Madrid desde el desencanto
Un verano de finales de los 60, unos feriantes decidieron que era buena idea traer a Madrid desde la costa Atlántica una ballena que se había quedado allí varada. Lo hicieron ayudados por ocho bueyes y, cuando lograron varar de nuevo el cetáceo muerto a la vera del Ministerio del Aire, todos los vecinos del barrio de Moncloa contuvieron la respiración hasta el día del descubrimiento de ese animal descompuesto y monstruoso. Y después también. El destape fue el 15 de agosto, viva la Virgen de la Paloma y "el olor a putrefacción, el olor a muerte", todavía pervive en la memoria de Kiko Herrero, que con esta historia empieza un libro compuesto por recuerdos de su vida en esta ciudad.