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Clarinete y piano: concertar es dialogar

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Estaba programado el trío compuesto Barragán y Wendeberg con el viola Joaquín Riquelme , aunque finalmente una repentina indisposición de este les ha obligado a cambiar todo el programa, a empezar de cero. Y aquí una matización: el hecho de que el clarinetista tocase todo el concierto de memoria y el pianista con partitura invita a pensar que, como era lógico, fuese este el que seguramente haya tenido que aprenderse el nuevo programa, Un programa que por cierto excedía la mera labor de acompañante, no sólo por la dificultad para el pianista sino que, como evidencia el nombre del ciclo, se trataba de 'diálogos concertantes', es decir, de una continua interacción. Por otro lado, nos sorprendía verlos envueltos en una digamos 'concha acústica' semicircular, que indudablemente mejoraba el sonido y lo proyectaba inexorablemente hacia el público; así que desde el primer momento ya nos sobrecogía el sonido limpio, impoluto, cálido del músico marchenero y su entendimiento con el pianista alemán. Ambos son profesores de la Fundación Barenboim-Said , y Wendeberg además es responsable también de la enseñanza de música de cámara dentro del mismo equipo docente. A pesar de la compenetración musical para montar el programa en tan sólo una semana, además del tiempo en el que previamente habían preparado el programa como trío (más los años que se conozcan), Barragán se quedó boquiabierto de que su compañero desentrañara los hilos que unían las dos primeras obras del programa haciéndolo en español, que ni siquiera sospechaba que lo hablara. Ambos representan dos conceptos distintos, unidos por una gran musicalidad: el alemán tiende a un pianismo vigoroso, enérgico, mientras que el clarinetista se mueve con más facilidad hacia los sonidos más dulces de su extraordinario instrumento. Lo que no quiere decir que cuando había que extremar con fortaleza las dinámicas los dos se movieron a una; es más, en muchas ocasiones que se requería un volumen extremo Barragán no sólo llevó su clarinete a su plenitud, sino que evitó ese sonido destemplado de la mayoría de estos instrumentos en cuanto que se les fuerza así. La op. 120 de Brahms contiene dos sonatas para clarinete y piano, y constituye la despedida del músico del género camerístico. El primer tiempo de la 'Sonata para clarinete y piano nº 2 en Mi bemol mayor' consta de tres temas y numerosas ideas secundarias amenizan la solidez de la trama principal, pudiendo oír cómo sobre todo el clarinete se mueve en ella entre indicaciones de 'sotto voce' o 'dolce' y las de 'forte', como en el final del segundo movimiento, que puede evocar un 'diálogo' entre una persona airada (piano) y alguien que busca la conciliación (clarinete). Y aprovechamos estas observaciones de volumen para destacar que a pesar de la bravura de Wendeberg, de tocar un piano de media cola con la tapa completamente abierta, no llegó nunca a oscurecer al clarinetista, tal vez porque son sonidos muy distintos o quizá porque el artilugio acústico ayudó notablemente. Y puede que interpretar una selección de los '24 preludios para piano solo' de Scriabin fuera un 'respiro' para Wendeberg porque, a pesar de su dificultad, de nuevo el hecho de tocarlos de memoria hablaba de que sería la única pieza que sólo tuvo que repasar y no trabajarla desde cero, como seguramente las demás. Los breves preludios miraban directamente a Chopin, desde su carácter y dificultad hasta el ordenamiento de cada preludio siguiendo el círculo de quintas y alternando las tonalidades mayores con las relativas menores. Gran momento para mostrar el virtuosismo del pianista alemán y su rico abanico de expresividades, en donde pudimos escuchar toda una gama completa de matices, que incluían delicados 'pianissimi'. Nos resultaron un acierto la inclusión de las sonatas finales, en concreto la primera obra publicada de Bernstein , la 'Sonata para clarinete y piano' Op.1 , que consta de dos movimientos unidos, pero muy distintos. El primero es un 'cantabile' 'Grazioso' y otro más movido, en el que predominaban los ritmos de amalgama y que no nos dejaban de sonar ya a su obra más popular, 'West Side Story' . La versión de nuestro dúo fue espléndida, tocada con arrebato y calor, entrega y un vivo carácter 'danzable'. Y por otro lado, nos resultó encantadora la ' Sonata para clarinete y piano' FP 184 de Poulenc , que escribió «a la memoria de Arthur Honegger », pero que escribió por encargo del clarinetista de jazz Benny Goodman y que estrenó con Leonard Bernstein al piano tres meses después de que falleciera Poulenc, como nos anticipó el mismo Barragán. La sonata pasa por diversos estados de ánimo hasta terminar en un animado 'fortissimo', lo que dio pie a que ambos intérpretes mostraran nuevamente su virtuosismo y expresividad, sobre todo en el animado y conocido tercer movimiento. Y lo mejor: la sala 'Manuel García' estuvo prácticamente llena con un público entusiasmado ante la atractiva propuesta.