El hoyo
Un momento. Deja de gritar. Vale. Vuelve a gritar. Más fuerte. ¡Más! No hay diferencia… Pero si estoy gritando fortísimo. Me tendría que estar escuchando todo el Galatzó. Me habré quedado sorda del golpe. O muda. No, no, por favor. Es una pesadilla. Como cuando de niña soñaba que me perseguía un toro, me quedaba inmovilizada e intentaba gritar pero no salía nada. El móvil. ¿Dónde lo tengo? Si no puedo gritar, no me encontrarán. ¿Cuánto tardarán en echarme de menos? ¿Y si no puedo gritar porque ya estoy muerta? Читать дальше...