Luz ciega
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La mañana, encogida por el frío, tiene miedo a acabar en candelizo. Una invisible siembra de granizo parece penetrar el labrantío. Menos mal que vino el roción, el chaparrón despacioso, cuasi de clepsidra de suero, a remediar en parte la situación de la tierra. El campo, como buen viejo, le teme al frío. El mismo frío al que no le temen la coqueta pose de la flor del almendro ni los brazos desnudos de los granados. El mismo frío que aguanta, impertérrito, el olivo, antes de que en las calles del olivar levante su columnata de humo blanco modelada a capricho del viento, que será, suave, del norte o del este en estos días. Luz ciega de la neblina, ese... Ver Más