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Las víctimas de los ultras en el bar de Plaza de España: «Llegamos a temer por nuestra vida»

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El pasado sábado, al poco tiempo de comenzar la manifestación ultra desde la plaza de España a Ferraz, brotó la primera trifulca. El restaurante mexicano La venganza de Malinche fue víctima de lo sucedido. A medida que se acercaban al local, los clientes de la terraza se empezaron a refugiar en el interior, pensando que allí estarían a salvo de los disturbios. Eso mismo pensaron los periodistas que estaban siendo atacados por los neonazis. Reporteros y fotógrafos, en el intento de huir de los atacantes (que lanzaban objetos y gas pimienta), corrieron hacia el establecimiento para resguardarse, sin saber que así estaban atrayendo a los violentos hacia el lugar. Tras ello, la marcha seguía por la calle de la Princesa, donde avanzaba la marea de ultrasderechistas entre cánticos de «¡Puto rojo el que no bote!», «España, cristiana y no musulmana», «Aquí están los nacionalistas» o «Periodistas terroristas». Cerca de 2.000 manifestantes se dejaban notar por la zona: agresiones, quema de contenedores, lanzamiento de botellas y objetos afectaban tanto a policías, como negocios y personas de la zona. Fue sobre las 20.30 horas cuando los violentos comenzaron a lanzar sillas, mesas y vasos contra el bar de la calle del Duque de Osuna. Dentro, se encontraban seis trabajadores y más de 40 clientes, entre ellos menores de edad y un bebe de siete meses. «Realmente, temimos por nuestras vidas, nunca había vivido nada así», confiesa Fernando, uno de los trabajadores de La Venganza de Malinche. Los ultras que llegaron a entrar al local rompieron la puerta de cristal, el suelo del establecimiento, mesas y sillas. Los empleados bajaron rápidamente la persiana exterior para evitar que lanzaran más objetos y golpearan a alguno de los presentes. Todo ocurrió muy rápido. «En apenas diez segundos sucedió todo», relata Fernando. Afectados por el temor del momento y el gas pimienta que inundaba el restaurante, todos los clientes se refugiaron al final del bar: «Tuvimos que trasladar al bebé al almacén y cerrar la puerta porque apenas se podía respirar». La rápida respuesta de los camareros y trabajadores ayudó a que no sufrieran ningún golpe ni herida. Pese a sus llamadas al Samur y la Policía, nadie se acercó al enclave hasta más tarde. Los servicios médicos no llegaron y fueron los clientes con ayuda de los encargados del local quienes, con los utensilios que tenían, atendieron a los más afectados por el gas pimienta. La policía llegó una hora después. «Hemos estado en contacto con los clientes para ver cómo están», recalca Fernando, aún con el susto en el cuerpo.