La inauguración de los Paralímpicos embellece aún más a París
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No desaprovecha ni una oportunidad el pueblo francés para maravillar al mundo con su capital. Serían unos necios si no lo hicieran, pues París tiene una belleza sin parangón, sus calles y su arquitectura conducen a uno sin remedio hacia el Síndrome de Stendhal. No lo puso fácil el sol abrasador, con termómetros que superaron durante casi toda la jornada los 30 grados, pero el resultado, como en los Juegos Olímpicos, fue de matrícula de honor. Al fin, los Paralímpicos desplegaron sus alas. Se dejaron a un lado las florituras y los galos presentaron un espectáculo soberbio, muy clásico. Las 168 delegaciones iniciaron su recorrido en los alrededores del Gran Palais , muy cerca del Museo del Louvre , para luego desplazarse a uno de los lugares más emblemáticos de la urbe, los Campos Elíseos. Una marabunta en la que también estaban integrados 150 atletas del equipo español, liderados por Marta Arce y Álvaro Valera , sus abanderados. Un canapé comparado con lo que aconteció en la Plaza de la Concordia , histórico enclave parisino que fue convertido durante unas horas en un espectacular estadio, pantalla gigante incluida, en el que los grandes protagonistas dieron el pistoletazo de salida a los esperados Juegos Paralímpicos. El atardecer posado sobre el Sena, las hélices de los helicópteros rebotando por el despejado cielo, una combinación de música clásica y electrónica que no daba ni un respiro... La mezcla dejaba atónita a los más de 50.000 espectadores que según datos oficiales coloreaban las gradas del improvisado recinto. Los pelos ya no pudieron ponerse más de punta cuando un grupo de cazas del ejército plasmó la bandera francesa en el horizonte. Y fue entonces cuando salieron los protagonistas. Muy festivas, las diferentes delegaciones fueron desfilando. Gran Bretaña, Brasil, Italia, Méjico, Estados Unidos y Dinamarca fueron de las más ovacionadas, sin contar a la anfitriona por supuesto (Ucrania y Palestina también gozaron de un gran recibimiento). Pero fue España la que más simpatía y carantoñas mostró ante las cámaras, porque el buen español lo es aún más cuando está en suelo francés. Sus bailes y bendita locura provocaron los aplausos unánimes de la grada y le dieron algo de ritmo a la plácida de le velada, que cerró el desfile con las magníficas 'Les Champs-Elysées' de Joe Dassin y 'Midnight City' de M83. De hecho, poco se le puede reprochar a la organización salvo el flojo trato a los periodistas. Por primera vez, los Juegos no permitieron entrar a todos los profesionales acreditados y la mitad de la delegación española, por ejemplo, no pudo adentrarse en el recinto. Una inexplicable decisión ya que al menos una de las zonas de prensa estaba completamente vacía. La musicalidad y el color, tras más de dos horas de desfile, dieron paso a la que suele ser la parte más floja de este tipo de eventos, ese en la que las corbatas son las protagonistas, solo que en esta ocasión, las palabras fueron capaces de levantar a todo un estadio con su épica. Hablaron Emmanuel Macron , presidente de Francia; Andrew Parsons , presidente del Comité Paralímpico; Tony Estanguet , máximo encargado de la organización; y Anne Hidalgo, alcaldesa de París, se ausentó. El mejor fue Estanguet, que comenzó su discurso hablando de «amor» y «guillotinas» y acabó con una frase demoledora. «Los atletas paralímpicos nos inspiráis, pero la inspiración también necesita acción». Parsons le siguió, y también estuvo acertado a la hora de auparse en los valores de la revolución para disfrazar un discurso de índole deportiva. Macron ni leyó el texto que tenía preparado y solo se limitó a declarar inaugurados los Juegos en una intervención que duró segundos. Genio y figura. Ya entrada la noche, comenzó esa concatenación de actos con la que es imposible no emocionarse. La bandera paralímpica desfiló por toda la Concordia, bien portada por emblemas como John McFall, doblada con mimo. Himno, solemne juramento y al fin la llama, esa que ha recorrido tantos kilómetros y que ilumina aún más a París, la embellece, una misión que parecía imposible. El día fue festivo, dulce, muy impactante, pero es solo el principio, el comienzo de once días de pura competición y épica sobre las pistas, el parquet o el agua. La ciudad gala ha alcanzado el ecuador olímpico y serán los Paralímpicos los que cierren un evento histórico.