La torería de Pablo Aguado, un oasis en una imposible corrida de Montalvo
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Tras los primeros toros la desesperación inundaba los tendidos. Apenas media hora de festejo para dos toros . «A este paso salimos a las 7 hoy…» comentaba un aficionado. Y de no haber sido por la entrega de los tres toreros, así habría sido. ¡Qué desfile de animales descastados! Ni uno se entregó en la muleta. Cerca de cortar una oreja estuvo Pablo Aguado , que sin hacer mucho ruido, está echando una gran temporada. Poco se empleó el abreplaza en los primeros tercios. Saliendo suelto y distraído de los engaños. Comenzó Talavante toreando al natural sin probaturas, pero el toro estaba ya parado. Algún muletazo salió templadito, pero poca historia hubo. Entró a matar con poca convicción, y aquello fue un quinario para todos. A pies juntos recibió Talavante al cuarto, un toro distraidote, aunque con más pies que los tres primeros, lo cual no es decir mucho. Tres bonitas medias de remate precedieron una rápida lidia, tras la que un Alejandro con ilusiones renovadas brindó al público. Por ayudados por alto comenzó la faena. Las primeras series de naturales fueron buenas, con el animal en pie (al menos). Comenzó a sonar la música por primera vez en la tarde, pero el de Montalvo aguantó poco el ritmo de embestir y echó la persiana completamente. Muy flojito salió el segundo. Se le hizo todo a favor, tanto el templado recibo de Luque , como la brega de Iván García, pero el animal no podía con su alma. Para rematar, empezó a soplar mucho viento. Se derrumbó completamente en el tercer muletazo de tanteo, y miraba Luque al palco recriminando que no hubiera salido un evidente pañuelo verde. Pese a la desesperación general, dejó un puñadito de bonitos muletazos muy templaditos. Poco más, con un toro que perdía las manos a cada instante. El quinto tampoco parecía un dechado de nada. «¡Bájale la mano y no te quejes luego», le gritó un espectador a Luque , que movía la cabeza ante semejante comentario. Si es que hay mucho listo… Iván García se desmonteró, tras dos grandes pares. Por pases por alto comenzó la faena, sacando con cucharilla pases a un animal que no tenía ni recorrido, ni humillación, ni ná. Al principio, de uno en uno y con un toque fuerte. Poco a poco, logró meter al desclasado animal en la pañosa y pudo ligar alguna tanda de mucho mérito. El toro acabó tan exprimido, que estaba completamente parado a la hora de entrar a matar. Hasta los medios se llevó Aguado al tercero con templadas verónicas, mientras el toro vivía a su aire. Con mucha torería dejó al animal en el caballo. Quitó el torero por chicuelinas y una bonita media, con el toro ya parado. El inicio de Pablo, por bajo pero con máxima suavidad, no pudo ser más torero, como toda su labor. Acertadísimo en tiempos, toreando como le sale, despacito. El toro desde luego no valía un alamar, pero en sus manos sirvió para deleitar al personal con algunas series al ralentí. Una pena que el público estuviera desde el principio en contra del de Montalvo, y no valorara el esfuerzo del sevillano por mantener el toro en pie, ni los bellos muletazos que quedaron dibujados. Bajo de ánimo por topar con un irrespetuoso e insensible público, se le fue la estocada algo baja. Lo más destacado de los primeros tercios del sexto fue el último par de Juan Sierra. Por bajo, llevando las embestidas, comenzó Pablo un trasteo con bellísimos pasajes llenos de naturalidad por ambos pitones. El animal era incómodo, porque tenía una embestida irregular y no humillaba ni por asomo, pero el buen hacer de Aguado , que le dejaba siempre la muleta en la cara para tirar del de Montalvo, logró exprimirlo, terminando la faena con bonitos adornos, entre ellos una trincherilla en dos tiempos. Lástima el mal uso de la tizona, con un animal completamente parado, porque tenía una oreja bien ganada.