El madrileño de Schrödinger
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Hay gente que vuelve al infierno como quien vuelve a casa, y no al revés. Están en estos momentos recogiendo el calcetín perdido debajo de la cama, doblando toallas, sacudiendo arenas, jugando al tetris con el maletero, suspirando, echando gasolina. —Toca volver al infierno, hay que trabajar– dicen, sin que nadie les pregunte, mientras ponen rumbo a Madrid y el expendedor les mira con cara de ahí os masifiquéis todos en vuestra meseta. Es fácil imaginárselos llegando a casa, al fin, desde distintas partes del mundo –Tailandia, Grecia, Sangenjo, Albacete–, abriendo la ventana del dormitorio y degustando la frase sílaba a sílaba: «Me encanta el olor a napalm por la mañana». Y luego, antes de regar las plantas sedientas, antes... Ver Más