El conejo y la muñeca
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La anécdota aparece en el exhaustivo libro de Yves Bonnefoy sobre Giacometti. El artista, célebre misántropo, tuvo que cuidar al hijo de una amiga durante algunas horas. Al regresar, la mujer se dio cuenta de que algo no había ido bien: en la casa regía un silencio glacial, el niño estaba lloroso y Giacometti tenía un aire sombrío . «¿Qué ha pasado?», preguntó la madre. «No quiso dibujarme un conejo», se quejó el niño. «No sé dibujar un conejo», respondió el improvisado niñero. Reconocemos el sello de una estética atormentada en esta incapacidad de aceptar un simple encargo infantil. Bonnefoy justifica este rechazo atrabiliario ante «el llamado de la realidad», que nos recuerda también la angustiosa confesión de Giacometti a... Ver Más