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La peor DANA del siglo: «La riada trajo cuerpos y objetos que vienen de Torrente, a 15 kilómetros de aquí»

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Como si fuera un tsunami, pero que venía de los barrancos en vez del mar, la riada de Valencia arrastró hasta la Albufera los fardos de basura empaquetados de una planta de Torrente, a unos 15 kilómetros de distancia. Entre los campos de arroz de este parque natural, hoy embarrado por la inundación, se ven por doquier junto a coches aplastados, troncos, contenedores, cubos y todo tipo de enseres, desde pañales hasta botes de café. Entre ellos, enterrados entre las cañas y el barro, también hay cuerpos de seres humanos, los desaparecidos que se llevó la tromba de agua aquel fatídico martes 29 de octubre. Uno de ellos fue localizado este viernes por la mañana cerca de una vaquería alrededor de la carretera del Corral, una de las que recorren este laberinto de arrozales y acequias que patos, garzas y somormujos siguen sobrevolando ajenos a la tragedia . Según pudo saber ABC , que lleva ya tres días presenciando las labores de búsqueda en esta zona, un bombero halló el cadáver al descubrir un brazo que sobresalía del fango. Ni siquiera hizo falta recurrir a los perros que rastrean el lugar porque el olor era perceptible para el olfato humano. De inmediato, se personaron varios coches de la Policía Nacional, al mando de un comisario, y efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) y de los bomberos de Alicante, que participaban en la búsqueda en esta zona. Al parecer, el cuerpo descubierto era pequeño, pero hay que esperar a la identificación por familiares o mediante pruebas de ADN para determinar su identidad. Los efectivos que intervinieron en la misión se mostraban impresionados porque, según contaban, «la riada trajo objetos que vienen de 15 kilómetros más arriba», lo que demuestra la fuerza con que el agua arrastró todo lo que encontró a su paso. Además de los fardos de basura de Torrente, hay sacos de empresas de Picaña, otra de las «zonas cero» de esta catástrofe que no tiene un solo epicentro. Mientras la Policía Científica tomaba muestras del cuerpo para cotejar su ADN y algunos bomberos hacían una pausa para comer un poco, soldados de la UME y del Ejército de Tierra peinaban las zonas colindantes. Como se podía leer en sus monos, algunos venían de Córdoba o Tenerife. A ellos se suman otros policías locales voluntarios de Palma de Mallorca, que estaban fuera de servicio y han venido con los bomberos de su ciudad. En formación, y empuñando finos bastones que iban clavando en el suelo, avanzaban en formación por los arrozales y lagunas, metiéndose hasta la cintura en el agua. Un trabajo durísimo que no solo requiere un notable esfuerzo físico, sino que también suele causarles picores en la piel por los ácaros que pillan en el agua. A las tres y media de la tarde, la furgoneta blanca de la funeraria salía por la carretera embarrada camino del instituto forense. En su interior, la vida rota de una de las víctimas de esta riada mortal, el mayor desastre en la historia reciente de España. Y, como ella, todavía quedan muchos más entre los arrozales de la Albufera.