La «excepcionalidad» se llama Begoña Gómez
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Con una investigación judicial abierta desde el pasado abril, la que dirige Juan Carlos Peinado sobre la actividad docente y empresarial de Begoña Gómez, la comisión de la Asamblea de Madrid por la que ayer pasó la esposa del presidente del Gobierno solo responde –tanto como sus homólogas, creadas desde hace décadas en el Congreso o los parlamentos regionales– al interés político por airear los casos de corrupción de un rival. Será la Justicia la que determine la responsabilidad penal de Begoña Gómez , que ayer se acogió a su derecho a no declarar y se limitó a repetir el argumentario de La Moncloa sobre los presuntos bulos de los que dice ser víctima. En nada beneficia a la mujer de Pedro Sánchez, sin embargo, una estrategia basada en la falta de colaboración no ya con los diputados madrileños, sino con el propio juez que instruye su caso en los tribunales. Si nada hay que ocultar bajo su cátedra, han sido muchas las ocasiones que Gómez ha tenido para arrojar luz sobre la misma y despejar unas sospechas que aumentan en función de su silencio. Tanto Gómez como su marido, sobre todo este, deben dar todas las explicaciones pertinentes, tal como prometió el presidente en su primera carta a la ciudadanía. Ni uno ni otro han hecho el más leve intento de aclarar nada. Muy distinta fue la actitud del rector de la Complutense en la que medró la esposa del jefe del Ejecutivo. También investigado por el juez Peinado, Joaquín Goyache trató de normalizar la anomalía de entregar una cátedra más que extraordinaria a quien no presentaba otro mérito que su relación conyugal. El rector tuvo que reconocer, sin embargo, la «excepcionalidad» académica de la que ha disfrutado Gómez y confesar que «no hay ningún perfil similar» entre la cincuentena de cátedras extraordinarias de la institución que dirige. La ética no admite excepciones.