Crucifixiones, barcos y 3.000 actores: el misterio del espectáculo inaugural del Coliseo de Roma
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No lo ha tenido fácil el Coliseo de Roma en los últimos años, tras haber sobrevivido a todo tipo de guerras e inclemencias en sus dos mil años de vida. En 2016 tuvo que ser sometido a una trabajosa tarea de limpieza , la primera de tipo integral que se le ha realizado a lo largo de su historia y que se prolongó durante tres años. A este trabajo le siguió después la restauración del interior del recinto, que costó 15 millones de euros. En 2020, se anunció la reconstrucción de la arena, donde luchaban hasta morir los gladiadores y las fieras. A pesar de todos los intentos por recuperar su esplendor, ese mismo año las autoridades de Roma mostraron «preocupación por su supervivencia», debido al gigantesco proyecto de la línea C del metro . Unos trabajos con los que el Ayuntamiento de Roma esperaba ofrecer una solución al enorme problema de movilidad que padecía el centro de la capital italiana. El miedo se debía a que las obras tenían que pasar a solo 13 metros de este conjunto arquitectónico construido en época de los emperadores Vespasiano y Tito. En este reportaje, sin embargo, no queremos centrarnos en los problemas de los últimos años, sino en el origen del majestuoso edificio. Concretamente en sus primeros días y en el acto inaugural, que según los testimonios existentes provocó muchas más víctimas que cualquiera de los celebrados en los siglos siguientes. Cuentan Keith Hopkins y Mary Beard en 'El Coliseo' –publicado ahora por primera vez en España por la editorial Crítica–, que el también conocido como Anfiteatro Flavio se inauguró oficialmente en el 80 d. C. con un gran espectáculo de combates, caza y derramamiento de sangre que duró nada menos que cien días. La magnitud de aquella matanza es difícil de calcular y siempre ha estado rodeada de misterio. «No tenemos ninguna cifra sobre las muertes de gladiadores, pero el biógrafo de Tito, Suetonio, asegura que durante dichas celebraciones fueron matados cinco mil animales, una afirmación que unos pocos académicos modernos han reinterpretado audazmente en el sentido de 'todos los días' del espectáculo. Esa deducción arroja una cifra total exagerada y francamente inverosímil de medio millón de víctimas animales», advierten los autores. La construcción del famoso coliseo ha sido representada recientemente en la serie 'Those about to die' , de Prime Video, basada en la novela de Daniel Pratt. Ya reconoció Ridley Scott en más de una entrevista que si hubo un autor que le inspiró a la hora de hacer la película de 'Gladiator' fue precisamente este escritor. La trama se desarrolla en diez episodios y está ambientada en esos mismos años del Imperio romano, su época más dorada, que giran en torno a las intrigas políticas alrededor de la figura del emperador Vespasiano, el mismo que inició la construcción del anfiteatro y interpreta magistralmente Anthony Hopkins. Fue el anfiteatro más grande del el Imperio romano, realizado con bloques de travertino, hormigón, madera, ladrillo, piedra, mármol y estuco. Sus dimensiones son igualmente descomunales. En la Antigüedad tenía un aforo de 65.000 espectadores, con ochenta filas de gradas. Su inauguración fue organizada por el hijo del emperador Vespasiano, Tito, en el 80 d. C. El objetivo era celebrar la finalización de las obras que habían comenzado en el 70 y que fueron completadas por él tras la muerte del progenitor en el 79. El reinado del joven Tito se había iniciado con varias catástrofes, como la erupción del monte Vesubio, un incendio en Roma y un brote de peste, por eso se cree que organizó cien días de juegos, para intentar apaciguar los ánimos de los ciudadanos y de los dioses. Uno de los relatos más completos de aquellos actos lo escribió el historiador Dion Casio a finales del siglo II, con una visión un poco más comedida que ese medio millón de animales muertos, pero igualmente sorprendente. Él calculó que las bestias sacrificadas fueron 9.000. En otro texto en el que comentaba los juegos ofrecidos por Julio César en el 46 a. C, el autor reflexionaba sobre la dificultad de calcular el cómputo exacto de combatientes y víctimas. «Si alguien quisiera documentar la cantidad, tendría dificultades para averiguarla y no sería necesariamente un cálculo riguroso, porque todas estas cosas se agrandan y exageran», lamentaba. Las jornadas de celebración se dividían en tres partes. Los juegos con animales se conocían como «venationes» y tenían lugar por la mañana. Por las tarde se producían los combates de gladiadores y la recreación de batallas famosas. La parte más salvaje, la de las ejecuciones de criminales, se producía a mediodía, como si de un aperitivo se tratara. Aunque este festival de muerte era visto como un símbolo del poder de Roma, las clases más altas normalmente aprovechaban ese momento para dejar el anfiteatro e irse a comer. Algunos emperadores, incluso, fueron criticados por no quedarse a disfrutar de esa parte del espectáculo. Parece ser que Tito era de los que se regocijaba con esas escenas. Las víctimas incluían desertores, prisioneros de guerra y todo tipo de delincuentes de las clases bajas, para entretenimiento del vulgo. Se realizaban mediante crucifixiones o echándoselos a los animales más salvajes para que se dieran un festín con ellos. La recreación más gráfica de todos estos eventos se encuentra en los poemas de Marco Valerio Marcial, titulado 'Libro de los espectáculos', escrito para conmemorar la inauguración del anfiteatro. En él registró así la crucifixión de un bandido: «Al igual que Prometeo, atado en las rocas de Escitia, alimentó con su hígado potente al águila puntual a su cita. Colgado en la cruz, presentó sus entrañas desnudas al oso. Sus músculos lacerados palpitaban en sus miembros sangrantes y en todo su cuerpo no había cuerpo por ninguna parte. Por fin recibió el castigo que merecía: el culpable había cruelmente clavado un cuchillo en el cuello de su padre o en el de su dueño». En los juegos con animales participaban especies traídas de todos los puntos del Imperio romano, incluso las más exóticas, que ponían a pelear entre sí. El mismo Dion habla de la caza de grullas y otra en la que aparecieron cuatro elefantes. También cuenta que en las cacerías de animales salvajes dentro del Coliseo participaban mujeres, aunque el historiador se esforzaba por recalcar que no eran mujeres «de distinción social». Marcial, por su parte, menciona elefantes, leones, leopardos, por lo menos un tigre, liebres, cerdos, toros, osos, jabalíes, un rinoceronte, un búfalo y un bisonte. También de avestruces, dromedarios y cocodrilos. Según sus notas, hubo una competición entre un elefante y un toro, de la que el paquidermo resultó vencedor. Tras su victoria, asegura, el elefante se arrodilló ante Tito. No se especifica si el animal había sido adiestrado, como es de suponer, pero Marcial atribuyó el hecho a un reconocimiento espontáneo del poder del emperador. El poeta latino también menciona a otro toro que, tras haber sido enfurecido mediante la utilización de fuegos en el Coliseo, fue golpeando diversos objetos a lo largo de la arena que fue embestido por otro elefante y murió. «Los poemas nos ayudan a captar no solo lo que sucedió, sino también lo que un público romano sofisticado pudo encontrar de admirable en sus representaciones horribles y sangrientas. Nos enfrentan cara a cara con la exquisita inventiva de la crueldad», subrayan los autores de 'El Coliseo', sobre este poemario que empieza elogiando la grandeza del edificio y continúa destacando la variedad del público que acudió al «mayor espectáculo del mundo» aquel año 80. «Una maravillosa combinación de campesinos de las tierras salvajes del norte de Grecia, los peculiares sármatas del Danubio que beben sangre de sus caballos y los germánico y etíopes, luciendo cada uno un estilo diferente de cabello rizado». Una de las cuestiones que durante siglos ha desconcertado a los arqueólogos e historiadores es si realmente se inundó o no la arena durante los juegos inaugurales. Dion Casio escribió convencido que «Tito llenó repentinamente la arena con agua e introdujo en ella caballos y bueyes que habían aprendido a comportarse en líquido del mismo modo en que lo hacían en tierra seca». Es decir, que habían aprendido a nadar. Y, a continuación, describía los barcos que Tito sacó a la misma arena del Coliseo inundado para representar uno de los combates que libraron las ciudades de Corinto y Corcira en la Grecia del siglo V a. C. «Evidentemente, este espectáculo extraordinario no habría sido posible en el edificio tal y como está hoy, porque no hay manera de que los cimientos de la arena, con sus intrincados ascensores y demás artilugios para elevar a los animales, pudieran ser impermeables. Puede que cuando se construyó el anfiteatro, antes de la instalación de toda aquella ingeniosa maquinaria, hubiera la posibilidad de inundarlo», explican Beard y Hopkins. Suetonio, por su parte, sugiere con toda certeza que hubo juegos de agua en un espacio diferente construido para este propósito. Esta afirmación está en la línea de otro apartado de Casio, en el que comenta que dichos espectáculos se extendieron por toda la ciudad durante esos cien días y asegura que en ellos se escenificaron deportes acuáticos. Entre ellos, una batalla naval en la que participaron tres mil figurantes. Pero tanto si el anfiteatro se convirtió en un lago gigantesco o no, lo cierto es que la amplia gama de exhibiciones que se ofrecieron durante la inauguración del Coliseo fueron las más suntuosas que se podían recordar en aquella época. Unas que únicamente estaban al alcance de ser costeadas por el Imperio.