Alba Molina transforma la noche en un íntimo homenaje a Lole y Manuel
0
La lluvia y el frío no lograron disuadir al público que acudió al íntimo salón del hotel Meliá para presenciar el primer concierto del ciclo 'Noches Icónicas'. En un espacio acogedor, Alba Molina inauguró esta serie de recitales, compartiendo su música y su historia de una manera cercana y profundamente emotiva, mientras la presencia de su madre, la legendaria Lole, y la cantante Mayte Martín aumentaban sus nervios confesos, como la misma Alba mencionó al inicio de la velada. El espectáculo comenzó con 'Dime', cuya poderosa interpretación resonó en cada rincón, sumergiendo a los asistentes en una atmósfera única . Alba, sin olvidar sus raíces, agradeció a todos por asistir, recordando que raramente se presenta en su tierra natal. «No es ni Lole ni Manu, aunque son mi escuela», reconoció la sevillana, consciente del legado de sus padres. A lo largo de la noche, temas como 'La lola' y 'Nuevo día' se convirtieron en himnos familiares y sentidos. La artista confesó que considera a 'Nuevo día' como la canción más hermosa del mundo, dedicada desde siempre a sus padres, a quienes recordó con profunda devoción durante todo el recital. Cuando Alba presentó 'Todo es de color', una gran ovación marcó la expectación del público, conmovido por la conexión de la artista con la obra de sus progenitores. Luego, tomó una breve pausa para dejar al pianista Álvaro Gandul al mando, quien brindó un hipnótico solo de piano, añadiendo un toque especial a la noche. La cálida complicidad entre los dos artistas se sentía en cada nota y en cada pausa, dando pie a 'Que sí, que no, que tú no me quieres como te quiero yo', que despertó las tímidas palmas al principio, hasta convertirse en un estruendoso aplauso al final. La velada alcanzó picos de emotividad en varias ocasiones, como cuando Alba interpretó 'Que nadie vaya a llorar' entre susurros y miradas al cielo, visiblemente emocionada. Cada verso parecía dirigirse a su padre, cuya presencia se percibía en el ambiente. La relación de Alba con la obra de sus progenitores, Lole y Manuel, iba mucho más allá de la interpretación: era una conversación íntima con su historia, su herencia y su identidad. Una canción que le cuesta cantar, según confesó, porque al hacerlo siente la energía de su padre, enviándole un beso al cielo antes de empezar. Con cada tema, la nostalgia y el amor por sus raíces eran palpables. En el último cambio de tercio, Alba rindió homenaje a sus padres con 'Érase una mariposa blanca', añadiendo un toque de jazz , estilo que confiesa escuchar más a menudo que el flamenco en su casa. «En casa del herrero, cuchara de palo», bromeó entre risas. La noche continuó con 'Loca me llama', tema compartido con su madre en el disco 'El beso', y la melancólica 'Salsa para volver' de Luis Salinas, una pieza que Alba ha interpretado por más de 15 años con distintos músicos. Finalmente, cerró la velada con el clásico 'No puedo quitar mis ojos de ti', más conocida como el 'te quiero mucho' que dedicó al público. 'La música es sanadora, se parece al amor', reflexionó Alba al despedirse, dejando a todos con el eco de su voz y el alma de sus canciones. Con cada tema, Alba se despedía de una parte de sí misma y de su propio recorrido artístico, demostrando que su talento no es solo una herencia sino una reescritura personal de un legado eterno. Al salir de la sala, los asistentes comentaban entre susurros y admiración la fuerza y delicadeza de una artista que, con honestidad y sencillez, había conseguido convertir una lluviosa noche de martes en un momento inolvidable. Así, las 'Noches Icónicas del Meliá' arrancaron con una noche inolvidable de la mano de Alba Molina, recordando la importancia del legado musical y la autenticidad en cada interpretación. El ciclo promete ser una serie vibrante de encuentros únicos, con Luis de Perikin como próximo protagonista el 14 de noviembre, llevando adelante este homenaje a las raíces del flamenco en un formato especial y cercano.