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Paseando a Franco por el mundo

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En la campaña de conmemoración por el cincuenta aniversario del fallecimiento de Francisco Franco, el Gobierno de Sánchez ha incluido una selectiva proyección internacional. Con la misma indeterminación del resto del centenar de actos anunciados para 2025 en España, determinadas embajadas acogerán eventos supuestamente dirigidos a celebrar el medio siglo de «España en libertad», que es la contraseña elegida por el Ejecutivo para activar lo que realmente es una campaña preelectoral del PSOE y una reivindicación de Pedro Sánchez en sus peores momentos. El sanchismo ha encomendado al Instituto Cervantes que se sume a la viralización por todas sus sedes en el mundo de esta estrategia manipuladora y sectaria. Además, las embajadas seleccionadas , por el momento, son las de Argel, Washington, París y Berlín. Las razones de esta selección son desconocidas, aunque tienen todas ellas en común que cuentan con embajadores de confianza estricta del Gobierno socialista, que se asegura así un cumplimiento sin matices de las consignas de La Moncloa. La falta de criterio conocido en la selección de estas embajadas se une a la opacidad con la que se está planificando este año de 'heroica' militancia socialista contra el cadáver de Franco. En el real decreto que creó la figura del Comisionado para la celebración de estos fastos –cargo ocupado por una profesora dedicada a estudiar el cine antifranquista, con una vasta trayectoria digital de insultos a la Corona, la Policía y las Cortes– no aparece mencionada ninguna actividad en el exterior. Así que habrá que esperar a que la comisionada o Exteriores hagan público el programa de actos y se vea qué relación guarda la muerte de Franco con los países donde se encuentran estas legaciones. Este plan de activismo retrospectivo de Sánchez se basa en una simple improvisación, que irá concretándose en función de las necesidades políticas del líder socialista, como se vio en el acto de presentación de la campaña. El problema de involucrar a embajadas en un falso programa institucional de exaltación de la libertad es que supone utilizar el cuerpo diplomático para intereses que no son de Estado. Nada indica que la conmemoración del 50 aniversario de la muerte de Franco se vincule, más allá de la palabrería oficialista, al consenso de la Transición y al papel protagonista de la Corona, encarnada intachablemente, en los difíciles años que median entre 1975 y 1978, por Don Juan Carlos y continuada de forma ejemplar por Felipe VI. Los embajadores representan a España y defienden sus intereses nacionales. Por supuesto, sus funciones representativas en el Estado ante el que están acreditados pueden comprender numerosas actividades de todo tipo, culturales, económicas, sociales e históricas. Se entendería muy bien, por ejemplo, que embajadas en Iberoamérica acogieran exposiciones sobre el legado español en el continente, ahora que es objeto de una manipulación ideológica por la izquierda populista en el gobierno de determinados países. La utilización de las instituciones del Estado en esta campaña del Ejecutivo es un ejemplo de manipulación disfrazada de buenas intenciones. En su discurso durante el acto inaugural, Sánchez quitó el velo a la propaganda oficial y puso letra partidista a la música pretendidamente institucional, presentándose como adalid del progresismo y muro de contención de la ultraderecha. Incluso se buscó un icono de su salvífica misión en Musk, pese a que tenía a mano a Maduro, representante de todo lo contrario a esa libertad en España con la que Sánchez se encontró hace cincuenta años, gracias a quienes hoy no se reconocen en su campaña de resurrección del franquismo.