Tiempos de renaturalización
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Con vistas a lograr los objetivos ambientales de la agenda 2030, la Unión Europea pretende ampliar al 30% la extensión de territorio natural protegido en el continente, así como restaurar territorios dañados con potencial para la conservación de la naturaleza. Una de las opciones para lograrlo es la renaturalización (rewilding, en inglés) del territorio, que persigue regenerar ecosistemas naturales restableciendo las funciones ecológicas y la biodiversidad, así como limitar la presión humana sobre el territorio. En este contexto, investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y la Universidad de Évora (Portugal) han desarrollado una metodología para identificar áreas con potencial de renaturalización en Europa y que pueda apoyar a los Estados en sus esfuerzos de ampliación de la superficie de espacios naturales protegidos que aspira a tener el continente en esta década. Los resultados del trabajo, que se publican en la revista Current Biology, indican que una cuarta parte de Europa cumple los criterios para aplicar una renaturalización, bien pasiva o activa. La renaturalización de forma pasiva se hace a través del manejo de procesos naturales, como el aumento de la conectividad ecológica que permita el desplazamiento de especies desde poblaciones con excedente demográfico hacia territorios con poblaciones deficitarias o incluso desparecidas a causa de extinciones locales pasadas. Por su parte, la forma activa se lleva a cabo mediante la reintroducción de especies clave para el funcionamiento de los ecosistemas, una propuesta que ha incrementado su popularidad tanto en Europa como en Estados Unidos. «Aproximadamente 117 millones de hectáreas, casi una cuarta parte del continente europeo cumple los criterios que hemos determinado para aplicar estrategias de renaturalización», comenta Miguel B. Araújo, investigador del MNCN-CSIC. «Las seleccionadas son áreas que cumplen requisitos como tener grandes dimensiones, estar poco pobladas, que haya poco impacto de la actividad económica y que cuenten con la presencia de especies de mamíferos, tanto herbívoros como carnívoros, con relevancia para la dinámica natural de los ecosistemas», continúa. «El estudio apunta que el 70% de estas áreas se localizan en las zonas más frías del continente -Escandinavia, Escocia, los Estados bálticos-, pero también la península ibérica está entre las regiones de Europa con más potencial para la renaturalización pasiva, donde se pueden obtener resultados interesantes solo con gestionar dinámicas territoriales, como la conectividad y la dispersión de las especies, así como el manejo de poblaciones de especies clave para el funcionamiento de los ecosistemas», explica Diogo Alagador, investigador posdoctoral de la Universidad de Évora. La renaturalización activa, que se basa en la reintroducción de animales clave, es particularmente importante cuando han desaparecido de la cadena trófica especies de herbívoros y carnívoros fundamentales para el funcionamiento de los ecosistemas y cuando se considere improbable que puedan recolonizar, en un tiempo prudencial, estos espacios a través de la dispersión natural a partir de territorios cercanos. El objetivo es que, gracias a la introducción de especies el sistema se autorregule, recuperando así la biodiversidad y el equilibrio que ha perdido. «La renaturalización activa podría aplicarse en hábitats de Croacia, Cerdeña, el sur de Francia, Países Bajos, Dinamarca, Suecia o Noruega», puntualiza Alagador. «Hay extensos territorios europeos que están sufriendo procesos de abandono rural. Generalmente, son territorios con productividades primarias reducidas, que ofrecen rendimientos también reducidos a las personas que habitan en ellos. El abandono de estos territorios acarrea problemas sociales graves, además de llevar a una acumulación de biomasa que incrementa el riesgo de incendios. Una alternativa para estos territorios es la renaturalización activa», apunta el investigador del CSIC. Esta opción implica el restablecimiento de poblaciones de herbívoros que sustituyen a los herbívoros domésticos en la función de control de la biomasa. «Por otro lado, en áreas suficientemente grandes, y donde el conflicto con las poblaciones humanas puede gestionarse más fácilmente, existirá la posibilidad de retorno de grandes carnívoros, como el lobo o el oso, que desempeñan un papel importante en la gestión de poblaciones de herbívoros y en la formación de mosaicos paisajísticos que son, ellos mismos, más resilientes a los fuegos de gran intensidad. La sustitución de la gestión rural por una gestión natural –más enfocada en recuperar hábitats con baja presencia del ser humano– ofrece, además, posibilidades interesantes desde el punto de vista de las actividades económicas basadas en el ocio y el turismo», añade Araújo. «Lo que hemos comprobado con este estudio es que varios países podrían aprovechar las áreas despobladas para ampliar las zonas con mayor protección ambiental y así ayudar a desarrollar la estrategia europea para la biodiversidad en el horizonte 2030», concluye Araújo.