Primer golpe. Nunca salió de día.

Alguien comentó en cierta ocasión, a propósito de lo dados que son los cofrades a una controversia, que cuando se abren las puertas de la Parroquia de San Sebastián el Domingo de Ramos y sale el misterio de la Paz, se acaban los dimes y los diretes. Y eso es por la fortaleza que tiene la Semana Santa. En su conjunto, arrolla y lo individual también. Pero a veces ocurre que el bosque no nos deja ver el árbol, aunque ese árbol sea uno de los más bellos. El breve trayecto de la Virgen del Socorro desde el Salvador a la Catedral para participar en la exposición «Fons Pietatis» quedará para la historia. Algunos destacan el silencio de la Plaza a la salida, otros el sonido de la música de capilla. Pero lo mejor fue descubrir la excelencia de ese paso con la claridad de la mañana. Un palio que parecía un encaje colocado sobre la Virgen del Socorro presentada extraordinariamente hermosa por el mimo de su camarera Julia Candáu y de sus priostes. La imagen, envuelta en un paño humeral francés del siglo XVIII y con el colgante de topacios de la Marquesa de Cavalcanti, recibía la luz de noviembre por las rendijas de la malla del techo y de las caídas caladas. La Virgen, el palio, el manto, la corona, los respiraderos, los faldones, las flores, la cera... Nunca salió de día. Pero sería necesario que de vez en cuando lo hiciera para que nos arrolle su inmensa categoría.