Bibiana Fernández: «Me he dedicado a hacerme yo misma, soy de lejos mi mejor obra»
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A Bibiana las palabras le brotan como las emociones, a borbotones. Es un torrente que salta de un tema a otro con un discurso que fluye espontáneo, imparable, dejándole a uno fascinado por el espectáculo de verla abrirse en canal con una pasmosa naturalidad: «No nos engañemos, tenemos una pareja infiel mientras nos interese . Cuando estamos inmersos en plena pasión perdemos la perspectiva. Y luego se hace balance. Mientras fui feliz, lo fui. No me arrepiento. Elegí mi vida, hice las cosas que quise. En el fondo ese amor no me engañó, yo lo conocía muy bien». ¿Cómo hemos llegado a este punto de la conversación? Porque hablamos de 'La señora', la función que Bibiana protagoniza en el Teatro Pavón, y en qué se parece a María, su personaje: «Ella es una mujer resentida y yo no lo soy, no está en mi carácter. No me quedo anclada en el pasado. El dolor no tiene memoria y yo no soy muy nostálgica. Yo lo que tuve es que larga juventud que me duró hasta los 60 , pero ya no soy esa mujer». María es actriz, es madre, está marcada por una obra, 'Las criadas', que no pudo representar por la censura. Ahora el proyecto vuelve de la mano de sus hijos: «Compartimos un punto de locura y yo le pongo una parte física que ayuda a crear la imagen de un mito. Hay en ella una fuga de la realidad que entiendo porque yo también la he vivido. De pequeña yo estaba en un metaverso, atrapada en una familia desestructurada que habitada un patio de vecinos sin agua corriente y envuelta en la fantasía del cine. Yo soñaba con un mundo en el que estaba en paralelo. Soñaba con ser otra y lo vivía como una realidad alternativa. Vivía la ficción para sobrevivir a la realidad». Uno la escucha y se deja llevar, seducido por sus palabras: «Me he dedicado a hacerme yo misma, soy de lejos mi mejor obra. No me culpo de perder el tiempo, lo invertí». A Bibiana le dan paz su hogar y sus perros : «Pero mi casa soy yo, porque soy un caracol. Todo eso me da paz. Eso, y el lexatín». Y le sacan de quicio «la impuntualidad, las mentiras absurdas que pronto se descubren, la intolerancia, la gente poco empática». Ha llegado a un punto de su vida en el que no descarta enamorarse, pero no necesita a ningún hombre para ser feliz: «El amor tiene un factor accidental, así que no lo puedo descartar. Concebí la vida como un puerto que siempre requería de un capitán. Ahora ese puesto es mío, yo llevo la nave. Tampoco añoro el amor, quizá porque he querido mal». Bibiana prefiera encontrar otros apoyos: « La amistad es el amor sin sexo, sin envidias, sin celos ni ausencias. Le falta la pasión, pero en cambio perdura sereno en el tiempo». Se confiesa «una niña mimada vieja»: «La culpa es de quienes me quisieron, que me consintieron desde pequeña. Yo fui el centro de ese fallido sistema solar que era mi familia.» Y se reconoce «muy vaga para ser perfeccionista»: «Soy una vaga que trabaja mucho. Ahora me he acostumbrado a la disciplina y he intentado corregir cosas como mi falta de puntualidad. Me gusta mucho comer, pero también he aprendido a no hacerlo para ponerme los vestidos que quiero. En mi vida particular me gusta dejarme llevar, sin caer en la comodidad, pero al final mi vida está regida por el trabajo y sus obligaciones». Tarifa es su refugio de verano: «Me gusta toda la costa de Cádiz, su gente y sus playas, que son permisivas con los perros». Bibiana habla de sus mascotas con amor infinito: «Yo no los confundo, ya sé que no son mis hijos, pero los llamo 'mis niños' porque me acompañan desde hace trece años». No ha querido tener más porque asume que son los últimos, e incluso tiene pensado cómo será la despedida cuando llegue el momento: «Si me voy antes, quiero que me huelan, que hagan el duelo y no me esperen. Si se van ellos antes haremos lo mismo». Son vacaciones con los suyos: «Mi familia son mis perros, Ana (la mujer que está con ella en casa) y mis amigos». Nada más llegar a Tarifa, Bibiana se olvida del mundo: «T engo el teléfono en silencio desde hace seis años, no me gusta ser prisionera de la tecnología . He follado en directo, me he drogado en directo, no me voy a doblegar a la era digital. Esos días de reposo me gusta beber, pasear, leer, disfrutar del mar. Miro y tengo enfrente Tánger. Veo su luz, me llegan los recuerdos de las fiestas, los colores de sus calles, los olores de las especias». Tentada por su tierra, también cruza el Mediterráneo para volver a casa: «Tánger me fascina». Cuando no tenía sus perros y podía viajar libremente, Bibiana encontró rincones que cambiaron su vida: «en La Habana me dejé seducir por la frescura de la gente, su ritmo. Y me enamoré. Pero Cuba ya no es la misma.» Y tiene debilidad por la Costa Amalfitana, Tailandia y la República Dominicana, que le trae recuerdos de su amigo Miguel Montero: «pero el viaje no es el destino. Yo lo vivo desde que lo empiezo a pensar. Me encanta sentir la ilusión de hacer planes.»