Alberto de Mónaco reconoce que su matrimonio con Charlène es «una carrera de relevos»
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En 2006, una nueva pareja de ' royals ' hacía pública su relación. Tenían lugar los Juegos Olímpicos de invierno de Turín cuando Alberto de Mónaco y Charlène Wittstock confirmaron que eran una pareja unida por la misma pasión, el deporte. Ambos ya se conocieron durante un campeonato de natación en Mónaco en el año 2000 y, aunque en ese momento la chispa del flechazo no se dio, tiempo después comenzó a encender una bonita y duradera relación, con un matrimonio y dos hijos mellizos como resultado. Casi dos décadas después, Alberto y Charlène siguen ligados a los Juegos Olímpicos y, además de asistir a la ceremonia de inauguración de París 2024, están presentes en las gradas de varias competiciones deportivas. A ambos la esperada cita les trae buenos recuerdos de épocas de gloria pasadas, donde los dos compitieron como deportistas olímpicos: él siendo piloto de bobsleigh y ella nadadora. En el marco de los presentes Juegos, el matrimonio ha concedido una entrevista muy personal para la revista francesa 'Paris Match', en la que no han dudado en airear los detalles de su llena de interés mediático relación amorosa, los inicios del rumoreado noviazgo y de su sabida afición por el deporte. De su participación en los Juegos Olímpicos, él en cinco ocasiones no consecutivas y ella en una única edición, han querido compartir con el medio cuáles fueron sus sensaciones. «Cuando lo vives a tope durante dieciséis días, te sientes parte de una familia», ha comentado Alberto, quien pudo seguir sintiendo esa emoción del vínculo familiar durante cuatro ediciones más tras su debut en las Olimpiadas de 1988. Con mucha más ilusión ha recordado Charlène su estreno. «Lo que más recuerdo es la sensación que tuve cuando entré en el estadio de Sídney para la ceremonia de apertura en 2000. En ese momento, sentí que había conseguido algo. Me llené de orgullo y emoción. Fue casi abrumador. Llevaba soñando con ese momento desde que tenía ocho años» ha afirmado ella. En el 2000, la natación fue el motivo por el que el destino unió sus miradas, pero la flecha de Cupido no acertó en el blanco como sí lo hizo años después. «No sé si nos enamoramos entonces. Después de aquello, no volví a ver a Charlène durante varios años», ha reconocido el Príncipe monegasco , quien no ha negado que se olvidó de Charlène después de aquella competición. «En primer lugar, me pareció una excelente nadadora y luego que era una persona amable, sonriente y accesible. Lo pasamos muy bien», se ha sincerado él. Alberto recuerda tan bien el día que se conocieron en profundidad que se ha atrevido a contar un detalle del que se considera muy responsable. «No sé si debo decirlo, pero aquella tarde le causé unos cuantos problemas porque no la despedí a tiempo», ha querido avanzar una anécdota que su mujer confirmaba justo después: «Sí, es verdad que esa noche me metí en un lío, ¡pero no os lo vamos a contar todo!». El deporte no abandonó la conversación e incluso fue el marco perfecto para definir cómo ha sido su matrimonio durante tantos años. A la pregunta de compararlo con una prueba deportiva, Alberto se ha atrevido a responder: «Quizá una carrera de relevos», para cambiar rápidamente de respuesta y arreglarlo con «más que un deporte, es una negociación constante y, sobre todo, un apoyo mutuo tremendo». Sobre el destino que quiso unir en pareja a dos deportistas, el matrimonio también ha dado algunas declaraciones. «No sé si realmente estaba escrito en piedra, pero acepté este destino. Ya habíamos salido en público, pero nadie se había dado cuenta hasta aquellas fotos, es cierto», ha comentado el Príncipe recordando el secretismo que rodeó el inicio de su romance. Para Charlène, compartir con su novio unos Juegos Olímpicos fue «aún más emocionante».