El Cinexín
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Alberti nació, y hay que respetarlo, insistía, con el cine. Yo nací con un Cinexín al que le gasté la lente y el rollo recién caído el Muro de Berlín. Aquel día de enero, los Reyes fueron a acertar con mi vocación. Un Totó sureño que le daba a la manivela crujiente y que a los cortos de Disney les ponía voces con algún taco prohibido y consentido. El proyector apenas alumbraba metro y medio, aunque en la noche y en el techo aprendí lo que era una moviola, un 'racconto'. Aquello no era un juguete, era una masa para crear el mundo y mitificar desmitificando los cines que vendían Toblerone y un regaliz que caía mal en el estómago.... Ver Más