esta vez se quedó en el límite de las zonas afectadas, ni siquiera se suspendieron las clases, como ocurrió en Gandía municipio cercano más al norte, cuyas playas se cubrieron de cañas o el otro más arriba, Xeraco, cuyo barranco se inundó, o el siguiente, Tavernes de Valldigna, que figura ya en el listado oficial de 'municipios afectados por la dana' del BOE del 6 de noviembre de 2024. Turís , municipio que también figura como tal y que registró la mayor precipitación el 29 de octubre de 2024 no superó el registro histórico de Oliva, ya que se quedó en 771 l/m2 en 24 horas. En la DANA de La Safor de 1987 hubo dos muertos, en la de 2024 de Valencia 224 (sin contar los 3 desaparecidos, los 7 de Castilla-La Mancha y el de Andalucía). Evolucionando. Brines era un apasionado de la vida , tanto que en toda su poesía se ha afanado sobre todo en lamentarse por su más que segura pérdida. Los monarcas eligieron unos versos del poema 'Un rastro de felicidad' del poemario Palabras a la Oscuridad (1966): «Y busco un rostro que refleje luz, / alguien que, como yo, teniendo muerte sólo, / tenga también, como tuviera yo, / venciéndola, la vida». Se trató, entiendo, de buscar entre los «rostros» de los afectados por la devastadora DANA un rayo de luz que reflejase entre tanta muerte, la vida, porque donde hay vida, por frágil que sea, hay esperanza y porque sólo muere lo que tiene vida. Es un bello poema muy representativo de toda la obra y de todo el sinvivir viviendo de este poeta valenciano elegiaco por antonomasia. El poema describe una tarde de primavera tras la lluvia en «un día terrible para tantos» en que el poeta busca un atisbo de felicidad asomándose a la ventana para ver lo que existe y la retiene: unos niños conversando, un hombre con su perro, un balcón encendido, un rostro que refleje la luz; aunque si bien el fragmento elegido atisba la vida, el poema no en realidad, ya que en él, Brines sentencia que, más allá de la vida, se agolpa un frío oscuro, hay un sordo dolor , los niños se dispersan, el balcón se apaga, y se hunde en la noche sin remisión el hombre con su perro. Pero Brines, nacido en el centro de Oliva en una casa situada en medio de dos calles principales con accesos en ambas (la han partido en dos para venderla) en el seno de una familia de hacendados agrícolas, con una masía protegida de nombre Elca dotada de un paradisiaco jardín y formado en los jesuitas , además de en Deusto, Valencia, Salamanca y Madrid poco tiene que ver con los afectados por la DANA, la mayoría pequeños propietarios cuyas viviendas y locales se han construido en zonas inundables o asomadas a un barranco y que ahora no tienen nada (tampoco coche), salvo deudas o «ese reflejo de luz», la vida (algunos). Fui a Oliva , me alojé en un hotel cuya calle tiene nombre de poeta, Aussias March, a mi vuelta pasé por Paiporta, montañas de coches apilados unos encima de otros me recibieron a ambos lados de la carretera en una estética apocalíptica. Ya en el pueblo pregunté por el barranco del Poyo , cuyo nombre nada tiene que ver con el ave sino con Poio o Podium (lugar alto), allí pasé por una calle desastrada adornada con cientos de escritos y pinturas infantiles. Ya en el barranco crucé un puente lleno de velas , cuando me dirigía al siguiente puente pregunté a una señora que si el agua había venido de la montaña, me dijo que no, que si yo no sabía que habían abierto las presas, estaba deseando contarlo, a quien fuese, y yo pasaba por allí. Mientras narraba su historia familiar (lo hemos perdido todo pero estamos vivos, estoy tomando pastillas por ansiedad), miré de soslayo el patio de una casa destruida y me fijé en el nombre de una calle, muy cerca del Ayuntamiento, Aussias March, le di un abrazo a la mujer y me fui hacia el otro puente, cuando regresé por la calle paralela del barranco vi la plaquita de esa calle, Antonio Machado . Me pregunté si yo también iba a necesitar terapia, pero no, parece que en Valencia Aussias el poeta más importante del medievo en valenciano, figura por todos lados. Y de Machado, qué decir. No, no me persigue nadie, tampoco los poetas. Visto lo visto, pensé que quizás hubiese sido mejor elegir otro poema de Brines para homenajear a los dana-damnificados. También precioso y también del poemario Palabras a la Oscuridad, dedicado a Vicente Aleixandre que, aunque del 27, se carteaba con Brines, de la Generación del 50. El poema se titula «Elca» . Fue lo primero que hice en Oliva, visitar la masía del poeta , no me quería ir. Rodeada de naranjos y palmeras, se escuchaba el silencio, hay pocos sitios ya con ese privilegio. No pude entrar, pero disfruté del jardín, de las rosas, del jazmín, del estanque, y a lo lejos, aunque muy lejos, el mar y a su derecha la montaña picuda volcánica y junto a esta otra hilera de montañas que perfilan un hombre con flequillo, nariz, boca, barbilla, nuez, prominente pecho, y sus dulces atributos, (¿de verdad no lo ha visto nadie?). Me volví a preguntar si necesitaría terapia. O si quizás simplemente estaría imbuida por el pequeño jardín que a mí me pareció algo ga y (con la estatua de diana, diosa salvaje de la fertilidad y la esfinge, mujer con cuerpo de léon, diosa de la destrucción, todo muy Brines), desde el que yo veía aquello. La casa blanca, inmensa, magnánima, desde cuyos balcones puede divisarse el mar, con unas escaleras en la misma puerta que parecen bajar hacía él a través de los naranjos. El poema «Elca» está dedicado a su profesor de literatura , el poeta y sacerdote jesuita J uan Bautista Bertrán, que le animó a escribir poesía siendo muy joven. Describe un lugar precioso sobre el que se ciernen las luces y las sombras por estrofas, y en el que «todo va al mar». Absolutamente Brines, podría prosorizarse así: Todo en Elca es aire luz y rosas rozando la mirada, pero cae una larga sombra de los montes que pisa los huertos, ciega los pozos y llega con su frío hasta el mar, «porque todo va al mar». Todo en Elca es paz, la yedra del tejado, el rumor del jardín, las ramas del ciprés , pero enviuda la flor del oscuro naranjo para cruzar hondas alcobas e ir adentro del mar. Todo en Elca es feliz , el verdor del pino y los geranios, la blanca y silenciosa casa de balcones abiertos donde vivimos todos, pero, «porque todo va al mar», el hombre mira un cielo que oscurece, mientras late su corazón y camina hacia el mar. Así que, al día siguiente, yo quise ver el mar, ¿dónde está el mar de Oliva? , pregunté, ¡vaya por ese largo paseo de palmeras, y al final, verá el mar!, me dijeron. El paseo se llamaba Francisco Brines . Mientras me dirigía, yo también, al mar escuché «Elca», en un video de youtube , y pensé que Brines había escrito una perfecta metáfora de ocurrido en Valencia en 2024 (y tantas otras veces) . Todo es bello y perfecto, el hombre vive tranquilo y contento en su cotidianidad salvando el día a día, pero de repente el cielo oscurece, cae la lluvia que lo inunda todo, que lo arrastra todo, que lo destruye todo y lo lleva hacia al mar, «porque todo va al mar ». La lluvia cae en la montaña hacia la cuenca fluvial, atraviesa una presa, la escorrentía desagua en la rambla y está en otro río más grande, y este en la albufera y la albufera en el Mediterráneo, «porque todo va al mar». Visto Elca y visto el mar, me dispuse a conocer la casa donde nació el poeta en Oliva , anochecía tempranamente, como ocurre en diciembre y escuché música que sonaba en una iglesia, como todo lo que es arte y cultura me interesa, entré, totalmente ajena a la tontuna de la que iba a ser testigo. Un coro iluminado deleitaba a un buen número de feligreses que escuchaban en la oscuridad de los bancos, acabó la función y el director del coro se dirigió en valenciano a los presentes acompañado de una señora madura, decía que una concejala y teniente alcalde del Ayuntamiento les había honrado con su visita en el 800 aniversario de la catedral de Toledo. Me acerqué para hacer una foto, me saludaron muy sonrientes, pero me lo impidieron, la razón es surrealista: se lo habían inventado todo, y aquella señora, si bien era de Casarrubios, vivía en Madrid y tenía casa en Oliva, no era concejal ni nada parecido. Me volví para Toledo, y mientras conducía, c onvine con Brines en que efectivamente, todo acaba yendo al mar , la lluvia de la montaña, los enseres de las personas, sus sueños, sus vivencias, sus ilusiones y preocupaciones, sus fortunas y también sus tontunas, ya que la vida es caduca, efímera y de certero final, «porque todo va al mar».